mac cartoon

No suena bien, por mucho que las películas se empeñen, el concepto de luchar por amor. Pues muchas veces el famoso «luchar por amor» equivale tristemente a «luchar contra el amor propio». Sin embargo, nadie nos enseña gran cosa sobre el amor. Las referencias populares sobre el mismo están tan idealizadas desde el inicio de la sociedad civilizada, que uno se siente en posesión de la persona y por tanto, obligado a luchar por mantener aquello que es de su propiedad. ¿Cómo dejar ir al amor de tu vida, a la luz de tus entretelas, al pináculo de tu existencia humana? ¡Si es tuyo y de nadie más!

Pero ninguna relación es un camino de rosas. La vida impone duros momentos, las personas cambian, evolucionan, aprenden, superan pruebas, fracasan o triunfan, en definitiva…viven. Uno puede tratar de creerse la utopía de que siempre será igual y será condenado a amar eternamente en pretérito imperfecto. O puede abrir los ojos. En todo caso… ¿Cuándo luchar por amor…y cuando tirar la toalla?

CASO 1: NO CAMBIAN

Te has enamorado de un hombre o de una mujer.

Todo comienza de forma maravillosa. Un tiempo de arrobamiento donde sobrevuelan los ángeles y suenan los violonchelos. Tu pareja tiene sus defectillos, sí, pero se las perdonas porque es ÉL o ELLA.

Poco más tarde, los ángeles y los violenchelos son llamados a otro concierto y sobreviene la cruda realidad. Resulta que aquellos defectillos que tan encantadores parecían y tanto salpimentaban los apasionantes inicios, ya se han convertido, por derecho propio, en DEFECTOS. El amor de tu vida es controlador, o es demasiado celoso, o es manipulador, o agresivo, o egocéntrico o vago. O simplemente su manera de ser y ver la vida no es compatible con la tuya.

Por supuesto todos tenemos defectos y virtudes. Pero, no cualquiera con quien haya atracción sexual tiene que congeniar a otros niveles con nosotros. Hay personas que simplemente, no son afines. No comparten proyectos, ni maneras de entender la existencia o no están en el mismo nivel de madurez.

Y he aquí el dilema: aceptar a la persona tal y como es y amarla sin pretender cambiarla o bien, tratar desesperadamente de que vuelva a ser como al inicio. La tragedia del asunto es que él o ella siempre fueron así. Lo que cambió fue tu mirada. Ya no estás mirando el reflejo de tu ego inflado por la valoración de un ser superior. Estás mirando a un ser humano normal.

Aquí, no se lucha. Las personas no cambian y si lo hacen, no lo hacen a base de quejas, reclamos ni ultimátums. La próxima vez, escoge a alguien cuya personalidad te guste desde el principio.

CASO 2: ¿SERÁ MI CULPA?

Tienes una relación buena con tu pareja. Y de repente un día, como si tal cosa, se empieza a comportar de forma diferente. Frialdad, evasivas, indiferencias, poca motivación sexual, comportamientos extraños…

Ante un cambio repentino de este calibre, es totalmente improductivo, además de humillante: echarse las culpas, tratar de «cambiar», ser más cariñoso, proponer alguna actividad especial, en definitiva, tratar de comprar a la persona que era antes tu pareja con ofertas desorbitadas que te restan más y más a la autoestima pues el resultado es previsible. Más frialdad, más indiferencia, más agobios, más malas caras…

Aquí tampoco se lucha. Se habla cara a cara con la pareja para que explique qué sucede. No se pierde el tiempo tratando de modificar su comportamiento. No tenemos ni idea de qué lo provoca, así que de nada va a servir todo lo que hagamos, ya que no depende de nosotros.

CASO 3: HAY OTRO/HAY OTRA

Aquí desde luego NUNCA SE LUCHA. Si la pareja está iniciando algo con otra persona y lo descubrimos, quedarse ahí es faltarse al respeto a uno mismo. No se puede obligar a nadie a estar con nosotros, ni podemos admitir de ninguna manera una situación que nos desvalorice. Si esa persona no es capaz de mantener un compromiso personal con la relación, entonces o no sabe amar o no tiene la madurez o la empatía necesaria para mantener dicha relación. Nada de peleas de gatas, nada de choques de machos alfa. Esto no es el Discovery Channel. Actuemos siempre con toda dignidad.

CASO 4: LA RUPTURA

Pongamos que tu pareja ha decidido dejarte.

Cuando una persona deja una relación, es porque no desea permanecer en esa relación. no hay más.

Aquí no se lucha. Ni uno se arrastra ni pierde los papeles. Sólo cabe respetar la decisión y despedirse con dignidad de alguien que ha compartido algo valioso con nosotros.

Y LA PREGUNTA DEL MILLÓN: ENTONCES, ¿CUÁNDO SE LUCHA?

Sencillo. Luchamos por superar una crisis económica, luchamos por curarnos de una enfermedad, luchamos por un hijo descarriado, luchamos para adaptarnos a nuevas etapas, por superar unos problemas puntuales, por lidiar con factores externos…pero nunca, nunca luchamos para que nos quieran.

La única lucha de amor que vale la pena es la lucha de uno junto al otro: no la del uno contra el otro.