hijovio

En las relaciones de pareja basadas en el apego y la dependencia, más que en el amor, existe un modelo afectivo recurrente que reproduce el estilo de relación madre-hijo o padre-hija y en la que uno de los miembros desempeña el papel de progenitor, psicólogo, tutor, cuidador, educador y protector del otro, que a su vez de repliega cómodamente en un rol chupete en el que su única obligación moral y emocional es la de dejarse salvar por su todopoderoso cónyuge.

Muchas veces la pareja cuidadora considera que la madurez le llegará a su hijovio con los hijos, la boda de turno, el trabajo estable…y se frustra cuando descubre que en la mayoría de los casos, el hijovio sigue siendo hijovio.

Tanto el papá y la mamá de turno como el hijovio tienen el mismo problema; inmadurez e incapacidad de lidiar con la responsabilidad de su propia vida. En el caso del hijovio es evidente; pero en el del cuidador, simplemente significa que mientras dedique sus energías a ‘criar’ a su pareja, no le quedará tiempo para centrarse en sí mismo, responsabilizarse de lo que realmente quiere y mucho menos de resolver los propios problemas afectivos.

En estas parejas se suele dar muy poco desarrollo personal a menos que consigan desprenderse de sus roles, lo cual exigiría cambios de ambas partes y plena capacidad y madurez para realizarlos. Pero lo cierto es que ni el hijovio ni el cuidador suelen cambiar en el marco de una relación, sobre todo mientras el hijovio siga obteniendo bienestar, seguridad y beneficios de parte de su esforzado cónyuge. Es muy habitual, de hecho, que el hijovio sea quien termine la relación una vez se ‘independice’ emocionalmente de la pareja-progenitor y encuentre realmente el amor adulto.

¿Características de un hijovio?

– Incapacidad para avanzar etapas.

– Inconstancia en prácticamente todos los ámbitos de su vida.

– Inseguridad afectiva.

– Recursos emocionales infantiles (rabietas, protesta pasivo-agresiva, chantaje emocional)

– El hijovio evita los conflictos. Todo le parece bien. Carece de iniciativa. Practican el boicot pasivo-agresivo. En la fase adolescente, se vuelven conflictivos.

– No tiene sentido de la responsabilidad.

– Siempre da la sensación de que no está completamente comprometido con la relación.

– Tiene un carácter débil.

En cuanto al cuidador, los rasgos más comunes son:

– Gran sentido de la responsabilidad. Asume el deber de hacer funcionar la pareja, por los dos.

– Efectúa indistintamente roles de psicólogo, tutor, pigmalión, protegitor y similares con su pareja. Cree que la pareja cambiará si él o ella le «educan».

– Tiene un carácter fuerte pero una autoestima baja.

– Derrocha una considerable y excesiva cantidad de energía en luchar por la relación.

– Es inseguro y tiene carencias emocionales que llena con dicha «lucha». Cuidan del otro, pero no se cuidan ellos.

– Son personas que tienden a ayudar a todo el mundo, pero cuando son ellos quienes necesitan ayuda, no saben pedirla.

¿Tienes un hijovio? Asume que no eres su madre, ni su padre, ni su cuidador, ni su terapeuta, ni su guía espiritual; si lo haces, la visión que tienes de tu compañero no es la de un igual, sino la de un niño al que hay que reformar y las relaciones en las que se fomenta la desigualdad son relaciones infantiles, que explotarán por los aires en cuanto el ‘niño’ llegue a la pubertad.

¿Y si eres tú el hijovio? ¿Necesitas un padre/madre…o una pareja? Antes de iniciar una relación comprometida con una persona, evalía si lo que quieres es una pareja o un padre/madre. En cuyo caso, te estarás negando a vivir el amor adulto y te estancarás en una relación dependiente con alguien que te cubre las espaldas afectivas mientras esperas a que llegue el amor ideal de que te dé arrestos para independizarte.

Los hijovios y quienes los cuidan no suelen establecer relaciones satisfactorias debido a la gran descompensación que existe entre los roles. Siempre quien efectúa el papel de protector tiene la sensación de ser quien tira de uno, dos o treinta carros, mientras que el otro se siente estar en una relación por obligación y es capaz de  tolerar cualquier trato o imposición con tal de no perder su suministro de cariño paternal o paternal. Ninguno de los dos disfrutan del amor o de la relación. Por ende, para salvarla, es necesario que abandonen sus roles y aprendan a convivir en absoluta igualdad. Uno debe renunciar al papel de educador y el otro, al de niño eterno. Como decía Pavese Hay algo más triste que envejecer y es seguir siendo niño.