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El inicio de una relación siempre supone un pequeño reto personal. Idealmente, las relaciones deberían empezar como se inicia cualquier otro proyecto: con alegría, ilusión, seguridad y los pies bien asentados en la tierra. Pero en el mundo real, la mayoría de las relaciones entre adultos arrancan con una buena provisión de inseguridades, miedos, necesidades y traumas que no se han dado el tiempo necesario para sanar y que no son sino las semillas para desarrollar una relación inadecuada.

El inicio de una relación debería ser como -válgame la cursilería – plantar una flor rara y exquisita en un jardín bien cuidado. Si la tierra está seca y árida, si proliferan las malas hierbas, si arrecian los vientos y las lluvias, el resultado más probable será que nada arraigará en condiciones tan adversas. ¿Cuántas personas se lamentan una y otra vez de que todas sus relaciones fracasan? ¿Y cuántas de esas relaciones se iniciaron en un mal momento personal, tras una ruptura dolorosa o en un estado de carencia y vacío existencial?

Una relación es un pacto en el que dos personas se comprometen voluntaria y gozosamente a amarse, cuidarse, preocuparse y aprender. Pero también una nueva relación es un cambio y en nuestra capacidad de adaptarnos al cambio está la clave de desarrollar los recursos necesarios para poder disfrutar de dicha relación y encontrar en los problemas que se originen una oportunidad para crecer.

Una nueva relación es un proyecto y como todo proyecto, puede llevarse a cabo o puede quedarse por el camino. Ser consciente de la posibilidad de que una relación se termine, no es razón para invitar a relacionarse desde la frialdad, la evasión o las corazas emocionales. Estos comportamientos no son muestra de fuerza o madurez, sino de miedo y debilidad y el miedo y la debilidad son terrenos baldíos donde nada puede crecer.

Si estás iniciando algo y aparecen los miedos, no trates de esconderlos, simplemente obsérvalos desde fuera: a menos que se hallen muy evolucionados a nivel personal y espiritual, las personas tienden a resistirse al cambio, lo cual se trasluce en una serie de mecanismos automatizados que se traslucen en voces de frustración, prevención e inmovilismo (mas vale malo conocido…). El miedo puede ser inevitable, pero es nuestra actitud la que determina si ese miedo va a ser un compañero que nos guía o un gigante que nos aplasta. Bien lo decía el maestro Yoda: El miedo es el camino hacia el lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento.

Ante todo, recordar que las relaciones de amor no son un videojuego en el que si realizas tal acción se te premiará o si haces tal otra, serás castigado. En una relación, no se juega bien ni se juega mal; si es amor, es un milagro; si es desamor, es una valiosa lección.

¿Estás empezando una relación? Abre tu mente. Este es tu proyecto y merece fe, motivación, pasión, inversión y esfuerzo. Y lo más importante: disfruta del proceso. Porque éste y no otro, es el verdadero éxito de una relación.