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¿Si te interesa alguien, pasa de ti? ¿Sólo se enamoran de ti cuando te haces el duro o la dura? ¿Eres de los que creen que si tratas mal, los tendrás a tus pies? Si crees que hay que fingir poses para enamorar a alguien, quizás estés mirando en la dirección equivocada.

Un hombre joven me pidió ayuda para entender qué le sucedía. Decía ser atractivo, muy seguro de sí mismo y tener un gran éxito con las mujeres, a las que avisaba por adelantado que no quería más que una relación informal para no jugar con sus sentimientos.

A priori, no parecía haber problema alguno. Salvo por la pequeña excepción de que cuando este chico conocía a alguien que le interesaba lo suficiente como para plantearse una relación de verdad, pasaba de ser un seductor con labia a un pagafantas en toda regla: flores, bombones, mensajes a todas horas, pensamientos obsesivos…Literalmente: perdía el culo por estar con esa persona. ¿Resultado? Las mujeres pretendidas huían como alma que lleva el diablo.

Lo que a él le preocupaba se traducía en esto: ¿por qué cuando quiero a una mujer de verdad, la espanto? ¿qué estoy haciendo mal? ¿Debo ignorarla como ignoro a las otras hasta que ella muestre interés?

La gran pregunta de muchas personas es ¿hay que tratar mal para tener éxito en el amor?

La respuesta es: NO.

En primer lugar, si tienes un constante impulso de conquistar a personas que realmente no te interesan demasiado, el asunto no es entre tu entrepierna y tú, sino entre tu ego y tu autoestima.

La autoestima es un valor interior que se alimenta de sí mismo; el ego necesita de los demás.

Una necesidad desaforada de tener a muchas personas a tu arbitrio amoroso, es una autoestima baja sobrecompensada por un ego falsamente inflado.

Las personas con autoestimas pobres, suelen establecer una simbiosis habitual con sus semejantes. Una persona que dependa de enamorar a otras personas para sentirse a gusto consigo mismo, es una persona que atraerá a su vida a otros que necesiten de amores inconquistables y difíciles para reafirmar su propio ego.

Evidentemente toda relación basada en el ego deriva en dependencia por ambas partes. Yo te saco algo, tú me sacas algo a mí. Una misma necesidad, polarizada en dos roles: perseguidor y perseguido. 

Si precisas de los demás para mantener tu ego en condiciones, te enamorarás de quienes no te quieran o no querrás a las personas que sí se enamoren de ti.

Es como una cadena de energías: tú quitas algo a alguien; y otro alguien te quita algo.

En realidad, le dije a este hombre, tú eres como esas mujeres que se quedan colgadas de ti, te cortejan, te persiguen y no consiguen más que indiferencia. Es una rueda eterna: tú eres, al mismo tiempo, ejecutor y víctima.

¿Cómo salir de este círculo vicioso, vencer el ego y dejar de depender, de un modo u otro, de la adoración de los demás?

Dado que este tipo de relaciones se generan de una dinámica  insana (y adictiva), el primer paso consiste en tomar un tiempo para curarse, someter al ego y empezar a construir la propia autoestima interior.

Esto requiere un trabajo de introspección y hacer una profunda revisión del fondo de armario emocional.  Y empezar a tomar acciones serias.

Si quieres encontrar el amor, un amor digno, que te aporte y que te llene, primero has de aspirar a relaciones de calidad. Limpia tu vida de amores mediocres, dependencias insanas e incluso amistades de conveniencia. Despréndete de todo lastre, de cualquier interacción que te quite energías o que te cause turbulencias. Quizás esto te lleve a un tiempo de soledad: si es así, no temas. Algún día la vida te impondrá esa soledad de la que huyes a toda costa y tendrás que desarrollar los recursos para sobrellevarla. ¿Qué tal si empiezas eligiéndola tú por un tiempo?.

Las personas que te rodean tienen sentimientos. No son máquinas expendedoras de servicios para que tú te sientas realizado. Esta es tu responsabilidad. Cultívate por dentro, crece, desarrolla tus inquietudes, llénate por tu propia mano. Si no tienes más que la nada para los demás, sólo serás un ente vacío que buscará constantemente fuera para llenarse o al que buscarán para llenarse otros entes vacíos.

No te entregues a una vida triste y mediocre dominada por corrientes que no puedes dirigir. Deja de vender (y venderte) humo. Sé el dueño de tu destino y el capitán de tu alma. Aplaza por un momento los placeres para construir el sendero de la verdadera alegría.

En el momento en que consigas conectar con aquel que eres, que fuiste, que serás; cuando sientas que hay algo en ti que emana hasta rebosar; cuando aprendas a dar porque te sobra y no a pedir porque necesitas, no volverás a preguntar si hay que fingir para enamorar.

Entonces y sólo entonces, sabrás corresponder y ser correspondido/a.