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Eres una persona amorosa, dedicada, amiga de tus amigos y con respecto a tu media naranja…no tienes nada que envidiar a la madre Teresa. Paciencia, santidad y espíritu de sacrificio son tus señas de identidad. ¿Eres una pareja ONG?

Para quien padece de complejo ONG, la pareja no es un compañero o un igual: es un niño al que cuidar, un paciente al que atender, un enfermo al que asistir y sobre todo, un gran proyecto humanitario que levantar. Evidentemente, el otro jamás alcanza los altos estándares de desarrollo personal que serían precisos para que la pareja ONG abandonase su vocación de servicio y consiguiese relajarse en su propia relación.

Son personas que hablan del amor como de alguna especie de ímproba misión donde caben los esfuerzos más descabellados: sus relaciones transmiten siempre un aire de constante lucha y heroico cansancio. Si no fuera por mí… piensan, con una secreta satisfacción. La pareja ONG no trabaja para sentirse amada: lo hace para ser imprescindible.

¿Y qué sucede cuando uno se vuelve imprescindible? Que el otro nunca puede marcharse.

Lo que subyace bajo la gran obra de caridad de la pareja ONG es un inconfesable miedo al abandono. A fuerza de trabajar por la otra persona, de hacerse sus manos, sus ojos, su corazón y su voluntad, acaba por anularle. De este modo, en lugar de unirse en un lazo, se ata con una cuerda.

La pareja ideal del ONG, por supuesto, siempre es una pareja con conflictos. ¿Quién puede necesitar más de la solícita ayuda del otro? Personas con adicciones, enfermedades, trastornos y traumas se convierten en sujetos irresistiblemente atractivos para ejercer de amoroso Pigmalión. En caso de no hallar a uno de estos deseados especímenes, también es habitual ver al ONG con alguien inaccesible, frío, poco expresivo e incluso egoísta. Quien posee esta especie de síndrome amoroso-caritativo sufre por una relación que nunca le proporciona lo que busca y sin embargo, se mantiene aferrado a un latido de esperanza que le susurra que quizás… algún día… en otra vida… en otra dimensión…

Resulta común en las personas con esta dinámica emocional volver a su infancia y rememorar a algún padre o madre problemáticos, poco cariñosos o distantes, con sus hijos o con ese hijo en concreto. Muchos se visualizan a sí mismos con un sentimiento de soledad, abandono y vacío, frustrados por la incapacidad de lograr esa ansiada cercanía afectiva con los progenitores. Pueden haber sido niños muy perfeccionistas que sentían el deber de convertirse en seres ejemplares, dignos de ser amados. O niños muy rebeldes que provocaron conflictos para llamar la atención.

Sus vínculos de pareja posteriores tienden a repetir este patrón con compañeros/as que se asemejan a lo vivido. Sus historias de amor son las eternas y frustradas reconquistas del padre o de la madre distantes, hasta que implosiona un malestar de fondo que en realidad es el resultado lógico de una relación construida sobre un modelo infantil y basada en profundas carencias no resueltas.

Si la pareja ONG es consciente de  lo dañino de su modelo afectivo y trabaja en ello, puede cambiar este tipo de rol que adopta de forma inevitable en las relaciones. Y puesto que son personas con una verdadera capacidad de dar y darse a los demás, en cuanto consiguen romper con el círculo vicioso y cambian su manera de vincularse, pueden convertirse en excelentes compañeros/as de parejas más equilibradas.

¿Eres una pareja ONG?

Lo primero que debes plantearte, es porqué has decidido que la vida de tu pareja valga más que la tuya. En el catolicismo, hay una hermosa frase que dice: ama a los demás como a ti mismo. No más.

A veces, subyace un cierto narcisismo en posicionarse en los roles de mentor, cuidador y protector de tu pareja: sin embargo,  todos tenemos defectos y virtudes y maduramos a nuestro ritmo. ¿Crees estar haciendo tan bien las cosas con tu propia vida que puedes ponerte por encima de tu compañero/a para darle lecciones? Intenta cultivar el sentido de la humildad y sobre todo no te vuelques en los demás antes de haberte dedicado a lo tuyo. Tu primer deber solidario es contigo.

Aprende a poner tus límites. No aceptes toda carga que se te imponga o no te cargues encima responsabilidades que no te pertenecen. Una persona que se vuelca con los demás es admirable, una persona que utiliza el volcarse con los demás como medio para evadirse de sus vacíos y sus problemas, no está haciendo ningún favor ni a los otros ni -sobre todo- a sí mismo.

Si realmente el impulso redentor resulta ser tu vocación, prueba con un voluntariado social, apoyar una causa que te motive o realizar labores solidarias. Da salida a esta maravillosa capacidad con quienes realmente lo necesiten. Y ¿para la pareja? Amor, amistad, empatía y compasión: pero nunca caridad.