volar

Ansiedad. Sensación de vacío. Miedo. Insomnio. Pérdida de apetito. Nerviosismo. Necesidad compulsiva de contactar con el otro. ¿Te suena? Si te acaban de dejar y has entrado en modo pánico ¡respira!: aquí está el kit de supervivencia para los primeros días de ruptura.

Cuando nos dejan, sobrevienen la incredulidad, el shock y por último, el temido y temible síndrome de abstinencia.

El amor por sí mismo, no genera síndrome de abstinencia. Si sólo amases, no estarías ahora mismo arrojado en una cama y rodeado de clínex mientras clamas a un imaginario y cruel dios desconocido ¿¡por qué, oh, por qué, el amor duele tanto!?. Pero como cualquier alcohólico, drogadicto, fumador o jugador del World of Warcraft, lo que te sucede es el puro y duro efecto del desenganche. Es la dependencia lo que genera sufrimiento y lo que te está ahora mismo haciendo sentir que han metido tu corazón en una licuadora y se lo han dado de comer al gato.

No importa lo que dejases atrás, bueno o malo, lo necesitas como el comer: porque lo que tienes por delante es una puerta cerrada detrás de la cual todo es ignoto, oscuro, terrorífico, árido y desconocido. Más o menos como esto:

mordor

No te preocupes. Lo que te espera no es ni mucho menos tan horrible como lo que estás sintiendo ahora.

Los primeros días de la ruptura debemos concienciarnos de que toca desengancharse de una persona que hasta ahora constituía una de nuestras (o la única) fuentes de bienestar, seguridad y estabilidad.

Puede que la relación fuera espantosa y hacía ya tiempo que no nos hacía felices, pero los seres humanos somos así. Podemos estar atrapados, asustados y heridos en una jaula llena de pinchos situada encima de un pozo lleno de dobermans hambrientos: que si de pronto alguien nos abre la jaula y alguien nos dice ¡vuela! ¡haz lo que quieras!, la perspectiva nos parece tan espantosa que preferimos seguir sangrando ahí, jodidos pero seguros.

O puede que la relación haya sido estupenda y todavía no acabas de comprender del todo lo que ha pasado. El caso es que estás ahí, sufriendo como las almas en pena envueltas en las llamas del infierno y no tienes ni la menor idea de qué tienes que hacer para sentirte un poco mejor.

¿Cómo lidiar con estos insoportables momentos? Estos son los cinco básicos para tu fondo de armario rupturil:

1. Desintoxicación total: aprovecha cualquier microsegundo de agallas que tengas para borrar todo rastro de la otra persona. Esto no sólo significa guardar o destruir las fotos y recuerdos o no llamar/escribir. Incluye: sacarle del whatsapp, del twitter, del tuenti, del facebook, dejar de seguir su blog, su Instagram o su Pinterest…¿Para qué? Porque cada contacto, noticia, actualización, comentario sólo servirá para removerte por dentro, hacer que te comas la cabeza y entrar en juegos de ego que no te llevan a ninguna parte salvo a perder el tiempo. ¿Y si hago esto y luego me olvida? preguntas. Bueno, si te quiere no te olvidará. Claro que si te quisiese, tampoco te habría dejado.

2. Quien tiene un amigo tiene un tesoro: y si le necesitas, silba. Cuando flaquees, es mejor llamar a un amigo que llamar (otra vez) a tu ex. ¿Qué no tienes amigos? Escribe: en un blog, en un cuaderno, en un foro, en una servilleta, pero expresa todo lo que sientes y lo que te hiere. No importa si lo que escribes tiene o no sentido, plasmarlo en alguna parte te ayudará a sobrellevar mejor los bajones típicos del síndrome de abstinencia. Y no: lo que se escribe no se envía al ex.

3. Haz deporte: seguramente no te apetezca mucho más que quedarte mirando al techo de tu cuarto con cara de zombie, pero cualquier ejercicio físico te granjeará pequeñas dosis de bienestar. Si no te da el cuerpo, un simple paseo a buen ritmo, te ayudará a dar salida al cúmulo emocional que tienes dentro. Y si no eres capaz de dar paso alguno fuera del umbral del dolor, prueba a practicar un poco de meditación. Túmbate, respira hondo y concéntrate en el acto de respirar y en el estado físico de tu cuerpo, hasta ser consciente de todo lo que estás experimentado a nivel sensorial. Céntrate en ello y déjate estar unos minutos.

4. No busques recuperar a tu ex: antes de lanzarte a consultar adivinos o comprar manuales de reconquista, ten en cuenta que estás pasando un síndrome de abstinencia y que no pensarás más o menos con claridad hasta que te haya pasado. En la mayoría de los casos, la persona dejada vendería su alma al diablo por un regreso express que le evitase el cambio que le espera, pero se necesita pasar estos días para pensar en frío. Un regreso en caliente, sólo conduce a un nuevo fracaso. ¿Quieres pasar por esto otra vez?

5. Ponte una meta: probablemente ahora sientes que mueres de dolor y que nada podrá salvarte a menos que vuelva tu ex. Pero atarte al pasado, a una idea, a una esperanza, sólo prolongará tu sufrimiento sin fecha de caducidad, porque no tienes ninguna manera de saber qué acciones tomará o no tomará el otro.  Por otra parte, soltar amarras significa saltar al vacío, pero ese dolor será temporal. Así que tú eliges: ¿sufrir indefinidamente o por un espacio temporal concreto?. ¿Diez latigazos rápidos o cien latigazos lentos? No, nadie dijo que fuera fácil. ¿Cuál es tu meta cuando no tienes metas? La felicidad.

Los duelos y las pérdidas son los campos de entrenamiento en los que la vida nos interna algunas veces para que podamos graduarnos con honores en esto de la madurez. Sé que ahora quisieras arrancarte el dolor y que te agarrarías a mil clavos ardiendo si esto consiguiera hacerte olvidar al menos por unos instantes. No hay a día de hoy remedios mágicos para ahorrarte este proceso, pero te aseguro que, pasado el tiempo, nunca te arrepentirás de haberlo vivido.