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La vida es cambio y el cambio significa crisis. Para muchas parejas, una crisis es el final. Para otras, es un reto para evolucionar y pasar a una nueva etapa. No todas las personas están capacitadas para superar una crisis. ¿Cómo ayudarnos a utilizarlas para crecer, madurar y ser más felices?

1- Cambiar de actitud: si la crisis proviene de elementos externos (factores económicos, por ejemplo) o de situaciones sobre las que no podemos ejercer control alguno, estamos depositando nuestro bienestar y el de nuestra relación en manos de sucesos temporales que no está en nuestras manos cambiar. ¿Por qué hay personas infelices que lo tienen todo y personas felices que no tienen nada? Vuestra meta no debe ser poneros en modo espera e hipotecar vuestra felicidad a algo que no depende de vosotros. Para estar bien se precisa trabajar desde adentro hacia afuera, no desde afuera hacia adentro. Cambiar el «no soy feliz porque no tengo x cosa» por el «soy feliz porque me tengo». Una buena herramienta es dedicar unos minutos al día a realizar alguna acción despacio, pensando detenidamente en lo que estamos haciendo. La consciencia del presente no sólo es la mejor manera de combatir la ansiedad: significa entregarse a la acción, no a la posesión.

2- Depurar la comunicación: si la dependencia alimenta la relación, el lenguaje entre los dos estará cargado de reproche, chantaje emocional, manipulación o agresión verbal. En el momento en que uno comprende que su felicidad sólo depende de sí mismo y que la pareja no tiene la responsabilidad de solucionarnos la vida, la comunicación pasa un plano distinto. Es complicado ser asertivo cuando es el niño interior el que habla, dolido, rechazado o carenciado. Sin embargo, conseguir expresarse desde la dignidad y la autonomía emocional, convierte a la conversación entre la pareja en un territorio para el aprendizaje y el cambio.

3– Ser autodidactas: quien crea que la educación se acaba con el colegio, tiene una muy mala base para avanzar por la vida. Además de aprender de las experiencias vividas, en tiempos de crisis es momento para formarse espiritual y emocionalmente con todas las herramientas que tenemos a nuestra disposición. La lectura, el cine, los talleres, los cursos e incluso el hablar simplemente con otras personas (y sobre todo, saber escucharlas) nos proporciona una capacidad de conocimiento que nos hace más adaptables ante las circunstancias de la vida.

4- Separación temporal: cuando la relación se ha vuelto tóxica y la comunicación está degradada, la convivencia pasa de ser una puesta en común a trinchera donde sobrevuelvan balas. Es momento de plantearse un distanciamiento para poder sanearse por separado y sobre todo, ver las cosas desde fuera, con perspectiva, sin topar constantemente con imposibles muros de ego, frustración, dependencia o miedo. Si creéis que hay un amor que rescatar y ambos queréis dar una oportunidad a vuestra historia, es vital un espacio inviolable para cada uno de vosotros, para poder establecer un diálogo sincero desde un territorio neutral.

5- Poner punto y final: es la opción más radical. Muchas veces carecemos de recursos para enfrentar una crisis porque todavía no hemos completado un desarrollo personal y la vida nos deparará más experiencias para poder hacerlo. En ciertos casos conviene perder alguna batalla para ganar la guerra. Si el estado de la relacion ya está llegando a afectar tu salud mental, física o emocional y te genera angustia, depresión o falta de ganas de vivir, no hay crisis que valga. Las relaciones pueden fluctuar porque las personas lo hacen, pero lo que jamás debe ser es que te hagan caer en un pozo negro del cual sientas que no puedas salir. Si has llegado a este extremo, es hora de poner punto y final.

¿Existen crisis «buenas» y crisis «malas»? Definitivamente no. Si las superas, esto reforzará tu relación y os habrá dado un paréntesis para crecer con ellas. Si en cambio la pareja no sobrevive, significará que es otro el camino a seguir. En todo caso, una crisis es el inicio a un renacimiento y como todo parto, consiste en oscuridad, dolor y finalmente, descubrimiento.