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 Ya ha pasado tiempo desde que lo dejasteis, empezabas a dormir mejor, a comer más (o menos) y a disfrutar de algunas cosas y de repente…¡sorpresa! Cuanto menos te lo esperabas te asaltan los recuerdos, la añoranza y el dolor de la pérdida como si hubiera sido ayer. ¿Qué significa esto ahora?

Los bajones son parte inevitable del duelo. Muchas personas se angustian pensando que un bajón significa que no han avanzado nada, que siguen como el primer día. Pero no es así: los bajones son como los pinchazos de dolor de una lesión que se está curando.

El bajón suele presentarse acompañado de una catarata de imágenes idealizadas que borran temporalmente todo lo malo de la relación que se acabó. Nos hace recuperar en el presente aquello que una vez nos hizo felices, insuflarle vida y sufrir de nuevo por la pérdida como si hubiera ocurrido ayer. Y con ello, revivimos el inicio del duelo: la ira, la negación, el dolor y la decepción.

Un bajón es como un golpe en pleno plexo solar: te pilla desprevenido/a y parece dejarte sin recursos, desnudando de nuevo al ser herido, abandonado o asustado que sigue ahí dentro, aunque lo hayamos intentando esconder a base de fingir que todo va estupendamente. Pero al mismo tiempo, conlleva un beneficio, porque vuelve a subrayarnos la importancia de no volver atrás. Si esto no sucediera, podríamos creernos recuperados antes de estarlo y como ya no duele, a lo mejor podríamos llamar a nuestro/a ex, y quedar a tomar un café para hablar como amigos…para darnos de bruces con el hecho de que esto sí nos devuelve al inicio y a ese dolor que creíamos tener superado.

¿Cómo lidiar con los bajones?

Empieza por perderles el respeto a los bajones. Vivir las emociones en el momento sabiendo que tienen su sentido y su lugar y que también pasarán y se irán diluyendo en el tiempo, nos ayudará a ir asimilando un dolor que se volverá cada vez más pequeño.

Los lagrimales no están ahí de adorno. Nos han equipado de un utilísimo mecanismo para gestionar emociones atascadas o dolorosas y nadie te va a cobrar por usarlo. Cuando sobrevenga un bajón, date un rato para llorar como si no hubiera un mañana. El llanto es como el túnel de lavado de las emociones: el mundo se ve de otra manera después de haberlo limpiado.

Entiende que los bajones no indican hechos irrefutables. Ni quieren decir que ya no volverás a alguien que te quiera, o que se te ha pasado el arroz, o que esa persona era el amor de tu vida y la has perdido para siempre. Los bajones son simplemente las emociones intentando autorregularse: si los acompañan pensamientos obsesivos que te precipitan más allá del umbral de tus miedos, prueba a alejarte por unos instantes del foco del dolor, que es tu mente. Obsérvala desde fuera como si fuera otra persona la que siente y piensa; busca la zona neutral, desde la que puedas interactuar contigo desde la serenidad y elige qué clase de consejo desearías darte en estos momentos.

Saber enfrentar el cúmulo emocional sin salir huyendo a entretenerse con algo o alguien es exactamente lo contrario de lo que te dirán amigos y familiares. Pero merece la pena ¿por qué? Porque te capacitará para gestionar el dolor y desarrollará tu resiliencia. El dolor es como una oleada y pasa más rápido si uno la permite entrar que si trata de evitarla. Si en algún momento se te hace insoportable y realmente sientes que necesitas hacer cualquier cosa, el deporte es una excelente opción.

No sólo contribuye a mejorar nuestra autoestima (que en esos instantes suele estar hecha cisco). El ejercicio libera endorfinas, nuestros sedantes naturales, que nos procuran una inmediata sensación de calma y bienestar sin padecer más efectos secundarios que unas sanísimas agujetas. Tu cerebro tiene recursos de sobra como para lidiar con los bajones: antes de buscar en el exterior, mira dentro de ti. Quizás te sorprendas de encontrar mucho más de lo que esperabas.

A menos que nos estanquemos en un duelo patológico, con el paso de los días, semanas y meses, los bajones irán espaciándose hasta desaparecer por completo.