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No puede vivir sin ti. Literalmente. Su te quiero no es un te quiero: en realidad es un te necesito. Si te vas, sufre. Si estás, sufre porque te irás. Poco a poco, te absorbe en sus deseos, en sus demandas, en sus exigencias. ¿Tienes una pareja dependiente?

A principios de los 90, irrumpió un acontecimiento histórico en la historia de la España catódica. Un fenómeno que sumía las calles en total silencio a la hora de comer y que congregaba millones delante de los televisores esperando la siguiente entrega de los avatares de Cristina y Luis Alfredo, protagonistas de la primera telenovela venezolana que llegó a nuestras pantallas con un éxito arrollador: Cristal.

De la historia conservo un recuerdo difuso, salvo que el galán, a la par que mantenía una tumultuosa relación con la chica del título, estaba casado con una señora bastante trastornada que se pasaba la historia intentando retener desesperadamente a su marido con todo tipo de estratagemas a la cual más tóxica: desde la súplica hasta el intento de asesinato, pasando por el chantaje emocional, el fingir enfermedades o el engaño con total premeditación y alevosía.

Sobra decir que Marion (así se llamaba el personaje), era la mujer más odiada de toda España. Nadie entendía tanto empeño y tanta maldad para retener a un hombre que obviamente no la quería lo más mínimo. En realidad, Marion era un claro ejemplo, si bien caricaturizado y poco empático, de una dependiente emocional en toda regla. Sus sin ti me muero, Luis Alfredo no eran desmanes de amor, sino la sencilla constatación de un trastorno fundamentando en la carencia afectiva y en una inexistente autoestima.

Las versiones softcore de Marion son personas que ante todo, están sumidas en una sensación de impotencia y nula autonomía emocional que les hace no poder disfrutar plenamente de sus relaciones.

Al inicio de todo, el dependiente lo quiere rápido y lo quiere ya. No se molesta en dar tiempo a conocer a la otra persona; rápidamente la adora, la idealiza, la incluye en su vida sin criterio alguno. Puede que su pareja en un inicio se sienta halagado/a por el fascinante despliegue romántico, aunque le parezca un tanto desproporcionado. Pero también sentirá cierto agobio: como si alguien invisible se colgase con ambos brazos de su cuello sin dejarle respirar, ni levantar la cabeza.

La pareja dependiente no tiene vida propia. A veces te atreves a sugerirle que se busque amigos, actividades o cosas que hacer que no tengan que ver con estar pendiente de ti. Quizás que te diga que sí, mientras todo sigue igual; o quizás se lo tome como una muestra de que no le quieres lo suficiente.

No importa cuánto te esmeres, cuánto tiempo le dediques o cuánto cariño, apoyo y ayuda le brindes. La pareja dependiente nunca estará totalmente satisfecha. Hagas lo que hagas, nunca estarás al nivel de lo que le haría feliz. Más que nada porque lo que le haría feliz sería no ser dependiente y eso está fuera de tu alcance.

La pareja dependiente necesita controlar. Suele tener celos de tus ex parejas, de tus amigos, e incluso de tu familia. Como eres lo único que le llena, criticará o alejará a todo aquello que suponga una amenaza para su suministro emocional. No quiere compartir lo que considera suyo.

La pareja dependiente se confunde habitualmente con una persona que ama con locura. Quitemos la parte del «ama». Sea lo que sea lo que hace, no es amor, pero sin duda, tiene una buena dosis de locura.

El dependiente es ante todo, un niño o una niña. Sus recursos son: el berrinche, el chantaje emocional, el victimismo (mucho victimismo) y la culpabilización del otro por no poder cumplir plenamente sus demandas.

Olvídalo. Nunca podrás hacerlo.

¿Quién suele estar al lado de una pareja de este tipo? Parejas ONG: co-dependientes que arrastran sus propias carencias afectivas y las llenan a base de atender y salvar al otro. Personas que justifican los celos, el control, la anulación de su espacio personal y su falta de libertad individual porque en el fondo, necesitan más al dependiente que el dependiente a ellos.

Para sorpresa de su pareja y su entorno, es el dependiente quien suele finalizar la relación.

¿Qué ocurre? Cuando el otro ya está entregado y anulado, el dependiente descubre que eso tampoco llena sus vacíos. El vínculo que le unía a la persona – la necesidad – desaparece al constatar que ya no es eficiente, no hace efecto. El siguiente paso es buscar a una nueva persona que reavive las sensaciones de enamoramiento, de esforzada conquista; que le den ese chute de plenitud que hace huir por un tiempo a sus fantasmas.

La pareja del dependiente se encuentra solo, desamparado y perplejo…Pero ¡si no podía vivir sin mi!.

Mi pareja es dependiente ¿cómo actuar?

Lo esencial es comprender que estás al lado de alguien que puede quererte muchísimo, pero que no sabe, ni puede amar.

No es tu responsabilidad resolverle la vida, educarle o buscar la felicidad de tu compañero/a, más allá de lo que cualquier persona que le quiera pueda hacer.

Tu papel de padre/madre, protector, héroe o heroína no sólo no es beneficioso para tu pareja: le impide crecer, madurar y hacerse cargo de sus necesidades emocionales. Aun con todas tus buenas intenciones, le estás castrando, no ayudando.

Dejar tu vida, tus actividades, tus pasiones y a tus amistades para que tu amado/a se sienta tranquilo, no sólo no mejorará nada en la relación, te acabará deprimiendo y agotando a ti.

Predica con el ejemplo: animar a tu pareja a hacer cosas está muy bien, pero si tú abandonas las tuyas para complacerle, estás actuando en el sentido contrario que promulgas.

Sé honesto contigo mismo/a. Una persona autonóma, madura y adulta, que se quiere y se respeta, no se deja anular por su pareja. Antes de señalar sus carencias, examina las tuyas.

No esperes que tu pareja cambie: cambia tú. Si no puede seguir tu ritmo y evolucionar, si tienes que ir retrocediendo para que permanezca a tu paso, quizás no es el compañero de camino que necesitas.