amor curación

Un médico sabio dijo: la mejor medicina es el amor y los cuidados. Alguien preguntó: ¿Y si no funciona? El sonrió y dijo: Aumenta la dosis. Hay quienes se lo toman al pie de la letra…que confunden el quiéreme por cúrame ¿Qué es una relación hospital?

Una muleta emocional, un amor de tránsito, una estancia que se sabe temporal y se vive como definitiva. Esto es una relación hospital.

Quizás fuiste tú quien le acogiste en tus amantes brazos para curarle de las heridas provocadas por su ex, su traumático pasado en plan huérfano de Charles Dickens o cualquier otra crisis vital random que requiriese de inmediata asistencia amorosa.

O al contrario: llegaste a su vida como un náufrago llega a las orillas de una tierra inexplorada, dejándote caer sin sentido en espera de que alguien amable tuviera a bien recogerte y salvarte de tus miserias.

La relación hospital suele ser  frecuente después de una de esas rupturas que te dejan con el corazón destrozado y sangrante  al más puro estilo La matanza de Texas. Es una relación sin altibajos, sin vaivenes, sin discusiones, con una persona que te gusta precisamente porque es…todo lo que no te apasiona y por lo tanto, no puede ponerte en riesgo de nuevo.

La relación hospital provee cuidado, amor, ternura, atención, empatía y sobre todo…seguridad y comodidad: es como pasar de una operación a corazón abierto, a la sala de reposo donde todo son amables enfermeras que te curan y médicos atentos que se preocupan por tu estado.

Mientras las heridas se cierran, la relación hospital es perfecta. No exige una fuerte implicación emocional y que la otra persona colme nuestra necesidad de cariño y apoyo moral, ya nos parece suficiente base como para construir un amor que sobre el papel, resulta idóneo; pero que en la realidad se revela carente de vida y energía…como una convalecencia.

Pero…¿cuál es el problema?

Cuando estamos enfermos, el hospital es un lugar agradable y acogedor. Cuando estamos sanos, lo que queremos es salir corriendo a la calle y volver a la vida normal.

Queremos pedir el alta, lanzarnos al ruedo, implicarnos, enamorarnos hasta las trancas y echarle pasión a las cosas. Lo que había sido un periodo de cálido bienestar y protección cuasi maternal – o paternal – se convierte en un dilema. Mientras la mente insiste en quedarse allí, eternamente arropados por esas enfermeras simpáticas, el corazón grita: ¡sácame de aquí! ¡quiero vivir!.

Entonces es cuando empezamos a darnos cuenta de que ese amor que nos curaba, ahora nos oprime. Hemos creado una dependencia hacia la relación hospital y sus beneficios y la hemos convertido en nuestra zona de confort. Nos preguntamos: ¿qué anda mal en nosotros que no podemos ser felices y conformarnos con alguien que nos cuida y nos quiere tan bien?

No es que nada ande mal en nosotros. Si iniciamos una relación para que nos curasen, no podemos esperar ahora amar a quien sólo elegimos porque necesitábamos un médico.

La relación hospital es, por su naturaleza, un amor de transición que nos suaviza el drástico cambio que supone una crisis o un gran cambio en nuestras vidas. Cuando aún carecemos de los recursos para enfrentarnos a la soledad y así, aprender a cuidar de nosotros mismos sin recurrir a otros, la relación hospital supone una solución intermedia que nos pone ante el espejo de la única verdad que tenemos. Que la felicidad es asunto exclusivo de uno mismo o una misma.

Si estás en una relación hospital y ya sientes que ha llegado tu tiempo de dejarla atrás, no te pierdas en inútiles disquisiciones sobre el miedo o sobre la culpa. Se necesita madurez y autoconsciencia para distinguir aquello que se necesita que aquello a lo que se ama.  Sentirnos mal por lo que no podemos ser en un momento determinado, es un desperdicio absurdo de energías que podríamos utilizar por ejemplo, para aceptarnos tal y como somos ahora mismo, con nuestras fallas y nuestras fuerzas.

Eres libre. No perteneces a nadie. No debes tu vida a otra persona. Agradecer no significa aprisionarse. Mereces ser tan feliz como cualquiera. Y toda relación, incluso la relación hospital, es cosa de dos. No cargues tú con el 50% de responsabilidad que no te corresponde.

Las personas podemos herirnos. También podemos curarnos. En esta dicotomía descansa la dinámica de la relación hospital: lo ideal es que todos fuésemos adultos, maduros y autónomos y no necesitáramos pasar por otra debacle amorosa para superar nuestros problemas. Pero el mundo no se basa en los ideales, se basa en las realidades.

En el camino a la autodeterminación, seremos muchas veces débiles, infantiles y dependientes y a veces, utilizaremos a otros para intenta ser lo que, por nosotros mismos, aún no estamos preparados para alcanzar. 

Quizás todos seamos alguna vez hospital o pacientes de alguien, para aprender que la vida está para vivirla, no para sobrevivirla.