BjNEzptCYAAFgvp.jpg large

¿Estás en una etapa de soledad voluntaria? ¿Te aburre tener citas? ¿Estás harto/a de que tus amigos te traten de buscar pareja? ¿Te ha dejado de motivar el amor? ¿te entristece pensar que a lo mejor no volverás a enamorarte? Y lo más importante ¿no sabes si es normal?

Una de las miles de cosas utilísimas para la vida que nadie suele contarnos nunca es que las personas tenemos dos maneras de vivenciar el mundo. Desde la posición de actor y desde la posición de espectador. El actor, como su nombre indica, actúa. Vive su película en primera persona: se expone en el centro del escenario, lluevan las flores o lluevan los tomatazos. El actor expande su energía, comparte, se entrega y se implica hacia el exterior.

En cambio, el espectador, se retira, descansa y observa. Utiliza la información del exterior para entender y asimilar lo que ha experimentado como actor. El espectador aparca por un momento el tránsito ajetreado de la vida y abre espacio para conectar consigo mismo sin las distracciones de fuera.

El actor es una criatura del mundo material y emocional. El espectador se mueve en un terreno espiritual e intelectual.

El equilibro entre estos dos roles es esencial para poder efectuar una evolución emocional que nos ayude a construir la autoestima y en definitiva, a seguir el camino de la realización personal, donde podemos combinar de manera enriquecedora tanto la experiencia, como el conocimiento que deriva de destilarla.

Salir del escenario no es una decisión fácil: alrededor, todo parece oscuro, informe, desconocido. ¿Quién querría adentrarse en aquello que no puede ver? O tienes espíritu de explorador, o la vida te ha arrojado sin piedad al patio de butacas.

Si estás ahora mismo desempeñando el papel de espectador, puede que te plantees si eso es normal o sano. Si tus traumas te han dejado incapacitado/a de por vida, si no deberías hacer caso a tus amigos y quedar con ese chico (o chica) tan simpático para una cita que no te apetece lo más mínimo.

Porque como todos tenemos miedo a la soledad, también la intentamos prevenir en los demás. Si uno no tiene la gripe, quizás no nos contagie a los demás. Nos dicen (nos decimos): ten relaciones, sal con personas, haz cosas, no pares, no pienses. Hasta que llega el día en que la energía se agota: algo en nosotros se rompe. Ya no podemos más.

Los periodos de reflexión son los que nos ayudan a seguir creciendo y sobre todo, a no seguir repitiendo las mismas situaciones que nos generan daño, precisamente porque no dimos el espacio necesario para entenderlas.

No eres un bicho raro. A medida que nos vayamos educando en la inteligencia emocional, comprenderemos que lo más normal del mundo es cultivar el arte de estar a gusto con uno mismo en los periodos en los que esto es deseable y necesario.

Sólo cuando te apetezca, te lo pida el cuerpo y tengas ganas de verdad llegará el momento de abrirte al amor con otras personas.

Si estás en este momento de tu vida: enhorabuena por atreverte a ser libre. Ni tus miedos, ni las expectativas de los demás, tienen que limitarte o condicionarte a hacer algo que no te apetezca hacer.

¿No tienes ganas de salir con nadie? Pues ¡sal contigo!

Cuando llegues al final de lo que debes saber, estarás al principio de lo que debes sentir.  (Jalil Gibran)