De es el amor de mi vida a no te aguanto. De eres la persona perfecta a ¡quiero que cambies!. De somos almas gemelas a no tenemos nada en común. ¿Vives esperando a que tu pareja cambie para que todo esté bien?
Un famoso dicho rezaba: las mujeres se casan pensando en que el hombre algún día cambiará, pero nunca cambia: y los hombres se casan pensando en que la mujer nunca cambiará, y cambia.
Hombres, mujeres, uno de los conflictos más persistentes en la historia de la mayoría de las parejas es el ímpetu imparable de convertir al otro en la maravillosa persona que creemos que podría ser (con nuestra ayuda, claro). Deseamos que madure al mismo ritmo que nosotros, que quiera las mismas cosas que queremos nosotros, que siga el plan de vida que nos gustaría a nosotros o que simplemente…llegue a amarnos como le amamos nosotros.
Relaciones que se viven en futuro, no en presente: tiene miedo al compromiso, pero ya cambiará. No estudia, ni trabaja, pero ya cambiará. No quiere que vivamos juntos, pero ya cambiará. No está listo/a para una relación, pero ya cambiará. Es frío/a y egoísta, pero…ya cambiará.
(Y no cambia).
Todos hemos intentado cambiar o nos han intentado cambiar, siempre en el sagrado nombre de la pareja, ignorando la verdadera razón por la que incumplimos la primera norma no escrita del amor: aceptar al otro tal y como es.
Si reflexionamos sobre aquello que pedimos a nuestra pareja que cambie ¿cuántas de estas cosas son puramente por razones egoístas?
Quiero que cambies para llenar mis expectativas; quiero que cambies para hacerme feliz; para compensarme de lo que me han hecho sufrir; para hacerme sentir seguro; para cumplir mis objetivos vitales.
¿Te imaginas estar en el lado opuesto?
¿Conocer a una persona, que se enamore tal cual eres…con tus neuras, miedos, defectos, manías, virtudes, sueños y manera de sentir…y que al poco tiempo empiece a exigirte que cambies?
Y no sólo esto, sino que además de no convencerle tu peso, tu vida social, tu modo de vestir, tus costumbres, tus propios objetivos existenciales o tu momento vital, se sitúa en el rol de maestro de la sabiduría tratándote como a un alumno recalcitrante que no quiere aprender la lección.
Te sentirías frustrado. Seguramente te preguntarías ¿y por qué esta persona cree que lo hace mejor que yo? O prometerías cambiar. Te encontrarías con la realidad de que no eres capaz de convertirte en alguien que no eres, ni tampoco sentir lo que no sientes para complacer al otro.
Si en los vapores intoxicantes del enamoramiento fuiste de los/las que dijiste ya cambiará, sé realista. Las buenas relaciones precisan de algo más que implosiones hormonales y fantasías románticas para funcionar a un saludable largo plazo.
Sé sincero/a. Si quieres compromiso, entrega, generosidad, empatía, respeto, cariño, entusiasmo o madurez ¿por qué aceptaste a alguien que no tenía ninguna de estas cualidades?
En primera instancia, comprende que quien está atrapado en una relación insatisfactoria con una persona que no le acaba de convencer, eres tú. Y si tú mismo no eres capaz de cambiarte difícilmente puedes pedir a tu pareja que lo haga por ti.
Amamos a personas libres. Esto significa que nuestra pareja nos puede fallar, engañar, que a lo mejor no nos querrá siempre, ni nos salvará de nuestros miedos y estará muy lejos del ser ideal que creimos que era cuando le conocimos.
Quizás deje siempre levantada la tapa del váter. O seguirá saliendo de marcha con sus amistades. Quizás nunca sea capaz de decirle a su madre que no se meta en la relación. O tarde años en madurar. O no sea capaz de darte lo que tú estás dando.
Cuando iniciamos una relación como proyecto estable, tenemos que utilizar un equilibrio entre razón y corazón. No sólo amar es esencial, sino sentir que la persona que tienes al lado es un igual y te impulsa, no alguien a quien tienes que llevar a rastras para que siga el mismo camino que tú. ¿Contratarías a un aspirante informal, impuntual, irresponsable, desganado o sin motivación para un importantísimo puesto de trabajo?
No hay puesto más importante que el tuyo: y después, el de la persona con la cual has decidido compartir una vida.
Si de entrada ya no te convence demasiado, difícilmente ocurrirá que te convenza después.
Tu pareja no es lo que fue. Ni tampoco lo que será. Tu pareja es…lo que es ahora mismo.
Con sus neuras, miedos, defectos, manías, virtudes, sueños y manera de sentir.
Tienes tres opciones: seguir como estás; aprender a amar a tu pareja, y no a su potencial; o bien, dejar la relación, para optar a estar con personas más compatibles contigo.
Si te quedas, recuerda que cualquier cambio tiene que ser un consenso sincero, nunca una imposición, una amenaza o un chantaje emocional. Si la persona cambia bajo presión, rápidamente volverá a su ser en cuanto se sienta de nuevo seguro.
Aprender a no atrapar a la pareja en la red de nuestras necesidades individuales es esencial para poder crecer juntos y amarse sin vendas en los ojos.
Porque el enamoramiento es una criatura onanista: nos enamoramos de aquello que imaginamos. Pero el amor es la consecuencia natural del verdadero conocimiento.
Acaso la más valiosa declaración de amor no sea un te quiero, sino un no cambies nunca.
Para cambiar a la persona hay que amarla. Nuestra influencia sólo llega a donde llega nuestro amor (Johann H. Pestalozzi)
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Creo que te ha faltado por decir que las personas sí pueden cambiar, cuando son ellas mismas quien deciden hacerlo. Existe hoy en día una cierta ideología perniciosa que dice que nadie puede cambiar. Va ligada al determinismo genético y a una visión mecanicista y negativa del ser humano. Sin embargo, la neurociencia apunta a lo contrario: a que el cerebro humano muestra una enorme plasticidad, hasta el punto que a la corteza visual se le pueden asignar funciones auditivas o táctiles, por ejemplo. También hay que tener en cuenta de que en algunas cosas sí le podemos exigir a nuestra pareja que cambie: cuando se trata de conductas abusivas o autodestructivas. Ahí también nos tropezamos con esa visión devaluadora del ser humano, que nos dice que un maltratador no puede cambiar. El no creer en la capacidad del ser humano en redimirse a sí mismo tiene consecuencias muy graves, como el querer encerrar de por vida a quien ha cometido un error.
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Desde luego, cada persona puede cambiar.
Pero también puede no hacerlo.
La cuestión es aceptar y amar a la pareja en el hoy, no en la pareja que quizás cambie mañana.
En cuestiones – más peliagudas -de maltrato físico y psicológico, priorizamos siempre la seguridad y salud de la persona que convive con el maltratador, antes que cualquier otra consideración.
¡Un saludo!
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«Priorizamos siempre la seguridad y la salud de la persona que convive con el maltratador». Hablar en términos tan absolutos es muy fácil y no sirve para nada. Como dicen por aquí, el demonio está en los detalles. Y que conste que lo digo pensando en una caso muy concreto de una familia muy cercana a nosotros. Ella es la mejor amiga de mi mujer, y amiga mía, y su hija es amiga de mi hija y de nosotros dos. Y él la maltrata psicológicamente, pero creo que la solución en este caso no pasa por romper la familia. Se ha impuesto una visión cultural maniquea en la que el maltratador es siempre malo, malísimo, y no cabe esperanza alguna de que cambie. En realidad, las personas son mucho más complejas. Yo tengo esperanza de que él sí que cambie, aunque sólo sea porque me consta que es muy infeliz. Y, por supuesto, ella no puede aceptar la situación actual de maltrato. Va a ser un proceso largo y complicado en el que hay cuatro personas implicadas… Sin contar a mi propia familia, que vive la situación muy de cerca.
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Hola Hermes,
En las relaciones de maltrato, cualquiera que sea, se tiende a creer que el problema es el maltratador, que cuando «cambie» todo irá bien y se arreglarán los problemas, pero esto es falso.
Maltratador y maltratado son dos caras de un mismo problema y estas relaciones no se basan en el amor, se basan en una dinámica enfermiza entre dos personas con patrones afectivos inadecuados, una forma infantil de vincularse y una total carencia de autoestima.
En casos como los que tú cuentas, es muy complicado un cambio, pues ambos cónyuges mantienen una relación de co-dependencia, es decir, para asumir dicho cambio deberían empezar por independizarse emocionalmente y eso es casi imposible si no hay una separación sin contacto.
Durante esta separación los dos pasarían por un síndrome de abstinencia similar al de los adictos a una droga y un tiempo de reestructuración personal.
Ambos deberán enfrentarse a sus demonios: a sus miedos, a sus carencias afectivas y empezar a encontrar sus propios recursos internos para superarlos, como adultos.
El problema de estas situaciones es que la persona maltratada, por su propia dependencia de la persona del maltratdor, se niega a separarse y lo pasea por psiquiatras, terapias de pareja y demás sin ningún resultado.
Tú comentas que se ha decidido no romper la familia y yo te contesto que cuando hay un maltrato entre cónyuges, la familia ya se ha roto, porque se ha faltado a la base esencial del vínculo: amor, cuidado y respeto.
Habiendo además hijos de por medio, la mayor señal de enfermedad emocional es no ser capaz de alejarlos del foco del maltrato poniendo como razón el sagrado nombre de la familia, sin atenerte a las consecuencias traumáticas que pueden sufrir los menores al presenciar un clima de tensión, agresión y maltrato constante en su propio seno familiar.
La mayor ayuda y comprensión que se le puede dar a un ser humano que sufre de un vínculo enfermizo no es enfermarse con él, sino permitir que asuma las consecuencias de sus actos.
Mucha suerte para tu amiga y ojalá que todo mejore.
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Muchas gracias por tu consejo, Cristina. Hablaba hace un momento con mi mujer y llegamos a la conclusión de que quizás el divorcio de esa pareja sea la mejor solución, a fin de cuentas. Lo que no acabo de ver es que ella sea co-dependiente. De hecho, tiene una actitud muy sana en buscar recursos fuera de su matrimonio para ayudarse. Bueno, veremos en qué acaba la cosa.
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Hola Cristina! Te escrito para pedirte un consejo. Mi pareja después de 5 anos, se separo de mi, me estuvo enganando con que se iba a casar conmigo pero al final no lo hizo, segun sus propias palabras se debio a que no veia un ‘futuro’ conmigo, que me dio muchas oportunidades para ‘cambiar’ porque quizas soy muy conservadora con respecto a la familia, los hijos y demas.. su filosofia de vida no correspondia a la mia, lo que es muy respetable, pero porque no lo dijo antes?. He sentido que he perdido toda mi juventud con él.
Mi pregunta Cristina, es como puedo hacer para ‘perdonarlo’, ya ha pasado mas de 1 anos y medio de esto y aun siento que no he podido perdonarlo, y eso me esta de cierta forma carcomiendo el alma, necesito perdonarlo necesito no tener este ‘sentimiento de desprecio’ hacia el.
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Hola colombiana,
La juventud dura mucho más que 5 años, así que estoy segura de aún te queda mucha por delante 🙂
En lo que me contestas, en realidad el perdón no siempre se logra como resultado del proceso de recuperación, sino mucho más adelante, cuando uno vive otras experiencias y situaciones que le hacen ponerse en el lado del otro y comprender que todos podemos obrar con miedo, dependencia, egoísmo o cobardía en momentos determinados y por supuesto, todos nos autoengañamos para no afrontarlo.
Sin empatía, ni compasión, no se llega al perdón.
Comprende, abre tu mente, piensa en las veces en que tú has sido inconsciente e hiciste un daño y sobre todo, haz cosas nuevas, abraza experiencias diferentes, avanza con la vida y deja que esta te muestre las lecciones que te lleven a donde quieras ir.
Abrazos y ánimos
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Hola Cristina,
Yo intenté (sin éxito) cambiar un par de cosas que no me gustaban de mi pareja. No sé si tuve derecho ni a pedírselo, y no sé si entraría en la lista de cosas que no se pueden cambiar de una persona.
En el artículo que escribes hablas de que cuando conocemos a una persona ya la conocemos con sus neuras, miedos, defectos, manías, virtudes, sueños y manera de sentir. Estoy de acuerdo en que estas cosas no se pueden cambiar y no se deben cambiar, porque cada cual es como es.
Pero luego, una vez inmersa en la relación y cuando acabas de conocer a la persona al 100%, te encuentras con cosas que no conocías al principio y que no te pueden gustar. En mi caso fueron dos cosas:
Una de ellas es que esa persona era muy desordenada. Su casa era un caos total. Todas las estancias estaban desordenadas, dejadas, algo sucias. Por ejemplo, no podía ni sentarme cómodamente en el sofá porque siempre había cosas encima (ropa, papeles, juguetes, comida).
Su coche estaba igual de sucio y desordenado, Cuando él me pasaba a recoge y yo me subía al asiento del copiloto, previamente tenia que apartar del asiento papeles, bolsas y objetos varios. Tampoco parecía ser capaz de llevar un hogar él solo. Se estropeaban las cosas y tardaba mucho en arreglarlas o no las arreglaba. Se terminaban cosas (como el papel wc, la leche,…) y no se acordaba de comprar más hasta al cabo de muchos días.
Yo no soy ninguna maniática de la limpieza, pero no podía estar en su casa. Me incomodaba tanto desorden y tanto caos. Además con esta dejadez suya, él siempre acababa perdiendo cosas en su propia casa y luego era incapaz de encontrarlas, iniciándose algún conflicto.
Yo desde el primer día supe que no podría convivir con una persona así y quise cambiarle. Le pedía que fuera más ordenado, que se dedicara más cuidar su hogar, que no dejara las cosas por ahí tiradas. Pensé que con un poco de paciencia podría cambiar los hábitos de esa persona, porque creo que todos podemos aprender a ser más ordenados y limpios.
La segunda cosa que quise cambiar de él era su adicción al tabaco. Cuando le conocí sabía que fumaba y no me importó (he tenido otras parejas fumadoras y nunca hubo ningún problema), pero con el tiempo, al conocernos más y pasar más tiempo juntos, descubrí que tenía una fuerte adicción y que fumaba demasiado. Fumaba tanto que cuando estábamos juntos en mi casa o en la suya, él se pasaba gran parte del tiempo en el balcón (el único sitio donde se podía fumar). O que durante una cena tenía que levantarse de la mesa y salir a fumar constantemente. En trayectos largos con coche, tenía que parar demasiado a menudo también para fumar, en el cine le costaba aguantar 2 horas sin fumar y a menudo salia de la sala para fumar.
A mí este comportamiento tan dependiente del tabaco me acabó cansando y le pedí que dejase de fumar.
Él me dijo que lo dejaría, que sí se daba cuenta que estaba muy enganchado, que sabía que no era bueno para él y todo eso, e hizo algunos intentos de dejarlo (no con mucho interés) con hipnosis, acupuntura y medicación. Nada le funcionó (supongo porque en realidad él no quería dejarlo) y todo esto solo generó más discusiones entre nosotros. Hasta el punto de que llegué a obsesionarme mucho con el tema del tabaco y darle el ultimátum de elegir entre el tabaco o yo (no me siento orgullosa de haber llegado a ese punto).
En fín, que finalmente la relación se rompió (por otras causas sumadas a éstas) y nunca conseguí ninguna de las dos cosas que le pedí. Ni se volvió más ordenado, ni dejó de fumar. Y a menudo me pregunto si yo realmente tenía derecho exigirle esos cambios.
Yo considero que sí, ya que eran cosas que me producían mucho malestar y creo que son cosas que sí se pueden cambiar (no como el carácter y la personalidad, por ejemplo, u otras actitudes que son imposibles de cambiar). Pero me gustaría conocer tu opinión al respecto, porque ya no sé que pensar.
Gracias y un abrazo
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Hola Lu,
Como pareja tenemos derecho a solicitar, negociar, sugerir, aconsejar o proponer cambios a la otra persona, pero desde luego no a exigir, nunca a exigir…
Tanto el desorden extremo como el tabaquismo son hábitos, pero no son hábitos al estilo dejar levantada la taza del váter, sino que pertenecen a un cuadro de conductas compulsivas que son más el síntoma, que el problema en sí mismo. El caos, la suciedad y las adicciones sólo son señales de una mente/emocionalidad igualmente desordenadas. Es posible que si esta persona dejase de fumar, por ejemplo, apareciesen problemas mayores. No lo mismo una persona un poco desordenado y que fume 10 cigarrillos diarios (esto sí entraría dentro de lo que son hábitos más negociables/entendibles), que alguien que consume tres paquetes y ronda el síndrome de Diógenes…
De todos modos el quid siempre está en saber elegir y no tener miedo a decir que no, o a dejar pasar opciones y oportunidades…Muchas veces por necesidad afectiva, por miedo a la soledad, nos subimos en ese carro del autoengaño sabiendo perfectamente que en el fondo, esa persona no es para nosotros.
Abrazos!
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Hola Cristina, gracias por este post tan maravilloso.
Mi historia es la siguiente. Con mi ex pareja, al comienzo de la relación fue realmente increíble, pocas veces me he sentido tan bien con alguien, fue espectacular, sin embargo comencé a sentirme asfixiada al pasar el tiempo, fui viendo otras facetas de su personalidad, por ejemplo, notaba que cualquier critica levantaba pasiones desmesuradas (insultos, palabras hirientes, empujones), terminaba llorando y pidiendo perdón por todo, al contrario el era buenísimo criticandome cosas que el mismo hacia, desorden, que no saque la basura (como que el no podia hacerlo), que la ropa que deje tirada (el hacia lo mismo), era una critica constante, me llegue a sentir que nunca era suficiente, no me sentia valorada, no podia expresar ningun tipo de opinion porque yo era siempre la culpable, me termino prohibiendo hablar sobre ciertos temas (laborales, que ni tenian que ver con el), hasta ya no podia llorar porque me decia que eran lagrimas de cocodrilo, era una persona que tenia que tener el control de la relacion en terminos economicos, de decision…el intercmbio de puntos de vista no existia, tenia demasidos esquemas mentales rigidos, inflexible, me queria constantemente cambiar, demasiado grunon, en cada desacuerdo tenia su guion aprendido y siempre me sacaba en cara mis errores, su frase favorita era nunca vas a cambiar!!!..constantemente me echaba de su casa.
Termine aborrecida y como no!, sobre sus cualidades, ya no las podia ni ver.
Mi pregunta es Cristina…es mi culpa que no pude aceptar a este chico como era? me era muy dificil amar a alguien así….el era asi, porque yo le sacaba esas cosas? o en otra relación hubiese sido alguien como fue conmigo al principio?, porque tuvo una relacion longeva con otras personas y yo no pude hacer match con el?…
ahora mismo somos amigos, pero yo creo que no puedo ni siquiera ser eso, por ejemplo le digo algo que le suena mal y ya comienza el despotricamiento…una cosa es ser pareja y bancarse muchas cosas pero yo no tengo necesidad de que me sigan tratando mal…es decir la dinamica quedo, los anos que fuimos amigos donde habia respeto y tolerancia quedaron en el olvido…el cruzo una linea y desde entonces es imposible volver a tratarse bien. Deberia terminar esta seudo amistad?
Gracias Cristina, necesitaba sacar esto de mi…
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Hola Rayito,
Tú misma afirmas que no tienes necesidad de que te sigan tratando mal, entonces ¿para qué mantener a esta persona en tu vida? Las amistades son algo que uno elige por lo que le aportan, por afinidad, feeling, bienestar, etcétera…no para que te maltraten.
Abrazos
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Hola Cristina.
Pedir que vaya a terapia para solucionar sus «demonios» mientras yo seguía en la mía para trabajar los propios, ¿es exigir?
Él se negó («porque no se sentía listo»), por lo que decidí terminar la relación pero me siento muy mal…
Pienso en que quizás debí ser más «paciente» o «no exigir».
¿Cual es el límite entre pedir algo que siento completamente necesario para superar una crisis y el «aceptarlo como es»?
La relación no daba para más. Eran puras discusiones y por eso él me terminó.
Pero ante sus dudas sobre si seguir juntos y «trabajar» ambos en la relación, creí que era lo mejor decirle que entonces respete su decisión de terminar y no me busque más.
Así que estoy en contacto cero… pero está peor de lo que pensé.
Y él se está manteniendo alejado. Me da mucha angustia pensar que simplemente pensó que lo estaba presionando para «cambiarlo» (como solía decir que hago) y por eso no regrese…
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Hola Samantha,
En pareja, por supuesto siempre es lícito solicitar, acordar, proponer, negociar…
Exigir, no. Simplemente no tiene sentido. Si has de exigir, ya está perdido.
Abrazos
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Gracias, Cristina.
Le pedí que fuera a terapia como yo (porque quería que tengamos una relación sana), no quiso («no estoy listo», «estoy muy ocupado»), terminé.
No sé si eso sea exigir pero fue una especie de ultimátum de mi parte («o trabajamos en esto o me dejas de escribir»).
Ahora solo es su decisión.
No iré corriendo detrás de alguien que sabe donde estoy (como leí en otro artículo).
Eres una capa 🙂
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Hola Samantha,
No creo que fuera una exigencia. Simplemente lo hablaste con él y él no quiso.
Es perfectamente comprensible que en estas situaciones ya no sepas qué hacer y acabes con un ultimátum. Pero es cierto que cuando haces un ultimátum, significa que en realidad no hay nada que hacer (de hecho hasta podías ahorrártelo ,porque nunca funcionan).
Abrazos!
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