funambulista

Después de sangre, sudor y lágrimas, de haber aguantado el tirón del contacto cero, de haberte medio resignado a seguir adelante sin mirar atrás…tu ex reaparece de nuevo y parece dispuesto a volver a intentarlo. ¿Y ahora qué?

En la película Olvídate de mí, el protagonista acaba de salir de una tormentosa ruptura y acude a unos científicos para que le borren todos los recuerdos asociados con su ex. Pero la máquina de olvidar funciona de una manera peculiar: borra la memoria desde el presente hacia el pasado. Primero se van los recuerdos de los últimos tiempos de la relación -las discusiones constantes, las mentiras, las traiciones, las decepciones- y al olvidarlos, van quedando los primeros buenos recuerdos: el enamoramiento, la complicidad, el cariño y la pasión.

Cuando se rompe una relación, seguimos enganchados y vuelve la ex pareja a proponer un revival, nos sentimos exactamente como el protagonista de la película. La reacción inmediata es borrar de un plumazo los últimos malos tiempos. Porque nadie está enamorado de los malos tiempos. Todos queremos resetearnos y volver a ser quienes éramos (esas personas enamoradas y felices) del inicio.

El cerebro es engañoso, pero las emociones no lo son: una vez pasada la euforia de ver cómo el otro regresa, viene el miedo, la desconfianza, el eco del sufrimiento pasado y con ellos…la duda. ¿Y si vuelve a hacerme lo mismo? ¿Y si vuelvo a sufrir?

Es un hecho: la gran mayoría de los regresos, resultan ser un fracaso. Pero como nosotros necesitamos ese retorno como el ciego necesita un bastón, nos agarramos a esa historia de aquella amiga de un amigo que volvió con su novio y fueron muy felices.

Nada es imposible y los milagros existen, pero existen una serie de alarmas que indican un fallo en Matrix y éstas son:

– La persona dejada persiguió, insistió y luchó para conseguir que el otro regresase. El resultado: una pareja desganada, sin poner de su parte para solucionar los problemas y a remolque de su compañero/a, que además acarrea el malestar y la desconfianza consiguientes a que el otro no haya puesto nada de su parte para retomar la relación.

– El regreso se produjo poco después de la ruptura y vino acompañado de llorosas promesas de cambios, flores, cartas y demás parafernalia poco significativa. Difícilmente puede haber cambios profundos en los miembros de la pareja en unos pocos días y los problemas que hubieran acabado con la relación, reaparecerán casi de inmediato.

– Quien decidió la ruptura y ahora vuelve, está distante, sigue teniendo dudas y dando largas. Habitualmente se pone como excusa depresiones, problemas emocionales, agobios, estrés y crisis existenciales de índole difusa y complicadísima solución. Indicativo de alguien que ya no ama, pero no desea estar solo/a y pretende que el otro le dé carta blanca (en nombre de sus insolubles problemas) para todo tipo de comportamiento que no corresponde a una pareja comprometida con la relación.

– El dejador/dejadora vuelven con promesas excesivas y poco creíbles: cuando una persona actúa de esta manera, normalmente es porque está pasando por un bajón, porque se siente desesperado o porque no soporta estar solo y ninguna de esas tres razones son una buena base para reconstruir una relación. La persona que medita las cosas, las madura y las reflexiona, puede regresar, pero lo hará desde una actitud diferente.

En este último caso, es muy recomendable indicarle a la persona que cuando tenga las cosas realmente claras, que regrese. Tu dolor y Tu sufrimiento no son una broma, así que una vuelta a arriesgarse nunca debe ser un experimento.

¿Puede funcionar una segunda oportunidad?

Si dos personas deciden recomponer una relación que naufragó, ambos deben hacerlo con un auténtico compromiso de las dos partes. Si uno tiene ganas y el otro no, si uno está dedicado a crear y el otro a destruir, si uno quiere y el otro duda, ese regreso está basado en una dependencia, no en un amor sano y sincero. Y reconstruir sobre la dependencia es como tratar de levantar una casa sobre arenas movedizas: se tambaleará, se intentará apuntalar una y otra vez, se romperá una puerta, luego una ventana, luego un muro, se quedará a medias y finalmente, se acabará hundiendo.

Para rehacer una relación rota, hay que soldar las piezas; la razón del poco éxito de las segundas oportunidades es que la mayoría de la gente se limita a pegarlas con Superglue mientras rezan para que la cosa aguante.

Si te han dejado y estás en la tesitura de volver o no volver a intentarlo, da espacio a tu ex pareja para que se gane tu confianza con hechos, no con palabras (o flores).

Salvo que existiesen causas de fuerza mayor, la persona que está haciendo el favor de dar una nueva oportunidad, eres tú. Recuerda que fue tu pareja quien dejó la relación, en lugar de quedarse a hablar y solucionar los problemas que hubiere. Al hacerlo así, es quien debe demostrar su grado de compromiso y entusiasmo. Si no es así, es mejor que se quede donde está.