Si dudas constantemente del afecto de tu pareja, seguramente sea por una de estas dos razones: o una inseguridad excesiva, que necesita reafirmarse cada dos por tres con demostraciones del otro; o bien porque hay detalles y actitudes que no te acaban de cuadrar. ¿Cómo saber si nos quieren?

En el amor, tenemos que aprender a congraciarnos con el hecho de que la otra persona alberga en sí misma un territorio desconocido que estará siempre fuera de nuestra jurisdicción y cuya existencia asumimos con el aval de la confianza. Es decir: no hay ninguna manera de saber a ciencia cierta lo que siente nuestra pareja, pero en el acuerdo no tácito de la relación, se entiende (a priori) que estamos con él o ella no sólo porque le queremos, sino porque creemos que nos corresponde de alguna manera.

A nivel consciente, no deseamos estar con parejas que no nos quieran. Incluso aunque permanezcamos al lado de alguien que no muestra afecto, empatía, interés o que nos maltrata, nos las arreglamos para crear todo un mundo de autojustificaciones en el que creemos con toda honestidad que existe el sentimiento, pero está sepultado bajo una broza de traumas y miedos que curaremos heroicamente con nuestro amor.

En líneas generales, en una relación de pareja en la que uno ama, pero no se siente amado, ocurre lo siguiente:

– Te sientes insuficiente: crees que debes hacer méritos, sacrificarte, brindar favores y compensar constantemente a la otra persona por haberte elegido.

– Tu pareja puede ser cariñosa y atenta cuando estáis juntos, pero cuando estáis separados, se enfría. El amor no aparece tan sólo cuando hay intimidad física. También se hace presente en la ausencia.

– Te ves de forma constante en la situación de tener que solicitar más amor, más atención o más interés de tu pareja.

– Tu pareja parece tener más tiempo y ganas para otros ámbitos de su vida que para ti. Te sientes como una opción siempre, no como una prioridad.

– Tienes la sensación de que podrían sustituirte por alguien mejor en cualquier momento.

– Tus problemas o necesidades, pasan a un segundo plano. Sientes que tú eres quien cede y se amolda y que si no fuese por tu esfuerzo, la relación no existiría.

– Sensación de miedo constante: vas pisando huevos para no cometer fallos, lo que te lleva a callar todo aquello que te molesta y acumular una bola creciente de rencor, insatisfacción y sentimientos de agravio.

– Vives esperando que llegue el maravilloso día futuro en que tu pareja «cambie» y seais por fin felices. Lo que suele ocurrir realmente es que la persona que está por el interés, acaba enamorándose de alguna otra persona que sí le llena y le atrae de verdad.

Para muchas personas enredadas en relaciones insatisfactorias donde el amor se dispensa con tacañería, el único consuelo que resta es el viejo adagio nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde. Hay multitud de historias, que todos conocemos, en las que un miembro de la pareja aguanta toda una vida de infidelidades, sinsabores o faltas de cariño y cuando fallece, el cónyuge se inunda de amor y se torna viudo/viuda desconsoladísimo. Me permito poner en duda la naturaleza de esos brotes de amor postmortem: francamente, más que romántico, me parece algo deprimente.

Por lo que a mí respecta, elijo no estar con una persona que sólo vaya a quererme cuando yo me haya marchado. Quiero a alguien que me quiera ahora, que estoy aquí para disfrutarlo.

¿Estás en una relación en la que lo das todo y te sientes poco querido, insatisfecho, vacío y solo? No dejes pasar el tiempo, habla con tu pareja, expresa claramente lo que tú quieres y esperas de él o ella y si no es posible la correspondencia, o hay promesas que acaban desteñidas por los hechos, hazte esta pregunta: ¿qué quiero en una relación? Si no coincide con lo que estás obteniendo, quizás es buen momento para tomar tiempo, distancia y reflexionarlo.