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¿Qué es el amor maduro? ¿Por qué asociamos amor con sufrimiento? ¿Estamos realmente preparados para ser felices en una relación?

Una gran parte de nosotros hemos sido, o somos, yonkis del enamoramiento. Nos enganchamos a relaciones tortuosas, que nos proporcionan una de cal y otra de arena, en las que todo parece un reto, o muy difícil, o directamente inalcanzable. A su vez, otros yonkis se enganchan a nosotros y nos convierten en su reto. Nos acostumbramos a chapalear en el pozo de la baja autoestima como si fuera el material natural del que está hecho el mundo. Es como una gigantesca cadena de energías que se absorben las unas a las otras, hasta que tocamos fondo y decidimos que se acabó: ya no podemos más.

Heridos, quemados, asustados, decidimos estar solos. O encontramos a alguien que nos quiere, nos trata bien. Todo fluye, no hay virulentas montañas rusas emocionales, no hay sufrimiento. Somos queridos tal y como somos, neuras incluidas. Al principio nos recostamos en este amor benefactor, como en una pradera verde bañada por la luz del sol.
No hay conflictos.
No hay luchas.
Es…aburrido.

Bienvenidos al síndrome de la borrachera seca (amorosa).

¿Qué significa esto? El síndrome de la borrachera seca es un término de uso común en el campo del alcoholismo y que define las recaídas emocionales que padece un alcohólico una vez ha dejado de beber. Al alcoholismo no se llega por casualidad, al igual que tampoco se llega por casualidad a una relación tóxica: hay un perfil de baja autoestima, narcisismo, infantilismo e intolerancia a la frustración tras la personalidad adictiva. Tanto en el caso del alcoholismo como en el caso de las parejas tóxicas, el problema no se resuelve mágicamente una vez dejada la sustancia o la relación. Se puede observar que personas con un historial afectivo de maltratos, suelen repetir patrones similares, recayendo en relaciones similares a las anteriores, precisamente porque son personas que consideran que el problema siempre está en los demás.

Hay que hacerse cargo de todo aquello que condujo en primera instancia a la adicción.

Importante: que no cunda el pánico o el pesimismo. No estamos enfermos, tarados o condenados a no poder amar sanamente en nuestra vida. Ni tenemos las neuronas defectuosas ni estamos incapacitados para ello.

Lo primero, vamos a recalcar un tema muy presente en esta página: el amor no es como en las películas. El amor nace, pero lo más importante: se hace. No sólo trata de sentir atracción, deseo y enamoramiento hacia una persona: se trata de elegir a la persona, ser elegido por ella y que ambos estéis determinados a ser felices juntos, conociendo que pueden aparecer miedos e inseguridades igualmente.

Quien inicie un compromiso de este tipo, quien esté determinado verdaderamente a aprender a amar, ha de aceptar primero quién es en su totalidad. No pretender ser perfecto para la otra persona, sino en iluminar las zonas oscuras cuando aparezcan, hacerlas conscientes, observarlas y compenderlas. Si soy un amorólico anónimo en fase de desenganche, seguramente vendrán a mí mil dudas en cuanto no obtenga el efecto adictivo que ya conozco de otras relaciones. No estoy enamorado/a, ¿y si mi única forma de amar es sufriendo?…y otros pensamientos igualmente vigorizantes.

Las buenas noticias es que está en nuestra mano superar esta etapa de borrachera seca, tanto en solitario, como con una pareja.

Si estás en este punto, hoy levántate y toma una decisión clara y firme: decide ser feliz.

 

El sufrimiento es una actitud pasiva. Uno no sufre por lo que cambia, sufre por lo que no puede cambiar.

 

La felicidad es una actitud activa. Uno no espera a ser feliz: se compromete a ello y se pone manos a la obra.

 

¿Ya has decidido ser feliz? Examina conscientemente todo aquello que está en ti y en tu vida que te genera malestar. Por ejemplo, el pensamiento de que no mereces ser feliz, no mereces ser amado, o no conseguirás estar bien con nadie. No tienes que evitar estos pensamientos. Como decía Jung, lo que se resiste, persiste. En cambio, no te los tomes demasiado en serio. Ya pasarán. No son la verdad absoluta. No se basan en ningún fundamento real. Ríete de ellos, juega con ellos, dales la vuelta…pero no te los creas demasiado. Tómatelos como si te los dijese tu tía abuela anciana la del pueblo, que está un poco senil ya, la pobre.

 

Con tu pareja, practica la concentración. Es difícil disfrutar de una relación si cada vez que estáis juntos estás mirando el móvil constantemente, o pones la televisión, o te levantas mil veces para hacer no se qué cosas. Empieza a concederte ratos con la otra persona en los que por un momento, te olvides de pasado y futuro, para encajarte en el presente. Mírale a los ojos, habla, escucha, conecta, conócele en profundidad. Si estás con una persona dedicada y amorosa, aprovecha para aprender de tu pareja. Observa los pequeños detalles, la empatía, el cuidado y el cariño: ahora, prueba a hacer lo mismo. Si no sabes hacer una cosa, estúdiala…y practica.

 

No descuides tu vida: una relación de pareja puede proporcionar un bienestar temporal al inicio, pero si ya acarreamos otros problemas de base, aparecerán de nuevo, sea cual sea la persona que tengamos al lado. El trabajo de autoestima, de amor propio y de motivación personal, no es como una dieta para adelgazar: es un cambio integral en la forma de alimentarse.

 

Amar no significa empequeñecerse, volverse afectivamente tacaño, ni centrarse en una sola cosa o persona a la que tenemos que tratar bien porque la necesitamos. Abre los ojos a tu vida para descubrir en qué otros aspectos puedes ser más generoso con los demás. Hazte esta pregunta ¿cómo me siento cuando doy algo a otra persona de la que no espero nada? Conecta con ese tipo de desprendimiento. Comprenderás que el acto de dar en sí mismo también nos llena.

 

Puede que no llegues a amar a esta persona: o a lo mejor esta persona al final se marcha igualmente. Pero haz del amor tu ejercicio personal ante la vida y como mínimo, habrás iluminado tu rincón del mundo. Otros podrán aprender de ti.

 

En último lugar, date el permiso de equivocarte, de no estar aún preparado y de tener recaídas y momentos bajos en los que aflorará la incertidumbre y la idealización de amores del pasado. Lo importante no es evitar todo esto, sino estar preparado para cuando ocurra y ser consciente de que son estados temporales que no perdurarán en nosotros para siempre.

 

Una antigua cliente que tuve hace años y que derivó en una amistad, tenía un pasado cuajado de relaciones afectivas sumamente complicadas que habían acabado por afectar a su trabajo, a sus vínculos familiares e incluso a su salud. Se reconocía enganchada a estas dinámicas amorosas y deseaba empezar a cambiarlas.

 

 Siempre recuerdo que esta persona, cuando hablábamos de las relaciones tranquilas, me decía: ¿Relaciones normales ¡qué aburrimiento!. Años después, nos encontramos de nuevo: ella estaba en esos momentos soltera y sin prisa por dejar de estarlo. Hablamos de su actual etapa, de sus proyectos y finalmente, de aquellos antiguos amores. Curiosamente, lo que escuché esta vez fue: «¿Relaciones tormentosas? ¡Qué aburrimiento!».