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Si la música, como dicen, es alimento de amor, tocad, siempre, tocad hasta saciarme, decía Shakespeare. Dicen que el amor se demuestra con hechos y no con palabras…Pero, ¿qué ocurre cuando estamos en relaciones en las que falla el feedback verbal?

Pareciese que abundan las volátiles palabras de amor en un mundo de relaciones cargadas de promesas, de humos, de píldoras doradas, de declaraciones prematuras -o incluso póstumas- y de avales afectivos con la validez de un puñado de viento. Estamos sedientos de seguridad, de contratos y de puestos fijos amorosos que nos protejan del caos de la pérdida y este miedo que subyace debajo de todas esas construcciones ficticias es el que muchas veces nos conduce a fiar a las palabras lo que es patrimonio absoluto de la incertidumbre: el amor.

Ni tanto, ni tan calvo. Puede que estés al lado de alguien que te demuestre con sus actos que efectivamente te ama. La relación es buena, estás bien, te sientes querido y todo fluye como debería, pero…no hay palabras. Al igual que una relación de palabras sin hechos está coja, lo mismo sucede con una relación de hechos sin palabras. Falta algo.

Y a veces te encuentras a ti mismo, que se te agolpa el verbo amoroso a pecho abierto, teniendo que calibrar cómo, cuándo y en qué cantidad administrar tus sentimientos para no asustar o agobiar al otro, llenándote de barreras absurdas, y en definitiva, reprimiendo tus emociones y en última instancia, considerando que la manera de actuar de tu pareja es más válida y más respetable que la tuya y por tanto, has de ser tú quien trague. No hace falta decir hacia qué suelen derivar estas frustraciones.

Ok, en la teoría, deberíamos decir te quiero sin esperar una respuesta, por el mero placer de expresar un sentimiento, un deseo innato e irreprimible de darle una preciosa parte de nosotros a la persona a la que se lo decimos. Y sí, vale, aceptamos barco.

Sin embargo, en la práctica, lo que esperamos a modo reflejo es otro te quiero de vuelta, quizás no en ese momento, quizás no siempre que lo digamos, pero sí alguna vez. Y no tiene que ser siquiera un te quiero: también un mi amor, cariño, me siento afortunado/a de tenerte a mi lado, no concibo una vida sin ti y cualquiera de las otras miles de variantes que pueden dar de sí estas dos palabras.

¿Es posible amar a una persona y no sentir la necesidad de decírselo? Conocí a un hombre que afirmaba haber querido mucho a sus parejas y jamás haber pronunciado un te quiero. Varios amigos y conocidos míos hablan de parejas muy demostrativas de facto, pero totalmente incapaces de expresar su afecto verbalmente. ¿Causas? Bloqueos, falta de hábito, miedos...los motivos pueden ser diversos. No entraremos hoy en ellos.

A menos que en tu pareja ambos seáis poco expresivos al respecto y estéis perfectamente satisfechos con ello, en cuyo caso no estarías leyendo este artículo, la pregunta que os estará rondando será: «¿Puede cambiar mi pareja en este aspecto?».

En realidad, lo que necesitaríamos determinar en primer lugar es si la expresión emocional es negociable: por cambiar, todo el mundo puede cambiar, adaptarse y amoldarse dentro de unos límites razonables y es esencial saber trazar la línea entre el respeto a la forma de ser de la pareja y el respeto a uno mismo, que no es menos importante.

Tú puedes comprender que tu pareja sea más retraído, que le cueste más expresarse y que en cambio, prefiera otras demostraciones. Pero al igual que tú eres tan comprensivo, tu compañero igualmente puede empatizar con el hecho de que tú, además del vídeo, necesites el audio. De modo que no tengas miedo en hablar tranquilamente con tu pareja para indicarle que te haría muy feliz  un poquito más de expresividad.

No se trata de pasar de un gran cambio en la personalidad, ni de hacerle pasar del total mutismo amoroso a la pastelada compulsiva. Simplemente se trata de ponerse en perspectiva: lo que quieres y estás pidiendo, unas palabras cariñosas de alguien que te ama, no es descabellado, ni inalcanzable, ni desorbitado. No olvidemos que una pareja es un diálogo, no dos monólogos y ambos tienen derecho a decir lo que piensan, sienten o necesitan y si hay desacuerdo, poder buscar una solución satisfactoria para ambos.

La expresión emocional se puede aprender poco a poco y no resulta ninguna ímproba hazaña por parte de tu pareja. Se trata de pequeños cambios en el día a día que una persona con algo de empatía puede perfectamente afrontar sin grandes esfuerzos.

A veces no nos damos cuenta lo fácil que es brindar felicidad a la otra persona con un poquito que pongamos de nuestra parte. ¿Qué pasa cuando ambos están enfocados en dar, y no sólo en recibir? Que tenemos una relación generosa, creativa y satisfactoria, que nos saca de la zona de confort y nos motiva a salir de nuestros hábitos cerrados y a abrirnos a cosas nuevas.

Si alguna vez enseñaste o aprendiste de alguien a decir un te quiero auténtico, no encontrarás muchas otras enseñanzas más útiles y hermosas.

Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino (Gandhi)