estancamiento

¿Se pueda querer a una persona, tener una relación agradable y aún así, sentirse deprimido, frustrado, desmotivado y aburrido? Definitivamente: sí.

El amor no todo lo puede. En algún momento de nuestra vida, nos topamos con esta inquebrantable realidad. Toda relación (o casi toda) empieza con promesas, ilusiones, proyectos. Dos personas que quieren expandirse. Pero a veces, ocurre: la expansión choca con nuestras propias limitaciones.

La pareja estancada, desde fuera, parecen la pareja perfecta. Aparentemente se quieren, se tratan bien, son amigos, amantes, cómplices y compañeros. Por eso, cuando uno de sus miembros te dice que no es feliz, que no sabe si quiere seguir adelante, o que le gustaría conocer a otras personas, nuestro abuelo de 80 años interior sale a la palestra diciendo cosas como:  ¡para qué te complicas la vida! Si tienes un buen hombre/buena mujer que te quiere y te trata bien. ¡No vas a encontrar nada mejor!

(Las cosas como son: a veces deberíamos ser un poquito más empáticos e intentar no contestar con nuestros miedos a quien ya bastante tiene con los suyos)

Dos personas que quieren estar juntas yendo en direcciones opuestas. Dolorosa paradoja que acaba implantando la semilla de la insatisfacción en el territorio de la rutina. La primera señal es la frustración: pequeñas cosas que parecen no tener importancia, cobran un relieve desproporcionado y surgen las pequeñas discusiones. De repente, uno de ambos se obsesiona con tener un hijo, con casarse, con establecer algún tipo de compromiso que le defienda contra el pánico de una pérdida inminente que empieza a intuirse. Y otro se esconde en mil distracciones o en confusos plazos, en ya lo hablaremos, o quizás el año que viene, o hay que pensárselo.

Y hay quienes tienen ese hijo, o se casan, para encontrarse que siguen sintiéndose igualmente estancados. Y además, atrapados.

El problema de la pareja estancada es que se ha olvidado de que para evolucionar primero hay que crecer.

Son como niños que tratan de hacerse creer que son adultos poniéndose una ropa que no es de su talla.

En España, estamos viviendo desde hace años una situación de crisis económica, que se inició de forma colateral a la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos y que a día de hoy sigue coleando, agravada por la que está siendo ya algo más que una crisis: un replanteamiento total del sistema social, político y económico, sumado al desarrollo de tecnologías que están reemplazando puestos de trabajo que ya no van a recuperarse.

La respuesta de los españoles ante este cambio que se avecina, ha seguido tres caminos diferentes. Hay personas que han considerado estos cambios un acicate para pelear por encontrar sus propios recursos para vivir sin depender exclusivamente de un sistema que ya no es fiable, ni seguro: otras personas siguen luchando por aferrarse a lo único que han conocido y no se plantean que hay otras alternativas; y también existen personas que no se deciden ni por lo nuevo, ni por lo antiguo, bloqueándose en un estado existencial que hemos dado en llamar popularmente, el «nini» («ni estudia, ni trabaja»).

La pareja estancada es la que mira hacia atrás, refugiándose en estructuras cómodas y tranquilizadoras que ya no funcionan. Unos «ninis» del amor, que ni avanzan, ni se separan y llegan a un punto crítico en el que acaban diluyéndose en una sucesión de monotonías a la espera de que llegue el ansiado trabajo, o la ansiada beca, o el ansiado viaje, o si nos vamos a lo más común, la ansiada tercera persona que les haga despertar de ese eterno letargo.

Muchas personas que rompen con su relación estancada, sorprenden a propios y extraños al embarcarse en una nueva relación en la que sí se establecen compromisos, evoluciones y cambios. Esto no ocurre porque la nueva pareja sea mejor que la anterior, o porque antes no amasen y ahora así. Ocurre porque las personas necesitamos inevitablemente un cambio y si nos hemos refugiado durante años en una relación en estado semicatatónico, lo primero que querremos en cuanto salgamos es hacer todo lo que no hicimos precisamente por estar atrapados en esa comodísima y estéril inercia.

No siempre una pareja estancada se queda estancada y acaba por romperse. Pero toda pareja en la que se prolonga esta situación, acaban llegando a la crisis. Lo cual no es necesariamente negativo: al contrario, es una muy buena oportunidad para dar por terminada la  etapa anterior y en lugar de empeñarse en resucitar lo que había antes, plantear el paso a una etapa nueva. Si ambas personas desean seguir adelante, deberían sentarse, hablar sin reproches, ser muy sinceros el uno con el otro y determinar si hay motivación para poner a mover esa atrofiada relación.

Un punto importante: nuestras dinámicas en pareja reflejan también nuestras dinámicas internas. Si tú mismo estás estancado y no implementas cambios en tu vida, tampoco puedes pretender implantarlos en tu relación de pareja. La coherencia empieza por uno mismo.

Puede que en este proceso descubráis que lo que hay por debajo de el estancamiento, es que es precisamente vuestra relación lo que os impide haceros cargo de vuestra propia vida. Que se ha vuelto un refugio acogedor para no tener que responsabilizaros de vosotros mismos. Muchas personas viven con su pareja repitiendo exactamente el mismo tipo de existencia light, adormecedora y poco responsable que tenían en la casa de su niñez, mientras su compañero o compañera siguen, sin darse cuenta, colaborando a esa inmadurez de la que se quejan, ejerciciendo el papel de made o padre que castiga, reprocha, exige…pero consiente.

No es imprescindible abandonar la pareja para crecer (aunque a veces, no haya más remedio), pero si queréis crecer sin abandonar la pareja, dejad de evadiros en el World of Warcraft, o en el League of Legends, en los porros, en el porno, en las borracheras del fin de semana, en curros que os hacen infelices, en oportunidades de curros que nunca llegan pero sirven bien como excusa para seguir sin hacer nada; dejad de mirad horas y horas de televisión, dejad los teléfonos móviles, dejad las compras compulsivas de porquerías baratas. Dejad todo esto, al menos por un rato, cogeros de la mano, miraros a los ojos y prometeros que a partir del día de hoy, vais a hacer todo lo posible para volver a estar vivos.

«Bill, yo te quiero. ¿Y sabes? Hay algo muy importante que debemos hacer lo antes posible.

– ¿Y qué es?

– Follar»

(Eyes Wide Shut, Stanley Kubrick)