wwwwp

 

Habéis intercambiado fotos, profundas confidencias, tecleos intempestivos a las 2 de la madrugada y lluvias de emoticonos de todos los colores. Entonces ¿por qué no quedáis nunca? 

Antes de demonizar al medio, observar que los eternos amigos de whatsapp no son una especie novedosa: son la digievolución de los amigos eternos de e-mail y los amigos eternos del messenger. Aunque se pueden pescar en la vida ‘real’, el mayor contingente de eternos amigos cibernéticos proviene, actualmente, de páginas de contactos, chats y otros reductos de personas que buscan no se sabe qué cosa, con no se sabe qué persona, para no se sabe muy bien qué.

Los eternos amigos de whatsapp suelen empezar a muy alta intensidad marcadora y emoticonera. 2 semanas en modo 24/7 y unas cuantas dioptrías después, tenemos a un colega del alma que ya se sabe todos nuestros traumas de la infancia, las perrerías de nuestros ex novios y ex novias y si nos ha dado por lo erótico-festivo, hasta la marca de nuestra ropa interior o la medida de nuestro poderío genital.

Hasta aquí, ningún problema. Dos personas se encuentran, dos personas conectan, dos personas están la mar de entretenidas dándole a la tecla y la mayor preocupación que pueda existir en esos momentos se reduce básicamente a quedarse sin batería en medio de alguna conversación especialmente intensa.

Con el tiempo, lo más habitual es que esa intensidad se diluya un poco, cada whatsappeador vuelve a su normalidad y la amistad se mantiene o se va volviendo distante con el tiempo (y aquí no ha pasado nada).

Pero ¿qué ocurre cuando este mensajeo constante se convierte en el único estímulo existencial de una o de ambas personas? ¿Cuando no recibir un buenos días, o unas buenas noches desata la ansiedad, el pavor o las dudas? ¿Cuando se empiezan a colar los te quieros, me muero de ganas de estar contigo, besarte, follarte…

…y sin embargo, por razones misteriosas, nunca pueden quedar?

Si estamos en este punto, detengámonos un momento aquí.

Tu idea: he conocido a una persona, tenemos una conexión increíble, hablamos todo el día, me estoy empezando a enganchar.

La realidad: tienes una relación fantasma con un desconocido creada a base tan sólo de palabras en un servicio de mensajeria instantánea.

De palabras ya ha tenido un buen rato y las meras conversaciones ya no producen el chute de los inicios. Es hora de pasar a los hechos.

Me pone excusas. Me dice que necesita tiempo. Me cuenta que antes de querer conocer a alguien, prefiere hablar por el whatsapp.

Uno de los consejos más frecuentes que doy a la personas que se encuentran iniciando amistades virtuales con vistas a algo más, es que no se hagan grandes expectativas hasta que conozcan en carne y hueso a quien tienen al otro lado de la pantalla. ¿Por qué digo esto? Porque tendemos a adjudicar a las conversaciones de whatsapp una mayor intimidad e implicación de la que realmente tienen. La comunicación instantánea tiene un punto adictivo: es un estímulo instantáneo que satisface rápidamente una necesidad, razón por la cual existe un verdadero síndrome de abstinencia cuando la mensajería baja de frecuencia o desaparece, obligando a reencontrarnos con un vacío previo que antes sólo picaba y ahora, duele.

Cuando la otra persona no quiere materializarse, puede ser por muchas razones. Hay gente que tiene problemas de depresión, fobia social, etcétera…que sin embargo matan su soledad con este tipo de relaciones virtuales.  Hay gente que tiene pareja y busca tan sólo una fantasía amorosa sin riesgos con la que escapar de sus rutinas o de sus insatisfacciones vitales. Hay gente que no quiere pareja, o no le interesas como pareja, pero se engancha a la atención que le dispensas y al hecho de tener a alguien siempre ahí. Yo conocí tres casos diferentes en mi propia experiencia: un chico que acababa de dejarlo con su novia de toda la vida y sólo quería alguien con quien charlar, valiéndose de todo tipo de zalemas, estrategias y excusas de lo más variopinto para no quedar; un hombre casado; y alguien que literalmente, era adicto al whatsapp.

Los motivos son diversos, pero ninguno de ellos es tu problema o puede ser solucionado por ti.

¿Qué hacer con una relación de este tipo si lo que queremos es avanzar e ir a más? En primer lugar, rebajar la dosis de enganche psicológico, intentando dejar el móvil tranquilo, por lo menos cuando estemos con otras personas o haciendo alguna actividad que nos interese. Intentemos dejar de depender de estas conversaciones y centrémonos en otras cosas de nuestra vida que nos hacen sentir bien.

Una vez distribuyamos las intensidades más equilibradamente, tenemos la opción de hablar con toda naturalidad con nuestro amigo whatsappero y proponerle directamente día y hora para veros. Si nos da largas, si no puede pero tampoco propone nada alternativo, podemos ser más directos y decirle que no nos interesa mantener una relación sólo por whatsapp: o para los menos asertivos, existe la posibilidad de ir progresivamente disminuyendo las conversaciones y tomando una discreta, y educada distancia, aparcando de momento la posibilidad de esa relación y enfocándonos en otras posibilidades más asequibles y cercanas.

Si esta persona realmente tiene interés en ir por el mismo camino que nosotros, tendrá su espacio para reflexionar si no le compensa superar sus limitaciones o miedos para conocernos.

Y si no le compensa, ¿te compensa a ti?