parejapsicopata
Explotadores, sin empatía, incapaces de amar y tan mitificados como incomprendidos: los encuentros sentimentales con personas con rasgos psicopáticos son una experiencia adictiva y dolorosa de la que rara vez se sale indemne.

Había descubierto en sí mismo un carácter del todo anormal, que lo hacía sonrojarse y que había de mantener secreto para no avergonzarse, además de sí mismo, frente a los demás y que, en consecuencia, lo separaría para siempre de la sociedad de sus coetáneo. No había duda: él era distinto.
Alberto Moravia: El conformista.

¿Qué es un psicópata? En torno al sensacionalismo que va inevitablemente asociado a la palabra, se han dado multitud de definiciones y clasificaciones, a menudo distorsionadas por la propia cultura popular y por la fascinación teórica que despiertan las personalidades psicopáticas. En este mar de generalidades y mitologías, me quedo con la sencilla definición del doctor Hugo Marietán: El psicópata es una persona que tiene un comportamiento distinto porque tiene necesidades distintas que satisfacer.

Imaginemos por un momento que tenemos hambre. Cuando tenemos hambre, acudimos a nuestra nevera, a una tienda o a cualquier otro lugar donde se despachen alimentos para satisfacer nuestra necesidad. Cuando obtenemos la comida y nos alimentamos, el hambre desaparece y podemos centrarnos en otro tipo de cosas. Ahora, vamos un nivel un poco más allá; imaginemos por un momento que nos sentimos vacíos y tenemos el anhelo punzante y doloroso de sentirnos amados. Esto es un poquito más difícil: no tenemos tiendas donde acudir cómodamente a adquirir el amor que precisamos. En cambio, esto puede causar que llamemos a un amigo, salgamos en busca de una pareja o acudamos a ver a nuestros familiares.

En este punto, imaginad que el tipo de necesidad que tenéis no tiene nada que ver con el hambre, ni con el amor. Imaginad que lo que necesitáis es algo que no puede definirse, no se puede adquirir y además, no se encuentra en algún sitio concreto. Imaginad que si no conseguís esa cosa, os sentís desgraciados, depresivos, enfermos o apáticos. Imaginad que todo aquello que hace que los demás se encuentren vivos (la fe, las ganas de vivir, la empatía, la alegría…), no sirve para ti.

¿Cuál es la necesidad de un psicópata? El psicópata necesita un estímulo intenso a un nivel en el que ciertos principios, leyes o normas sociales y morales, no son relevantes o se ven como simples obstáculos, de mayor o menor envergadura. O incluso en ocasiones, el estímulo aumenta al transgredir estos principios.

El psicópata busca este estímulo en muchos tipos de fuentes. Una de ellas, es las relaciones interpersonales. El vínculo con una persona de este perfil, es una perversión del concepto estar con alguien que te aporta y te suma. El psicópata también quiere estar con alguien que le aporte y que le sume: pero a un nivel desorbitado. Quiere a alguien que satisfaga sus necesidades plenamente.

La impresión que tiene la pareja del psicópata es la de estar al lado de un pozo sin fondo en el que vierte todo tipo de atenciones, servicios y favores inagotables sin obtener fruto o cambio alguno.

El psicópata no está interesado en lograr mantener una sana y positiva relación de amor o como mínimo, un vínculo agradable con su pareja. Su interés es mantener el vínculo en un estado en el que pueda seguir proporcionándole el estímulo que necesita. Para ello, suele valerse de diversas tácticas: manipulaciones, rupturas constantes, chantajes emocionales, mentiras, etcétera.

La persona que está a su lado se ve progresivamente envuelta en este lenguaje abducido y anormal donde las reglas cambian con respecto al resto de las relaciones que haya conocido nunca. De alguna manera, cree que si consigue seguir estas mutables reglas, algún día dará con la combinación secreta que lleve al chute de amor intenso, brutal e irracional que el psicópata columpia ante sus ojos en un eterno señuelo.

Pero el otro no busca amor. Busca el esquivo, el difícil estímulo.

Si una regla en una relación normal es cuando tengamos un problema, debemos dialogar para resolverlo; en una relación psicopática, sería cuando tengamos un problema, debe alimentarse el conflicto para obtener un mayor estímulo.

¿Incapaces de amar? Sí, al menos de la manera en que la mayoría de las personas entiende por amor. No obstante, es habitual en las relaciones con personas de este perfil, un inicio tremendamente pasional y romántico. A la pareja-víctima, este alarde le suele parecer un tanto sospechoso y artificial; es como si un extraterrestre llegase de otro planeta e intentase imitar los rituales del cortejo humano observándolos en las películas.

Durante este proceso inicial, es habitual que el psicópata experimente sensaciones de exaltación e incluso idealización al ir obteniendo la aprobación y admiración de la otra persona. Esa exaltación se parece un poco al enamoramiento y mientras se va desarrollando la etapa de conquista, le resulta estimulante ver cómo la otra persona va abandonando sus reticencias ante el artificioso y exagerado despliegue sentimental, sexual e íntimo. Mientras transcurre este periodo inicial, el psicópata tantea los puntos débiles de la otra persona. A veces es el miedo a la soledad; otras veces es el sentimiento de culpa; en muchas ocasiones, es la compasión.

Para la personalidad psicópata, la mayoría de las personas son como una consola llena de botones que se deben ir pulsando uno a uno hasta conseguir los resultados deseados y en función de cual sea la zona herida o la carencia de la otra persona, será un botón u otro, el que presione repetidas veces para generar el estímulo deseado a través del control del otro.

Cuando se establece el dominio sobre la pareja, es posible extraer, mediante el conveniente pulsado de los botones, una serie de beneficios. Existen quienes sólo buscan el provecho económico; otros necesitan un refuerzo narcisista que se alimenta de la sumisión y disponibilidad total de la pareja; los hay que lo usan para acceder a un determinado estatus social..

¿Sienten remordimientos o sentimiento de culpa? Sí y no. El psicópata no siente remordimientos o sentimiento de culpa por manipular o utilizar a otras personas o por procurarse estímulo por cualquier medio. De hecho, no experimenta nerviosismo o ansiedad algunos por situaciones que normalmente generarían emociones desagradables intensas para otras personas. No obstante, si bien no se guía por las normas y principios del mundo, no carece de reglas propias, por lo que puede experimentar sensaciones negativas -angustia, rabia, incluso culpa – cuando estas reglas se violentan por lo impredecible o por las acciones de otros.

Por supuesto, la culpa de que las reglas se rompan, nunca es del psicópata.

El comportamiento del psicópata durante una relación de pareja, se basa en ir creando un estado de estupor alucinado. El psicópata va estableciendo una serie de parámetros, no siempre de forma directa, sino a través de reacciones, premios y castigos. En primer instancia, la pareja clasifica acertadamente estos comportamientos como disfuncionales. Se lo dice su instinto, su lógica, su sentido de lo que está bien y lo que está mal. Su respuesta por tanto es intentar poner límites, razonar con el psicópata, empatizar con él, tratar de justificar sus salidas de tono o bien negociar condiciones más razonables. Como haría con cualquier otra pareja. 

A medida que se vaya desarrollando la relación y exista una cada vez mayor dependencia, la pareja del psicópata desarrollará una respuesta igualmente disfuncional para tratar de adaptarse a unos códigos que le son extraños o no entiende. Sin embargo, la particularidad de estos códigos es que no son estables; como ya hemos dicho, a medida que avance el juego, cambiarán las reglas de forma constante y desconcertante. Una acción que hace un mes despertaría la ira del otro, este mes le sume en la más profunda y desesperante indiferencia.

Llega un punto en que la pareja del psicópata deja de proporcionar estímulo, normalmente porque deja de rebelarse. Es común, entonces, que acontezca una ruptura. La ruptura puede ser temporal o si hay suerte y se alinean los astros, definitiva.

A veces es la pareja quien halla las fuerzas para romper la relación (más infrecuente). En ese caso, el psicópata sufre una agresión en su posesión más preciada: el ego. Esto puede generar una reacción e insistencia, acoso, manipulaciones exarcerbadas, promesas, venganzas en forma de difamaciones, incluso denuncias…

La pareja puede creer que todas esas actitudes se corresponden a la manifestación de un gran amor y se sienten inclinados/as a creer en que todo puede cambiar, lo que por supuesto, nunca ocurre, pues las reacciones del psicópata no corresponden a la pérdida de amor, sino a la pérdida del control.

Generalmente el psicópata simultanea relaciones y vínculos similarmente explotadores con otras personas. Rara vez se arriesgan a quedarse sin un plan B.

Por supuesto, no duda en utilizar la mentira sistemática para allanarse el camino hacia el control del vínculo hasta la medida en que le interesa obtener beneficios de la pareja. Mientras que la mentira de una persona normal va motivada por el miedo, la mentira del psicópata es una acción para derribar una reticencia, un obstáculo o una resistencia por parte de los demás.

La relación de pareja con un psicópata es similar en cierto modo, a un secuestro en una habitación cerrada, sólo que la habitación es la propia mente de la otra persona.

Especialmente llamativo es el caso de F. una chica que había estado tres años con un hombre de este perfil. La relación, además de sufrir los tortuosos altibajos y dramas emocionales habituales en estos vínculos, había incluido maltrato psicológico y finalmente físico, siendo esto último lo que empujó a F. a romper con él, sacarlo de su vida y en lo posterior, iniciar una nueva relación con una persona funcional.

Cinco años más tarde, reapareció el ex. Iniciaron una comunicación casual. Él le aseguró que se había dado cuenta de todos sus errores, que lamentaba lo que había sucedido y que nunca había podido olvidarla. F. tampoco se había olvidado de esta persona. Había intentado rehacer su vida, pero una parte de ella echaba de menos la intensidad adictiva de su antigua relación. Aun así, no confiaba. Hablaron durante meses, tiempo en el cual la ex pareja se mostró encantador, empático, educado, respetuoso…nada que ver con el recuerdo de la persona que F. recordaba.

Al tiempo, F. decidió dejar a su pareja para regresar con su ex.

El mismo día en que le llamó para anunciarle que estaba dispuesta a intentarlo, él cambió bruscamente de actitud. La faceta encantadora, desapareció como si nunca hubiera existido. Le contestó a F. que ya tenía una relación con otra mujer y acto seguido, le dedicó una serie de acusaciones e improperios referentes a la anterior ruptura. 

Nunca había pensado en volver. Lo único que había buscado era una revancha por lo que había pasado cinco años atrás e irse a sabiendas de que volvía a adquirir el control.

Después, desapareció.