Tras anunciarse a bombo y platillo como el mayor evento de espiritualidad y autoayuda en Europa, el Being One Forum acaba siendo una experiencia llena de retrasos, imprevistos, desajustes económicos, acusaciones de estafa y asistentes agradecidos. ¿Lo más interesante? El debate que deja tras de sí. 

Empezamos a escuchar hablar del Being One hace unos meses. En lo particular, yo recibí un bombardeo desde mis redes sociales y mi correo electrónico y entré a informarme, impresionada por su rutilante cartel: Robin Sharma, Gregg Braden, Mabel Katz, Alex Rovira, Neale Donald Walsch, Mooji, Jeff Foster…A quien no le suenen estos nombres, indicar que nada más tiene que echarle un vistazo al expositor de best-sellers de autoayuda de su Casa del Libro más cercana y le resultarán familiares títulos como El monje que vendió su Ferrari o El laberinto de la felicidad.

Para entendernos, es como si te organizasen un concierto cuyas cabezas de cartel fueran The Rolling Stones, Coldplay, Muse, Arcade Fire y The Killers, todos juntos pero no revueltos.

Indagando un poco más, vi que el creador del evento era Antonio Moll, un empresario joven que, tras una crisis personal que le había llevado a interesarse por monjes, Ferraris y demás, se había embarcado, cual Fitzcarraldo postmoderno, en la loca aventura de crear su macrofestival espiritual en una selva de prejuicios, acusaciones y las habituales maledicencias que acompañan a estas disciplinas.

El evento transcurrió este fin de semana…según lo imprevisto. Hubo cambio de ubicación a última hora, amenaza de cancelación, problemas varios de organización e incluso una aparición  del propio Moll-Fitzcarraldo explicando que necesitaban más dinero y pidiendo donaciones para poder dar inicio al evento. Todo ello fue recogido por los medios de prensa, que hablaron de fiasco, y profusamente comentado por el gallinero internetil.

Lo interesante, como suele suceder en estos casos, ha sido las diversas reacciones que se han suscitado al terminar el evento. Desde los mentideros católicos, que ya han aprovechado la ocasión para recordarnos que las filosofías alternativas son Satanás y que sólo hay una religión verdadera, hasta los haters de todo lo que huele a chakra, pasando por la diferencia de opiniones entre los propios asistentes al Being One, que andan enzarzados en un intenso debate sobre si lo que han vivido es estafa o una oportunidad de crecimiento espiritual única. Entre los que se sienten estafados, se afirma que no todo vale, ni siquiera cuando hablamos de un ámbito en el que ante todo, se promulga la aceptación.

Por otra parte, no cabe duda de que todo en esta vida puede ser tomado como una oportunidad de crecimiento espiritual y es probable que también las mismas personas que encontraron trascendental su vivencia, hubieran encontrado riqueza y aprendizaje aunque todo hubiera salido tal y como se esperaba.

(Vaya por delante que yo no acudí al evento y por tanto, no puedo opinar sobre lo que aconteció allí, ni es mi intención hacer algún tipo de review de oídas. El contenido del festival no es el tema de este artículo)

De la naturaleza de un acontecimiento como éste, se puede decir que deja tras de sí una curiosa reflexión sobre las diversas maneras que tenemos de vivir y procesar una misma experiencia. En lo personal, desconozco si hablamos de una empresa imposible formulada desde la pura pasión, o en cambio, se trata de un proyecto comercial mal ejecutado por alguien cuya ambición de marcar un antes y un después le ha jugado una mala pasada. O ambas cosas.

¿Fiasco, éxito sui generis? Según la óptica, trascendente o no, del que observe.

El Being One ha supuesto casi un proceso de selección natural: reafirmará a los creyentes y ahuyentará aún más a los escépticos.  En cualquier caso, como en el lema de Alien versus Predator, aquí perdemos todos. Es una pena que los números no hayan cuadrado y que esto pueda desalentar a un próximo Fitzcarraldo para intentar crear otro evento para invitarnos a reflexionar, sin chakras o con ellos. Que buena falta nos hace.