A comienzo de la primavera de este año, caminaba por mi ciudad, cuando algo capturó mi atención. Se trataba de un pruno, un árbol similar al cerezo, cuajado de flores blancas, que salía inesperadamente de la pared en escombros de un callejón. Acababa de finalizar el invierno y los árboles todavía estaban pelachos. Eran mis primeras flores del año.
El pruno florecido entre cascotes era una imagen tan sugerente y preciosa, que me hizo detenerme a contemplarla y a sacarle algunas fotos. Entretanto, pasaban volando los pájaros y algunos se posaban en la rama, como queriendo ser partícipes de aquella hermosa singularidad. No a menudo me encuentro estos milagros, pues carezco de la mirada del niño; pero cada uno de ellos ha aparecido en el momento en que necesitaba una recarga de fe. Me marché de allí con las alforjas de nuevo plenas de esperanza.
La belleza es tan útil como lo útil, decía Víctor Hugo. La belleza y su compañera infatigable e inseparable, la sensibilidad, juegan un papel capital en nuestros procesos de reflexión, recuperación y crecimiento interno. Sin ellas, simplemente uno no puede conectarse al sustrato mismo de la existencia. El vacío se hace más vacío. La enseñanza de la belleza debería formar parte de las asignaturas escolares, entre el lenguaje y las matemáticas. O acaso hacer brotar ante los ojos infantiles el milagro que ya subyace en ambas.
El funcionario es tan importante como el artista, el constructor tan esencial como el creador.
El ser humano muestra sensibilidad desde sus inicios. Los niños se inclinan con plena naturalidad hacia los milagros y su capacidad de hallarlos sin esforzarse, todavía no está adulterada por los vicios adultos. Pero ocurre que cuando crecemos, a menudo nos encontramos con muchas personas incapaces de reconocer y encontrar su mundo interior y a su vez, a otras personas tan embebidas en ese mundo interior, que apenas salen de él. Los primeros se encuentran en el más árido de los desiertos cuando se desploman sus esquemas externos y los segundos se aferran tan obstinadamente a su paraíso perdido, que acaban atrofiándose y encogiéndose en una infancia tan prolongada como ficticia y limitante. Ambos perdieron algo en el camino.
La sensibilidad, la búsqueda de la belleza, no gozan de buena consideración en nuestra sociedad. En cierto modo, ser sensible puede ser un regalo envenenado. A menudo, se trata como un problema o un trastorno que hay que eliminar, curar o medicar no vaya a ser (¡horror!) que fuera a propagarse al resto de la especie. Quisiera invitaros a pensar si os gusta en general el mundo en el que vivís y si creéis que habría que cambiar unas pocas o unas muchas cosas. Si vuestro entorno refleja en mayor medida lo que sentimos o lo que tememos. Si realmente nos hace falta seguir siendo cada vez menos sensibles para estar mejor.
Por supuesto, no faltan nunca candidatos dispuestos a embrutecer a los pusilánimes. El mayor mérito de la sensibilidad es el de sobrevivir a sí misma sin automutilarse en el intento. Si se logra, simplemente es tan importante como para salvarnos la vida o como mínimo, la cordura.
Porque si el miedo llevaba a la ira y la ira al lado oscuro, la sensibilidad logra el efecto contrario: nos lleva a la empatía y la empatía nos traslada a una orden superior de conocimiento. Aquel que nos lleva a la belleza de asomarnos a lo ajeno con la consciencia de lo propio a flor de piel, y compartirlo como se comparte todo aquello que hace que el existir sea un poco más que una supervivencia.
Por ello, bienaventurados los sensibles, porque de ellos será el reino de los cielos, de la tierra, de la música y de la poesía, de los juegos, del viento y la tierra, de la flor de piel y de la piel en flor, de los campos y los amaneceres y de las flores entre escombros y de los pájaros que las encuentran.
Bienaventurados los que sienten, porque de ellos será la belleza.
En verdad, pocos adultos pueden ver la naturaleza. La mayoría de la gente no ve el sol. Al menos tienen una visión muy superficial… Cruzando un campo desnudo, nevado, al atardecer, bajo el cielo nublado, sin tener en mis pensamientos ninguna ocurrencia especial, he disfrutado de un éxtasis perfecto. Me siento feliz hasta casi tener miedo. Dentro de estos campos de Dios, un reino de decoro y santidad, se viste un festival perenne, y el invitado no ve cómo podría cansarse de él en mil años. En el bosque, volvemos a la razón y a la fe. Allí me siento que en la vida no me puede ocurrir nada, ninguna desgracia o calamidad que la naturaleza no pueda reparar. De pie sobre el suelo desnudo -mi cabeza se baña en el aire alegre, y elevada al espacio infinito- todo egoísmo desaparece. Me vuelvo un ojo transparente; no soy nada; lo veo todo; las corrientes del Ser Universal circulan a través de mí; soy parte integrante de Dios (Ralph Waldo Emerson)
Yo también he vivido esos milagros en momentos en los que hubiera tirado la toalla por completo…y me han salvado.Soy una persona sensible,empática (quizá demasiado) y que practica la introspección y a veces ,(cada vez más) temo el mundo que dejamos a los hijos,cada vez con menos valor sobre las personas.Conocer a alguien que alentó mi gusto por escribir cambió mi vida.
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Gracias….
Ser sensible es una mala palabra… Frontalmente lo asocian con un atributo gay o una señal de debilidad….
De ahí que sea una valentía ser sensible, porque encierra varios estereotipos.
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Yo era tan sensible, y nunca entendí, ni ahora entiendo, cómo funciona el mundo y en especial las relaciones. Hoy en día casi no siento nada, eso me asusta, voy eso sobreviviendo. Coómo recuperar la sensación de estar viva?
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Me pasa lo mismo que a ti, Hellen.
Será por experiencias vividas?
No lo sé….pero asusta un poquito…
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Y que bonito escribes Cristina. Mi sensibilidad la vivo como un placer, porque me hace disfrutar de las melodías, de los colores , de los sentimientos, del tacto, de los olores, de los sabores, de las emociones propias y ajenas, mi sensibilidad es el latir de la vida, es el palpitar sutil de la existencia transitando en mí. Ojalá la fuerza del amor que sostiene lo bello pudiera propagarse como una plaga por el mundo, que el horror y el caos fueran simples imaginaciones, ojalá la sensibilidad llenara el ego del mundo y que los ombligos dejaran de ser observados con tanta frecuencia, ojalá los cerezos florecieran en cualquier lugar sin depender del tiempo y del espacio porque su raíz es lo que les alimenta y les hace crecer. El gran Eduardo Galeano se preguntó » para que sirve la utopía?» para caminar. Y a mí me encanta caminar con personas sensibles como tú y como yo.
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Cristina! Estás muy inspirada! Me has conmovido enormemente. Estoy en un aeropuerto español llegando desde México e iniciaré el camino de Santiago en breve… una vez más uno de tus textos me llega como regalo/señal inesperado. Inicio mi camino en busca de esa “belleza” y con la mirada atenta para nunca perder la sensibilidad que me ha permitido vivir tantas cosas, las buenas buenísimas, las malas como herramienta de crecimiento. Un abrazo fuerte
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Cris!! Ser sensible ya sabemos que no es tendencia ni está premiado, más bien lo contrario porque lo aprobado es la mayoría, como si todas las personas fuéramos iguales…me encantó tu artículo porque sin saber escribir como tu, tuve la sensación de haberlo escrito yo, dicen que esos son los buenos escritores. Antes pensaba que ser sensible es sufrir, hoy estoy convencido de que ser sensible es el don más sano porque como dice el Principito, “lo que de verdad importa no se ve con los ojos”, se siente. Ahora bien…totalmente de acuerdo con lo que dices sobre la intancia continua, o el vacío continuo si no se presenta esa sensibilidad, quizás la diferencia entre un niño y un adulto sensible es la toma de conciencia de que nada puede hacerte daño, de no frustrarse, de no pedir más, de aceptar sin resignación. La plenitud para mi es la fusión perfecta y equilibrada de una alta sensibilidad con un absoluto amor a ti mismo, de esa manera se deja de creer en el sufrimiento y la vida es un puto éxtasis continuo hasta cuando se está triste porque sabes que esa tristesza te enseña o enseñará algo. Quizás sea tu artículo que más me gustó. Partiendo de ahí, de la sensibilidad, nos ahorraríamos mucho dolor. Ser sensible para mi es poder ver a oscuras y con luz no engañarte por lo que pueda parecer, el aprendizaje es saber gestionar eso y en eso andamos. Lo que ocurre es que ya cada vez me ocupo más de mi y pretendo enseñar menos a quien no quiere escuchar, mejor dicho, compartir, la palabra enseñar no me gusta porque es técnica, jejejjeje, compartir es amar, es sentir. Un enorme abrazo mi Cris. Gracias por el artículo!!. Un día te llamo si te parece bien.
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Decía C. Rogers, en «El proceso de convertirse en persona» hablando acerca de la libertad interior, que entendía tal libertad, como nuestro poder para poder sentir y gestionar nuestras vivencias, emociones, etc, dónde puede entrar la alegría, puede entrar también la tristeza, y así con todo lo que la vida nos ponga en el camino. La verdadera tragedia sería «NO SENTIR», sería una especie de muerte en vida o de «No vida».
Ser sensible siempre ha sonado a debilidad o afeminamiento, como si fuera patrimonio exclusivo de las mujeres. Pero creo que lo que realmente se crítica o se rechaza es la sensiblería.
Sorprende ver que en nuestros días, cuando parece que estamos tan «puestos» en todo lo que se requiere para ser y tener vidas intensas y ejemplares, los estereotipos que nos quieren vender como aceptables o deseables, se suelen basar en la superficialidad: el culto al fisico, hedonismo, frivolidad, una mezcla de ausencia de emociones combinadas con un modo vacío, simple y pobre de transitar por la vida, como si lo único que necesitáramos para ser felices se limitara a tener un buen cuerpo, gracioso, y sin ningún tipo de conflicto por superar o algo por aprender.
Es curioso pero en una mujer no se crítica su lado sensible, se acepta como parte de la identidad femenina, cosa que no pasa con un hombre.
Quizás el origen del problema esté en tener ya estipulado lo que pertenece al universo masculino y al femenino, como si fueran dos mundos opuestos, en lugar de dos polos que se complementan..
De niño era tan sensible que lloraba por nada, lo cual me hacía sentirme ademas débil, inferior e infravalorado, sin serlo, harto de oir aquello de «los niños no lloran» me fui desconectando de mi mismo para convertirme en un neurótico refugiado en su propio mundo como única forma de sobrevivir en un mundo dónde no terminaba de encajar.
La desgracia no es ser sensible, sino nacer en un entorno que te anula o te rechaza por ser diferente, o simplemente te exige que seas otro que no eres tu, para encajar en el mismo sistema que no te acepta …
¿Que hubiera sido, por ejemplo, de las artes si se hubiera castrado la sensibilidad del artista desde que el mundo es mundo?? La creatividad no existiría….
El grado de sensibilidad varía de unas personas a otras, pero lo realmente importante es lo que cada uno hace con su parcela: la puede poner a su servicio, al servicio de la creatividad, disfrutarla, etc. Lo que está claro es que no podemos compartir todas nuestras facetas o áreas en todos los àmbitos que nos movamos, ni falta que nos hace. Sólo tenemos que ser y manternernos fieles a nosotros mismos. Del mismo modo, que no solemos llorar en todos los hombros que conozcamos, tampoco podemos compartir nuestras esferas más intimas con cualquiera, no todos sabrían respetar, entender o compartir con nosotros las partes más vulnerables de nuestra persona. No se trata de negarnos ni escondernos, sino de canalizar nuestro potencial hacia nuestro bienestar y autorrealización.
Gracias Cristi, por no dejar nunca de sorprendernos con tus entradas, espero no pierdas nunca este maravilloso «don» con el que iluminas a muchos, bss guapetona
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Fran! Enhorabuena por lo que escribiste, a muchas personas le resonará y a otras tantas les vendrá bien para no rechazar su parte sensible, ese gran don que no todas las personas tienen o lo quisieron apartar o se rechazaron por sentirse defectuosos, cuando es lo contrario, están tocados con una barita mágica de Luz. Me alegro horrores que canalicemos al niño sensible que fuimos y le convirtamos en el mejor compañero y aliado para sacar nuestro potencial a nuestro favor, yo estoy en ello. Lo que se lleve o no, lo que esté de moda o no, lo aceptado socialmente y sus arquetipos…permítene la expresión, me la empieza a sudar sobremanera. Un abrazo valiente Fran!!.
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Que Dios nos brinde la gracia de observar la llegada de los eventos de la vida, un amanecer, la lluvia, lo simple y a la vez de gran contenido, en mi humilde opinion hay que estar atentos en este presente donde los lobos/as solapadamente ocultan su ego y hambruna.-
Siendo Papa joven manifeste ese aprendizaje a mi Hija con un acto de una perrita que se nos acerco a nuestra mesa del bar y poso su cabeza en mi pierna, su mirada , sus ojos reflejaban el brillo de la luna me colme y se lo dije a Macarena hoy tras los años ella esta en su carrera de veterinaria con buenos vientos, asociarlo quizas , lo dejo en manos de la magia de la vida.-
Gracias por tu aporte por un mundo mucho mejor, gracias….
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La sensibilidad nos muestra la belleza, la belleza nos emociona, nos atrapa y nos conecta con el corazón.
La sensibilidad mal rodeada es fragilidad….(Conflicto, No aceptación, Necesidad, Miedo, Dolor, Fracaso Etc…) puede sufrir encerronas que la harán agonizar.
Quisiera invitaros a pensar si os gusta en general el mundo en el que vivís y si creéis que habría que cambiar unas pocas o unas muchas cosas….. Si vuestro entorno refleja en mayor medida lo que sentimos o lo que tememos. Si realmente nos hace falta seguir siendo cada vez menos sensibles para estar mejor…..
No me gusta el mundo de la racionalidad explícita y del ego. (los poderes y sociedades que son fábricas y creadores de miedos y necesidades ficticias)
Una sola cosa lo cambiaría todo, el amor incondicional y profundo hacia todo.
Eso nos llevaría a NO permitir la desigualdad, hambre, violencia, injusticias etc etc y caminar hacia la unidad.
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