Es una persona maravillosa, te quiere con locura, lo da todo, es lo que siempre habías esperado en una pareja….y no te produce ni frío ni calor. 

En los tiempos que corren, es insultantemente fácil empezar a salir con alguien. Vivimos en una auténtica vorágine parejil en la que el mercado se renueva de forma vertiginosa para ofrecer nuevas combinaciones y posibilidades. Internet y las redes sociales se convierten en extensiones aún mayores que la propia calle y nos ofrecen posibilidades infinitas, desde el mismo barrio, hasta un país en la otra punta del mundo.

Lo de enamorarse y formar pareja, ya es cosa de antiguos. Como rezaba el título de una obra de la estupenda Ana Elena Pena, la cosa más bien va de vamos a follar hasta enamorarnos. Y quién dice follar, dice salir, entrar, whatsappear en volúmenes con cuya extensión se podría editar una biblia nueva y en definitiva, hacer todo aquello que se supone que deben de hacer dos personas que se gustan en el siglo XXI. Ser gente muy liberal, que vive el presente, que no pone etiquetas a lo suyo ni a lo del otro y se atiene al misterioso lo que surja, aunque luego si no surge sufres más que la dama de las camelias. 

El panorama se llena pues, de gente empeñadísima en conocer gente para lo que surja y que de paso les haga olvidar a todo aquello que no surgió previamente y si además me dan chispita de la vida porque me siento solo/a, no tengo amigos, me acaba de dejar el novio o la novia, me paso el día cual hikikomori comiendo pizza frente al ordenador y jugando al League of Legends o estoy pasando una mala racha, pues tanto mejor, señores.

Cuando estamos en este plan y nos metemos a relaciones con personas maravillosas que nos quieren un montón y nos tratan como nadie nos ha tratado en la vida, pero no nos enamoramos, conviene retroceder un poco atrás en el tiempo y ver qué camino hemos recorrido hasta llegar a esta persona. 

Lo normal es que al principio y honestamente, hayas creído que iba a funcionar. Has encontrado a alguien que te adora, que te desea, que te está mimando la autoestima y te está poniendo el ego a la altura de un F18, y te ha dado un subidón que te cagas y de repente sientes que te ha tocado la lotería, porque sin cambiar nada, ocurren cosas distintas…Chúpate esa, Einstein.

El problema es que después de un subidón…sabemos lo que viene.

Y en el bajón estás ahora leyendo todo esto. Y me temo que no te voy a decir lo que te gustaría leer.

Es una racha, se pasará, con el tiempo le cogerás cariño, el amor a veces surge lentamente…

Lo siento. Hoy no tengo activado el dispositivo de mentiras piadosas.

Pero ¿y si estoy a gusto aunque no esté enamorado? ¿y si somos felices y comemos perdices siendo compañeros, amigos, cómplices, colegas….? Porque yo lo de soltar a alguien que me quiere incondicionalmente cuando yo me he querido tan poquito…cómo que me cuesta un huevo (u ovario) y parte del otro. Es que me quiere tanto, es tan maravilloso, me trata tan bien…

Tu diálogo interno se convierte en un disco rayado.

No siento lo que tengo que sentir, pero es tan bueno y me quiere con locura, pero me falta la chispa, pero me trata tan bien, pero es su nariz me da grima, pero es tan amoroso y entregado, pero no tenemos nada en común, pero es que me ama, pero es que a mi me gusta Star Wars y él es de Star Trek, pero me adora, pero es que no tengo ninguna ilusión de verle, pero cómo renunciar a todo eso que me está ofreciendo y que necesito tanto»

¡Para volverse loco de frenopático!

Pero vamos, que te comprendo.

No serás el primero, ni el último que caiga en la trampa del supuesto amor incondicional.

No me cabe duda de que tu pareja es una estupenda persona y que te quiere con todo su corazón.

Pero no es Jesucristo. Ni Superstar, ni el otro.

En primer lugar, proseguir una relación sin motivación e ilusión de tu parte es muy complicado y te va a requerir un esfuerzo y energía que tienes que evaluar bien si estás en condiciones de dar.

En segundo lugar, por mucho que tu Personal Jesus te idolatre y parezca aguantar admirablemente tus dudas, vacilaciones, tiempos y demás zarandajas para ganar espacio, si te siente siempre así, medio distante, sin gas, sin ganas…Pues pueden pasar una de estas dos cosas:

1- Que la otra persona sea uno de esos seres más raros que los unicornios, es decir, con cierta madurez, que sabe lo que quiere y sabe que no quiere  a una persona que tenga dudas permanentes, con el resultado lógico de mandarte a recoger melocotones a Calatayud…

2- O bien, lo más común. Que es una persona normal, con su puntito de dependencia, que se ha enganchado porque no te tiene como le gustaría y que está haciendo todos los méritos del mundo para que caigas redondo en las redes del amor. Que te aguanta desplantes, silencios y dudas y aún encima te los justifica mejor que tu madre. Y que esa persona amorosa y maravillosa se vaya tornando con el tiempo y la decepción en alguien inseguro, lleno de reclamos y reproches, en resumen, en alguien que siente que está invirtiendo lo mejor de sí mismo, para nada. 

En este segundo caso, te reencontrarás con las relaciones de tu vida que te hayan decepcionado y si le echas un poquito de jeta, pensarás que la culpa es de la persona maravillosa por engañarte y no serlo tanto.

Y si le echas un poquito de autoconsciencia, te darás cuenta de que estarás recogiendo lo que has sembrado. 

El amor no cae del cielo para darte todo lo que tú necesitas, por muy tentadora que sea la idea. El amor se construye y hacen falta dos para erigir esa compleja urdidumbre que compone una relación humana. Si uno quiere y el otro se deja querer, no construimos nada. Sólo pasamos el rato refugiándonos bajo el edificio del otro, que nunca será el nuestro.

Aún así, te entiendo perfectamente. En mi propia experiencia, he jugado ambos roles. Es difícil sustraerse a la atracción del amor ajeno cuando se nos da tan fácil en un momento en el que lo necesitamos. No obstante y a menos que estés dispuesto a luchar con todas tus energías, a vivir ese amor como si lo sintieses, a renunciar al deseo de enamorarte de verdad y a aprender a vivir sin ello, piénsate bien si necesitas tanto esa relación para todo el esfuerzo que te va a costar mantenerla en pie en cuanto se requiera que correspondas a lo que se ha entregado.

Porque esto que os están dando no es infinito ni gratuito, amigos y lectores míos.

No os autofustiguéis por no sentir más, por no enamoraros. Si el enamoramiento fuera voluntario, no existirían las penas de amor, las rupturas, los amores no correspondidos. Cada vez que interactuamos en busca del amor, nos exponemos y arriesgamos a ganar y perder, incluso a equivocarnos. A veces nos montamos películas con determinadas relaciones que luego no cuajan porque nos autoengañamos ante la necesidad de obtener algo que creemos que nos hace falta. Y esa ilusión inicial es sincera, pero aunque nos duela reconocerla, no es por la persona en sí, sino por lo que nos está dando.

Si estás en una historia de este tipo, date tu tiempo y piénsalo tranquilamente, pero lo más importante, NO TE CUENTES TROLAS. 

Tanto más sano es saber que uno es un dependiente emocional como otro cualquiera y de momento no es capaz de vivir sin ese amor, que no andar siglos midiendo cada cosa que se siente porque no se sabe si es la buena o la mala.

A veces, el amor une a dos seres que no saben nadar y viven en dos islas distintas (Noel Clarasó)