histrionico

Pareja complicada e intensa donde las haya, vivir con el o ella es como sentirse un espectador en la sombra en una obra teatral en la que sólo puede haber un protagonista. Y ese protagonista no eres tú.

Imaginad a un famoso actor que rueda en unos espectaculares decorados cinematográficos. Imaginad que este actor llega del rodaje en el que por unas horas, ha sido Alejandro Magno, la reina Boadicea, un espartano, una estrella del deporte, el rey de Wall Street, un amante apasionado bregado en miles de aventuras para reunirse con su amada, un capitán pirata…

Una persona histriónica es el actor que sale del estudio, llega a su casa y sigue creyéndose Alejandro Magno o la reina Boadicea.

Personas intensas, vivaces, que parecen vivir para seducir y enganchar a todo público que se cruce por delante.  Las personalidades histrónicas son, ante todo, conquistadores. La búsqueda de la aprobación ajena, de su amor o admiración es parte de su épica (que no ética) personal. La aventura de enganchar admiradores es tan fascinante que rara vez dejan de intentarlo. Para ello, utilizan el armamento del que se sientan más seguros. Muchos utilizan su físico para atraer y son coquetos, obsesivos con la estética y temerosos de envejecer en ese sentido. Su sexualidad es superficial: ellos buscan aplausos, no polvos.

De hecho, la mayoría de estas personas tienen una relación compleja con su propia sexualidad. En general, llevan mal cualquier paso del ensueño a la realidad. Viven curiosamente desconectados de su ser físico y por tanto, del de los demás. El encontronazo con un cuerpo real o las limitaciones y defectos del propio, les genera cierto rechazo y angustia. Las disfunciones sexuales (anorgasmia, eyaculación precoz, impotencia), son comunes en estos perfiles.

Esto se extrapola a todos los aspectos de su vida en pareja. Aman el cortejo, pero se llevan un choque tremendo cuando de la película pasan a la rutina, la intimidad, ver al otro como es. De repente han dejado de ser Alejandro Magno y están convirtiéndose en Fulanito de Tal.

En ese proceso, su identidad se tambalea. La vida cotidiana carece de estímulos para ellos. Se ven abocados al vacío y el fantasma de la ansiedad asoma por la ventana de su inconsciente.

Por esta razón, la persona histriónica necesita tener y vivir varias vidas. Su necesidad de estímulo es tan intensa y perentoria, que desde fuera parecen criaturas de una energía sobrenatural. Ocupan su espacio y el de todos los demás. Las parejas de estas personas suelen ser hombres y mujeres que transmiten una sensación opaca, como si no estuvieran del todo allí. Si tienes una pareja con esta personalidad, seguramente sientas que solo puedes ser tú mismo/a cuando esa persona no esta presente.

El hombre o la mujer histriónicos, por definición son egocéntricos. Al igual que los narcisistas, necesitan reafirmarse a través de los demás. No de la manera en la que todos necesitamos cierra validación en la mirada ajena, sino de una manera forzada y disfuncional. Su necesidad de reafirmarse es tan desesperada, que no vacilan en manipular, mentir o cambiar de parecer cada cinco minutos.

Es el tipo de persona que se encuentra un día por la calle con su amigo Pepe y defiende acaloradamente la causa del aborto libre. Y al día siguiente se encuentra con su amigo Juan, más conservador, y con toda naturalidad adopta la postura contraria, con una pasión y convicción impresionantes.

Porque las personas histriónicas son en esencia, criaturas infantiles. Sus creencias de infancia están muy arraigadas, pero no consiguen crear un mundo de valores adultos.

Sus parejas, hasta que son conscientes de que están con alguien con un funcionamiento distinto, se sienten a menudo desconcertadas y engañadas. No es para menos. Ellos no saben que su pareja, hoy, es un personaje y mañana, sera otro y que cada vez se encuentran en una película distinta. Y que cuando ya se estaban haciendo a la idea de que su compañero histriónico era así y pensaba asá, de repente se encuentran con que el otro ya está desempeñando un nuevo rol.

A veces es como estar con un niño, de una fragilidad enternecedora; otras veces es como si detrás del niño hubiera una mente adulta con un increíble poder maquinador. Pueden tener una tormenta emocional de proporciones bíblicas y al poco rato, estar tranquilímos y frescos como lechugas. No transmiten consistencia ni una firme personalidad.

Las personas histriónicas se creen sus propias películas. Cuando seducen, se creen realmente enamorados de un ser maravilloso y lleno de cualidades extraordinarias. Cuando manipulan, lo saben, pero se justifican. Cuando mienten, también lo saben, pero culpan a los demás. Si cometiesen un crimen, serían de los que culparían a la víctima por cruzarse en su camino en ese mismo momento, en lugar de estar en su casa.

Cuando un día defienden el aborto, están verdaderamente enardecidos; cuando al otro día, lo atacan con saña, están legítimamente indignados. 

Es más fácil de entender si pensamos en personas que viven el momento en toda la extensión de la palabra. Pero ¡cada momento es distinto!.

Si no seducen con su físico, saben seducir por pena (el victimismo es un mecanismo fortísimo en estas personalidades). O con sus virtudes profesionales, u ofreciendo una clase de amor que solo se ve en las películas, o con una cháchara abrumadora e interminable que deja al otro aturdido por completo.

La necesidad de seducir del histrónico es más sencilla de entender cuando pensamos en alguien que se siente como un niño perpetualmente desvalido en busca de cuidadores que cubran necesidades afectivas. El origen de esta personalidad tiene mucho que ver con la relación con los progenitores, a menudo abusiva, intensa o castradora. De alguna manera, a estos niños no se les permitió espacio para crecer. Su paradoja es que se hicieron adultos para salir del cerco de sus padres y se pasan la vida adulta buscando a sus padres de nuevo. Para encontrarlos…y volver a huir.

Es curioso que las parejas de estas personas, suelen darse cuenta desde el principio de que su pretendiente es un poco diferente. Los ven exagerados e intensos y a veces no los toman demasiado en serio. El paso que damos para normalizar estás conductas y emparejarnos, muchas veces viene apurado por nuestra soledad o nuestra propia necesidad de amor. Si necesitas mucho algo, es fácil hacer la vista gorda ante algunos defectillos ¿no?

¿Cómo es la vida con una pareja histriónica? Tenemos, por un lado, a una persona que vive para el constante estímulo y la necesidad de aprobación ajena, que se escabulle de la intimidad y de la rutina y necesita vivir varias vidas al mismo tiempo. Por otro lado, tenemos (presumiblemente) a una persona neurotípica normal. Si tú eres la pareja del histriónico, te encontrarás a menudo cabreándote, frustrándote o intentando explicar con pelos y señales a tu pareja lo que significa la palabra empatía, compromiso o sinceridad.

Si es así, no pierdas tu tiempo. Si te interesa conservar esta relación, tu enfoque ha de ser totalmente distinto. Ni la rabia, ni la frustración, ni las mil explicaciones que puedas dar, harán la menor mella en tu pareja. Las relaciones con estas personas atraviesan crisis periódicas, que coinciden con los excesos del histriónico. Puede que en esas crisis y si sienten un verdadero miedo a perderte, estén más abiertos a la reflexión, pero ten en cuenta que, en cuanto las cosas vuelvan a la normalidad, sus defensas volverán a alzarse con una rapidez sobrenatural.

Cuando hablamos de un trastorno de personalidad, hablamos no de una enfermedad que pueda curarse, sino de una forma de ser. Poco común, quizás conflictiva, especial, sí: pero autoconsciente y cuerda. La persona histriónica puede ser perfectamente funcional a varios niveles. No es una persona demente, es una persona distinta.

La relación con un histrónico puede ser llevadera si se asume que tenemos a esta pareja algo alocada, infantil, imprevisible, intensa e egocéntrica y que tomemos un rol paternal o maternal, de cuidados, comprensión infinita y aceptación incondicional. Si además no nos importa que intente conquistar a todo bicho viviente, que sea más voluble que un día de viento en Kansas y que necesite vivir sus diez vidas adicionales para ser feliz, no habrá problema.

En cambio, si necesitas compartir escenario, ser el coprotagonista de tu propia historia de amor, intercambiar un lenguaje emocional equilibrado y empático y sentirte compañero de tu pareja, y no padre o madre, evalúa si te compensa seguir en tu relación y si es así, te recomiendo encarecidamente id ambos a una terapia para aprender a gestionar las particularidades de vuestra pareja y poder convivir sin entrar en una constante interacción tóxica.