Negativity

Mr.Wonderful versus Mr.Puterful. FIGHT!!!
Os confieso de entrada que vais a leer un artículo contradictorio. O quizás no.

¿Se ha puesto de moda defenestrar el pensamiento positivo y las filosofías de la felicidad? Al parecer, sí. Y no me extraña, porque generalmente lo que nos llega de dichas filosofías es tan simplón y tan genérico que lo que me sorprende es que haya alguien al que le anime a algo.

¿Nos alegra acaso más ver negatividades y malos rollos? Veamos:

Hoy puede ser un gran día ¡Sonríe!.

Hoy va a ser un día de mierda. ¡Asúmelo!.

(¿Con cuál de las dos frases tienes más posibilidades de empezar el día sonriendo?)

Ni el pensamiento positivo, ni el pensamiento negativo, son modas. De siempre han existido estas polaridades filosóficas, como existe el ying y el yang, el blanco y el negro, lo triste y lo alegre, lo bello y lo feo y todo ello coexiste desde tiempos inmemoriales en aparente armonía hasta que llega internet y la hemos liado.

Un ser humano medianamente consciente y crecidito sabe que a veces uno se despierta pensando que va a ser un gran día, y sonríe, y otras veces piensas que hoy va a ser un día de mierda, y que va a sonreír tu abuela la coja. Luego están el resto de los días, que uno nada más se despierta pensando que necesita un café con carácter de urgencia y que sea lo que Dios quiera.

Si uno se despierta todos los días pensando que hoy va a ser un día maravilloso, o uno se despierta todos los días pensando que hoy va a ser un asco descomunal, se encuentra en uno de los dos extremos del espectro. Y no vamos a engañarnos, si uno está en el primer caso, su deber para con el resto de la humanidad y consigo mismo debería ser disfrutarlo, y si uno se encuentra en el segundo caso, pues probablemente querría estar en el primero.

Y cuando estamos así de fatal y vemos libros, frases, imágenes o cualquier otro tipo de soporte promulgando las bondades del pensamiento positivo, lo que solemos hacer es:

  1. Odiar el pensamiento positivo.

Pero en realidad, nuestro malestar no lo causa Paulo Coelho, ni Mr.Wonderful (si acaso malestar intelectual). Lo que pasa es que es más sencillo focalizarse en tonterías externas, que resolver cuestiones internas.

2. Abusar del pensamiento positivo.

Adoptar la creencia 24 horas de que Todo Está Bien; Todo Es Como Tiene que Ser; El Universo Responde a Tu Energía es muy complicado. Nosotros no tenemos el mismo tipo de emociones ni circunstancias constantemente. Ni siquiera la química de nuestro cerebro permanece inalterable cada minuto del día. En «El arte de la felicidad», un maravilloso libro de entrevistas y reflexiones al Dalai Lama (que os recomiendo), el dirigente tibetano hablaba de lo complicado que era, para los propios monjes budistas, esa férrea disciplina mental que desde fuera vemos como algo innato en seres especiales, cuando es el resultado de un duro trabajo a través de muchos años.

3. Abusar del pensamiento negativo.

No hay duda posible. Pensar destructivamente sobre todo cuanto acontece enferma, agota y amarga la vida.

4. Temer al pensamiento negativo.

No hay nada malo en pensar que Todo Es Como Tiene que Ser. Ni tampoco, en uno de esos momentos en los que no sirven ni las frases inspiradoras, darse permiso a que Todo Sea lo que Tenga que Ser, pero Hoy Concretamente es un Poco Mierda.

Sería muy deseable pensar siempre positivamente si uno fuera un santo varón o una santa mujer dispuesto a aceptar de forma incondicional todo aquello cuanto le acontezca en la vida. Para el resto de los seres humanos, pensar en positivo es un largo proceso de autoeducación mental y a veces, pensar en negativo, un balón de oxígeno ante la imposición de estar bien a toda costa.

Lo que más nos gusta y lo que mejor nos sienta, es tener un sano y respetuoso diálogo con nosotros mismos: un diálogo que no evada tampoco los conflictos, los errores o las dudas y que no nos impida ser honestos con nosotros mismos. El mayor peligro del pensamiento positivo es que, en exceso, nos sitúe fuera de la realidad y nos haga acabar residiendo en un autoengaño nivel leyenda. Al igual que el mayor peligro del pensamiento negativo es básicamente, aislarnos y desconectarnos de todo cuanto nos rodea. Como en todo, en el término medio está la virtud.

Mira a los niños. En términos generales estos no albergan tantos sentimientos negativos o por tanto tiempo como lo hacen los adultos.

La mayoría de los adultos tienen la ventaja de la educación sobre los niños, pero ¿de qué sirve la educación si muestran una gran sonrisa mientras ocultan los sentimientos negativos en el fondo?

Los niños generalmente no actúan de esa manera. Si se sienten enojados con alguien, lo expresan, y luego se termina. Y aún así, pueden jugar con esa persona al día siguiente: Dalai Lama