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A la hora de terminar una relación, muchas personas sienten la necesidad de expresar lo que sienten o bien de recibir explicaciones. Ante la duda de si buscar o no una última conversación, examina cuál de estas dos necesidades pesa más.

Hay una cosa común entre dejado y dejador con respeto a las últimas charlas de despedida: que son un papelón tremendo. No sólo por el cargamento de emociones y sentimientos que acarrea una ruptura, sino por lo tremendamente complicado que es (por parte del dejado) expresar todo cuanto quiere preguntar o entender y (para el dejador), enfrentarse al dolor de una persona que quiere entender algo que en muchas ocasiones no tiene explicación racional alguna.

Vamos a empezar por lo fácil: ¿cuándo ahorrarse sin duda alguna esa incomodísima charla póstuma?. Obviamente, relaciones de maltrato. Si ha habido violencia de algún tipo: tu necesidad de expresarte encontrará canales más saludables y seguros que el de comunicarte con alguien con el que tu integridad física o mental está en peligro. Ni se te ocurra. Contacto cero a morir.

Quitando esta excepción por motivos obvios, ahí viene la pregunta del millón:

¿Cuándo tener la última conversación?

Pues por regla general, cuando uno quiera y lo necesite y el otro se deje. Y volviendo a nuestra frase de inicio, sobre todo cuando necesitas expresarte. Porque si acudes buscando explicaciones para encontrar una calma mental en la tormenta de tu proceso de duelo, saldrás peor que antes. ¿Por qué?

1- La otra persona no es responsable de tu bienestar emocional: esta frase probablemente moleste mucho a cualquier dependiente emocional, incluso los que andeis en fase de rehabilitación. Pero es cierto. La labor de contención emocional, apoyo, ayuda y ánimo no pertenece a una ex pareja. Pertenece a nosotros mismos y si hay suerte, participarán de ello los seres queridos que sí desean permanecer en nuestras vidas, no uno que se está marchando.

2- La otra persona no tiene porqué tener el nivel de autoconocimiento e inteligencia emocional necesario para saber responderte a todo lo que estás cuestionándote. Una cliente mía se quejaba amargamente de las actitudes incoherentes de su ex: No lo entiendo. ¡Pero si es psicólogo, debería entenderse a sí mismo!. Pues no. Hay cosas que ni en mil vidas uno se podrá explicar de nada, ni de nadie. Aceptación al poder.

3- La otra persona vive su propia versión: por extraño y surrealista que parezca visto desde fuera y desde la distancia, lo cierto es que en esos momentos y por alguna curiosa razón, creemos que sólo hay UN solo punto de vista, UNA sola historia, y UNA versión válida, que por supuesto es la nuestra. Sí, tu ex, piensa exactamente lo mismo de la suya.

4- Nunca en caliente: de verdad. La mayoría de la gente no se arrepiente de intentar un cierre por su paz mental, pero sí nos solemos arrepentir de esas idas de olla que empiezan por un rollo empoderado en plan voy a cantarle las cuarenta a fulanito/a…y acaban haciendo el ridículo, con la autoestima por el inframundo y llamada de emergencia a las amistades para ir a emborracharse y deprimirse aún más.

Visto todo esto, lo cierto es que una conversación final con una persona con la que ha habido una relación digna, aunque la ruptura haya sido peor que la secuela de Dirty Dancing, suele ser una buena ocasión para el desahogo mutuo, los abrazos sentidos y las lloreras terapéuticas, éstas últimas muy recomendables para el trabajazo de aceptación que vamos a tener por delante.

Otra duda razonable: ¿por escrito o en persona? Pues partiendo de la base que el objetivo es nuestro bienestar emocional, la respuesta es fácil: como podamos y sepamos mejor.

Afrontar una conversación de cierre implica enfrentarse a algo que se desea y se teme. En ello se mezcla en miedo a reencontrarnos con el sentimiento de rechazo y abandono; la necesidad de despedida, que es totalmente normal y humana (y por eso en todas las culturas del mundo se realizan, por ejemplo, rituales fúnebres cuando fallece alguien); y por último, el anhelo de dar valor a una vivencia que en ese momento sentimos que se arroja por el vacío como si nada hubiera importado. Si desnudamos todo hasta la esencia, ¿qué significa despedirse?

Despedirse es decir: estoy aquí, existí, sentí, sentiste, fuimos.

Sin esta necesidad, no sólo no habría despedidas: no habría cuadros, libros, películas, monumentos, ni obras humanas extraordinarias. Hasta el día en que ya nos liberemos del deseo de dejar constancia de haber vivido, seguiremos despidiéndonos.