Si eres de los que se encuentran buscando el amor y quejándose de que ya no hay valores, que la gente te utiliza, que no saben lo que quieren o que no hay nadie que quiera un verdadero compromiso, este artículo es para ti.

Hace unos pocos días, me escribe uno de mis clientes más longevos y queridos para contarme una reciente decepción amorosa que le ha dejado tocado y sin mucha fe en el amor. Su relación duró unos pocos meses y se inició como se suelen iniciar las relaciones entre dos personas que desean encontrar el amor: con un montón de buenas intenciones. Como alumnos aplicados que se han estudiado bien la lección, diseñaron un plan perfecto donde todo tendría que funcionar bien si se hacían las cosas adecuadamente.

No había manera humana de que aquel despropósito fuera a funcionar, y efectivamente, no funcionó, porque habían olvidado la lección más importante de todas: el amor no se dice, se hace.

Estoy en una franja de edad donde muchas de las personas que me rodean han amado, sufrido, perdido, han tenido hijos, se han separado y la mayoría de ellos se encuentran intentando encontrar su lugar en una vida nueva que no era la esperada y en muchas ocasiones, tampoco era la vida deseada. Personas que tratan de volver a una adolescencia que no tuvieron, como buscando una máquina del tiempo que los lleve de vuelta a una época en la que no existía el dolor. Personas que chapalean, perdidas, en la selva hambrienta de los amores de naufragio. Personas que canjean sexo por el abrazo del después. Personas anestesiadas, envueltas en una búsqueda compulsiva de algo o de alguien que despierte esas emociones que tanto temen y tanto necesitan.

Muchos de mis lectores también pertenecéis a esta franja de edad y os encontráis en diversos puntos del mismo camino. Todos y cada uno de vosotros buscáis lo mismo, aun sin saberlo: queréis amar. Lo confundís con ser amados, pero no es lo mismo.

Para empezar, cada persona, en función de sus carencias, de sus patrones y de sus valores, tiene una idea distinta de lo que hace falta para conseguir el amor. Como comerciantes que vagan de bazar en bazar, preparamos nuestras monedas en busca de un objeto fabuloso y enigmático del que todo el mundo habla, pero nadie ha podido ver.

A veces, pagamos con la moneda de la necesidad: si me necesitas, me amarás. Pero en cuanto la necesidad desaparece, dejan de amarte.

A veces, pagamos con la moneda de la belleza: si mi cuerpo es hermoso, me amarás. Pero el hermoso cuerpo languidece en caricias vacías que recorren la piel sin tocar el alma.

A veces, pagamos con la moneda del poder: si te controlo, me amarás. Pero en la jaula, te apagas y desapareces y tampoco puedes amarme.

A veces, pagamos con la moneda del sexo: si te doy intimidad y placer, me amarás.

De bazar en bazar, adquirimos todo tipo de amores y las monedas se nos van terminando. Encontramos muchas cosas interesantes, pero el objeto misterioso no aparece por ninguna parte. Crece la frustración a medida que el bolsillo se empobrece y el alma se despoja de ilusiones. ¡Me han estafado! decimos.

Cuando llegamos al punto de no tener nada para intercambiar, nos asustamos. Si no me funciona, pongamos… el sexo, el dinero, la protección, el sacrificio, la belleza, el poder…. que supuestamente son los bienes más codiciados y que más valor nos dan ¿qué es lo que hay que hacer realmente para conseguir amor?

La verdadera búsqueda del amor empieza exactamente con esa pregunta. Y la respuesta es única, universal y muy sencilla. Para ser amado hay que amar. No hay más misterio. No hay ningún extraño o gran secreto. La única cuestión es que el amor no es un bien barato que se pueda conseguir en ningún bazar.

En realidad, el amor es lo que estamos construyendo en todo este viaje donde creemos no estar encontrando nada.

Da igual si eres un novatillo, una persona que lleve 30 años con su pareja o un single desubicado que tiene que reaprender las reglas del juego. Seas quien seas, si quieres encontrar el amor, tendrás que aprender a amar.

En la búsqueda del amor, a menudo empezamos con la alforjas vacías, después de haber agotado nuestras monedas en sucedáneos de afecto. El vacío es un buen punto de partida. Ciertamente, podemos seguir vagando por los bazares, practicando la mendicidad emocional a ver si alguien se compadece de nosotros y nos da algo gratis. Este es el nivel de energía emocional más bajo y nos devolverá, una y otra vez, al vacío del que estamos intentando huir.

Si existe una fórmula para amar, no tiene nada que ver con estos encuentros entre vacíos de los que sólo nacen dependencias y enganches regidos por un montón de grandes intenciones y seguidos por decepciones aún mayores. Son encuentros de mendigos y los mendigos no están en situación de darse monedas los unos a los otros.

Me preguntáis a menudo, después de uno de estos chascos amorosos: ¿Qué es entonces lo que hace falta para salir de aquí, para llegar a poder amar bien y ser bien amado? Si yo ya superado la dependencia emocional, tengo proyectos e ilusiones, he vivido nuevas experiencias, he ido a un montón de retiros de yoga y he pasado mis duelos… y me sigo encontrando con lo mismo de siempre.

Lo primero que hay que hacer es no autoengañarse.

Nosotros no somos Pokémon, no evolucionamos y cambiamos para convertirnos en algo totalmente distinto. Seguimos siendo nosotros con todo lo que llevamos encima, con todas esas luces y esas sombras.

Todas estas cosas que estás haciendo para estar bien, para no sufrir o para encontrar el amor, sólo tienen un destino y ese destino te conduce a ti mismo, para enfrentarte con todas aquellas cosas que la vida te está diciendo que siguen ahí, aunque lleves meses o años huyendo de ellas. Y te lo está contando a través de todas esas relaciones vacuas que consideras errores y son señales.

A tus dolores, tus miedos, a tus corazas, puedes decirles, por ejemplo: Hola, ya sé que estáis aquí. Perdonad por haberos desatendido. He querido creer que no existíais porque siempre me habéis hecho sufrir. Pero sois tan parte de mí como todo lo demás y si os rechazo o intento no hacer caso de vuestra existencia, no encontraré amor en ninguna parte, porque al querer eliminaros, lo que estoy haciendo es negarme el amor hacia mí mismo.

La búsqueda del amor y la búsqueda de uno mismo están intrínsecamente relacionadas. En la búsqueda de mí mismo, me desnudo y desvelo, me permito ser limitado y humano, acepto mis recaídas como parte de este proceso, y comprendo que amar va de mí hacia fuera y no de fuera hacia mí.

Si estáis en la búsqueda activa del amor, no os desalentéis. En esta ruta no existen las líneas rectas, pero no significa que no estéis avanzando. Las decepciones os invitan a confrontar vuestros miedos a la pérdida y al abandono, el vacío os invita a construir nuevas creencias y la soledad os invita a recordar que estamos aquí para amar y ser amados. Y no pasa nada.

Amar se resume en tener los pies en la tierra, para saber quién eres y mirar hacia el cielo, para recordar hasta dónde quieres llegar.

En verdad, cuando el bien tiene hambre, busca su alimento hasta en nuestros oscuros antros, y cuando tiene sed, se sacia hasta en las aguas estancadas (Khalil Gibran)