¿Recordáis la vieja anécdota de la mujer que se encuentra a su marido en la cama con su mejor amiga y él le dice: no cariño, no es lo que parece? Eso es un pasivo-agresivo.

La pareja pasivo-agresiva vive eternamente desencajada. Son personas que tratan de manejarse en vidas y relaciones adultas, con recursos emocionales que no han tenido evolución alguna desde la más tierna infancia. Su mundo emocional es muy subdesarrollado y se ha quedado atrapado en el quiero, tengo derecho, todo el mundo tiene que complacerme y si no, me enfado y no respiro. Donde el adulto aprende a manejar la asertividad, la capacidad para poner límites, la tolerancia a la frustración y el sentido de la responsabilidad en la relación con su entorno, la persona pasivo-agresiva lo sustituye por caos, chantaje emocional, victimismo, manipulación, pataletas y necesidad de conseguirlo todo al instante a costa de lo que sea.

Todos podemos utilizar mecanismos de defensa pasivo-agresivos cuando nos encontramos con determinadas situaciones. Un sencillo ejemplo: cuando le prometemos a alguien que vamos a ayudarle y luego nos escaqueamos con excusas porque en el fondo lo hemos hecho para quedar bien, y no porque realmente tuviéramos ganas de echarle una mano. La persona pasivo-agresiva utiliza este tipo de estrategias constantemente. No es un quiero y no puedo. Es un puedo y no quiero, pero haré como si quisiese para que no me des el coñazo y al final no haré nada, para que te des cuenta de que yo no hago nada que no quiero. Porque como decía Alaska: yo soy así, y así seguiré y nunca cambiaré.

Y efectivamente: el pasivo-agresivo rara vez cambia, pero quien cambia – y mucho – es la persona que lo sufre.

Prometen y no cumplen. Abundan en palabras y escasean en hechos. Son los maestros en empezar cosas que no acaban y en el pecar por omisión. Y como su máxima es el no hacer, creen que en efecto, no están haciendo nada…malo. Como si la negligencia, el ninguneo o la dejadez no fueran un problema.

Es fácil anticipar que la convivencia con alguien de este tipo de personalidad, es una constante suma de desplantes silenciosos, despropósitos y sabotajes a cualquier intento de establecer una dinámica adulta normal, ya que las creencias inconscientes con alguien que padece este problema serían las siguientes:

  • Soy débil. Debo encontrar a alguien que me cuide y me proteja.
  • Que me cuiden y me protejan me causa agobio y me hace sentir que me están controlando.
  • Como me siento controlado, huyo.
  • Como al huir me siento desamparado y solo, regreso o busco otra relación inmediatamente.

La traducción de estas creencias es un vínculo afectivo de una ambivalencia imposible… e insoportable. No hay términos medios. Un día te quiere, al siguiente no existes, otro día eres el enemigo público número 1 y el día después no pueden vivir sin ti. Si resistes todo esto manteniendo la cordura – y el cargamento de manipulaciones, mentiras y chantajes que lo acompañan – estarás perfectamente entrenado para la presidencia de una república bananera o para infiltrarte en ISIS. La relación con un pasivo-agresivo es como una escuela de guerra: pero en lugar de defender un país, lo que estás defendiendo es tu cabeza.

¿Estás en una relación pasivo-agresiva y no logras entender porqué permaneces ahí? ¿No quieres dejarlo, pero quieres averiguar cómo hacer para no sufrir?.

En primer lugar, vamos a ver cuál es el perfil que más suele encontrarse al lado de una persona pasivo-agresiva. ¿Quién va a cuidar, aguantar y proteger a un niño malcriado y egocéntrico que no respeta los límites de los demás y además llevarlo con resignación, como una cruz que le ha caído encima y de la que no se puede librar? Elemental, querido lector: alguien que siente, en lo más profundo de sí, que sus necesidades y deseos no son importantes y que debe complacer a los demás para ganarse su derecho a ser amado. En definitiva: un co-dependiente.

Si estás en una relación de este tipo y para sostenerla has de anularte como persona, negar lo que sientes, aceptar unos valores y creencias completamente distorsionados y abandonar cualquier límite hacia tu dignidad o tu respeto personal, es recomendable buscar ayuda y apoyo externo. A partir de un tiempo involucrados en estas dinámicas, los co-dependientes aprenden a dudar de sus propias percepciones, que son constantemente cuestionadas de las maneras más absurdas. Es enredarte en discusiones bizantinas donde tú defiendes que el cielo es azul, el otro te dice que es rojo y para seguir con la relación, acabas dándole la razón y peor aún, creyendo también que el cielo era rojo. Locura a dúo.

Una persona pasivo-agresiva, aunque en apariencia pueda manejar un entendimiento teórico de lo que implica una relación de pareja, no es capaz de llevarlo a la práctica. Sus mecanismos de defensa son muy rígidos y sus acciones revisten un carácter compulsivo similar a los que padecen las personas con TOC. Al tener tan poco desarrollo de sus capacidades emocionales, necesitan sustituir sentimientos y sensaciones con impulsos y emociones, de modo que a su problema de base, suelen sumarse diversas adicciones; a través de las cuales obtienen el estímulo del que carecen en su vida cotidiana.

Si eres co-dependiente de una pareja de este tipo y lo que deseas es seguir con la relación sin perder la cabeza en el intento, deberás trabajar en estos puntos:

  • Acepta que tu pareja tiene una conducta patológica. Si te es más fácil, piensa que tiene una discapacidad emocional.
  • No integres el mundo mental o emocional de tu pareja como propio. Cree en tus valores y referentes, no en los suyos, que están distorsionados por su trastorno.
  • Pon límites.
  • Asume que tu compañero/a nunca asumirá la culpa o responsabilidad de nada de lo que suceda. La culpa siempre será tuya: por controlarle, por no aprobar sus comportamientos, por poner límites, por no darle lo que quiere…Siempre echará balones fuera.
  • No te niegues: no eres dependiente por querer una relación sana y normal donde tus deseos y necesidades también cuenten. En todo caso, serías dependiente por aguantar en una relación donde se te priva de algo tan básico.
  • Entiende que estás con alguien emocionalmente discapacitado para tener en cuenta dichos deseos y necesidades.
  • Cuida de ti mismo: recurre a tu familia y amistades, no te aísles, regálate atenciones y cuida de tu crecimiento personal y tus proyectos, no te absorbas en la relación esperando algo que no va a llegar.

¿Mejorará la relación de pareja haciendo todo esto? Es improbable. Pero del otro modo, tampoco lo hará. Si pones límites, se volverá loco, si no los pones, el que te volverás loco serás tú.

¿Hay alguna posibilidad de cura o cambio para la persona pasivo-agresiva? Existen terapias especializadas en tratar este tipo de trastorno, y pueden dar un resultado favorable, pero exigen lo que es más difícil para estos pacientes: continuidad, implicación y compromiso con la terapia. En cualquier caso, que la persona pasivo-agresiva reconozca el problema en lugar de responsabilizar a otras personas, es un gran paso adelante.

¿Y SI YO SOY LA PERSONA PASIVO-AGRESIVA?

Si tienes consciencia de estar manteniendo una serie de conductas que sabotean tus relaciones, si estás cansado de fracasos, rupturas y vínculos disfuncionales y además eres capaz de darte cuenta de todo esto sin culpar a tus parejas, amigos o compañeros, ya has empezado en el camino a la solución. Deberás trabajar con denuedo la asertividad, que será tu mejor aliada. También deberás aprender a relacionarte desde la igualdad y el compañerismo, no desde la seducción o el control. Te beneficiará mucho aprender a practicar la escucha activa, que te servirá para abrir el acceso a otros mundos aparte del tuyo. Y te será de utilidad todo lo que implique meditar, tomar consciencia del momento presente, no perderte en mil actividades improductivas para matar el rato y encontrar aficiones y ocupaciones que realmente te llenen y te ayuden a disfrutar de las ventajas de comprometerte con lo que haces.

En conclusión: no estamos en este mundo para sufrir, devaluarnos o sacrificar nuestra autoestima en el altar de ninguna relación abusiva. Tanto unos como otros, debemos evaluar que nos hace desgastarnos en vínculos improductivos que no nos ayudan a crecer, de modo que podamos escoger con discernimiento la realidad que deseamos experimentar. Tanto para pasivo-agresivos, como para sus parejas, la cura empieza por dejar de esperar que el otro cambie y dar un paso al frente, decididos a crecer.

Os comparto una anécdota: en mi research para este artículo, hablé con un psiquiatra que se dedicaba a terapia de pareja y le pregunté cómo sabía él distinguir entre un cónyuge manipulador y el cónyuge normal. Él me respondió: los escucho a los dos. Uno está alterado. Es el normal. El que está tranquilo…suele ser el problemático.

La madurez es la capacidad de hacer lo que está bien, aun cuando los padres lo recomiendan (Paul Watzlawick)