Bajarse del pedestal es fácil (si sabes cómo).
Me contaba un buen amigo que, emocionado, acababa de descubrir que era PAS. Un PAS es una Persona Altamente Sensible, que es un concepto que se ha puesto muy de moda en estos últimos tiempos. Al parecer, una psicóloga americana llamada Elaine Aron se dedicó a investigar sobre el particular, descubriendo, en definitiva, que había un tipo de gente a la que la vida les molestaba más que a otros. Y a estas personas las llamó PAS.
(No terminaremos el siglo XXI sin tenernos a todos bien clasificados, ordenados y etiquetados, pero esa ya es otra reflexión)
Mi amigo, encantado de conocerse – que diría Borja Vilaseca-, encontró por internet un grupo de whatsapp de PAS. A este grupo se unió con esa ilusión especial que te despierta creer que has encontrado a miembros de tu misma marcianidad. Estuve un tiempo sin saber nada de todo ello, hasta que un día nos llamamos y aproveché para preguntarle qué tal con el grupo. Al principio, todo era genial, me dijo. Había conectado muy bien con sus congéneres sensibles y enseguida se había entregado al asunto con la confianza y tranquilidad de que con ellos, no sufriría las indignidades a las que se exponía en su trato con la gente menos sensible de su día a día.
Al ir intimando más, estallaron los conflictos. Las susceptibilidades de unos, las ansiedades y depresiones de otros, los follones egocéntricos entre el PAS alfa y los PAS beta, los romances entre miembros del grupo que acabarían como el rosario de la Aurora…En fin, la vida misma. Mi amigo estaba bastante dolido y decepcionado. Había buscado un refugio de personas especiales y se había encontrado…en fin, con personas.
No es que tenga nada de malo ser especial. Las personas somos especiales, cada una de nosotras, porque llevamos con nosotros un conjunto único de particularidades que nos convierten en criaturas irrepetibles. Es maravilloso que sea así, y al mismo tiempo, es maravilloso que seres tan irrepetibles sean lo suficientemente comunes y corrientes como para encontrar resonancia y contención los unos en los otros.
El problema no es ser especial. El problema es considerarse especial.
Los peores crímenes de la Historia los cometieron personas que se sentían especiales. Aunque si nos paramos a pensarlo vemos que megalomaníacos, tiranos, criminales o dictadores, eran enormemente parecidos entre ellos. ¡Si es que está todo inventado!
El virus de la especialitis corre rápido y se contagia con más eficiencia que la variante Delta. ¿Cuáles son los síntomas de podríamos estar infectados?
1- La competitividad: Yo soy más evolucionado/a, yo merezco un trato más especial, yo debo tener más privilegios, yo he sufrido más que nadie…
2- La ley del embudo: Mis errores son propios de una persona especial, por tanto son justificables y tolerables. Los tuyos no, que tú no eres especial.
3- Ombliguismo: me paso el día analizándome, queriendo saberlo todo sobre mí, pensando en mis dramas, lo que me debe la vida, lo que me han hecho los demás, lo que le pasa a mi cuerpo, las indignidades que tengo que aguantar y el día en el que encuentre ese amor/trabajo/logro especial al que estoy destinado/a por ser así de especial.
4- Discurso incoherente: como soy especial hago y siento cosas especiales. Un día soy así hoy, mañana soy asá, no sé qué quiero, te digo esto y hago lo otro…¡es que nadie me entiende! ¡yo tampoco!
5- Búsqueda artificial de la diferencia: mi manera de vestir, mi estatus o mi lifestyle tienen que mostrar lo especial que soy, por tanto, dedicaré una enorme cantidad de recursos para destacarme de alguna manera (paradójicamente, cuanto más nos empeñamos en reafirmar nuestra supuesta diferencia, menos especiales parecemos a ojos de los demás).
6- Dependencia de la aprobación ajena: es evidente que cuanto más nos empeñemos en sentirnos únicos y especiales, más necesitamos que la masa nos valide. Ser un lobo solitario que aúlla a la luna, transido por los inconmensurables misterios de la noche está muy bien, pero admitámoslo, la gracia del tema está en contarlo, no en hacerlo.
7- Soledad: sentirse especial lleva a la separatividad. No somos como los demás, es decir, nos tenemos que unir tan sólo a personas como nosotros. Que a medida que las conocemos resultan tener defectos, virtudes, problemas y emociones iguales que el resto, con lo cual, dejan de ser especiales.
¿Cuál es la mejor vacuna para esta extendida pandemia?
1- Nosce te ipsum: practiquemos el autoconocimiento de manera sensata y práctica. El autoconocimiento sirve para aprender de las experiencias, para llevar ese aprendizaje al mundo real y para mejorar en nuestra interacción con el resto de la humanidad, no para regodearse en el solipsismo.
2- Relacionarnos con todo el mundo: esto no significa aguantar cualquier cosa, o no saber alejarse cuando toca. Significa estar abierto a observar, interactuar, escuchar sin juzgar y sobre todo, evitar caer en la tentación de establecer diferencias, categorías o élites. Cuanta más diversidad y puntos de vista, más riqueza.
3- Sentirnos parte de todo: no somos una entidad cósmica vagando en solitario por un universo vacío. Estamos en un planeta lleno de seres vivos y todo cuanto hacemos afecta y repercute al tejido energético que nos rodea.
4- Aprender a gestionar nuestras emociones: aislarse en la propia especialidad no es más que una declaración de lo faltos que estamos de herramientas para lidiar con la realidad.
5- Afrontar nuestro miedo al cambio: permanecer especial es una manera de permanecer estático.
6- Cultivar la coherencia: es mucho más saludable proponerse pequeñas cosas y hacerlas, que proponerse alcanzar un ideal imposible y fallar por todos lados.
7- Cultivar la autoestima: parece que no, pero en realidad, la mejor cura para el sentido de la auto-importancia es quererse más. La gente que se quiere tiene más consciencia de su verdadero valor y lo que ese valor aporta al resto, por tanto, es más proactiva, más colaborativa y mucho menos narcisista.
Sentirnos especiales nos aboca a vivir en un yo revenido y sobreanalizado que aburre hasta a las ovejas y además nos amarga la existencia. Llega un momento en que ya no queda mucho de que hablar con la imagen que nos refleja el espejo.
Es cierto que pareciese que el mundo del desarrollo personal acentúe a veces este tipo de egocentrismo. Pero esto es porque muchas veces se malentiende y se toma por un camino que en nada aporta al verdadero desarrollo personal.
El desarrollo personal es una disciplina maravillosa – que apoyo y promuevo con mi propio trabajo desde hace años- pero no le vería ninguna utilidad si sólo sirviese para estar todo el día mirándonos el culo y creyendo que ese culo es mejor que el de los demás. Si el desarrollo personal no es una primera fase para implicarse en un desarrollo universal y colectivo, entonces, no sirve realmente para gran cosa. Se puede aprender lo mismo yendo de fiesta con los amigos, haciendo un viaje o pasando rato con la familia, e incluso a veces, más.
Tras la necesidad de encumbrarnos en un lugar inalcanzable donde nadie esté a la altura, no hay más que un tremendo miedo al dolor y al rechazo. Pero ese mismo encumbramiento nos acaba dejando a solas con la persona que más nos rechaza y más nos daña: nosotros mismos.
En los funerales, se dice a menudo la frase de no somos nadie. Efectivamente, todos venimos del mismo lugar y estamos abocados al mismo final. Sabiendo esto, hagamos que nuestro paso por la tierra sea un poco menos importante y un poco más útil.
No siempre podemos decir qué es lo que nos mantiene encerrados, lo que nos confina, lo que parece enterrarnos, y sin embargo sentimos ciertas barreras, ciertas rejas, ciertos muros. ¿Es todo ello imaginación, fantasía? Yo no lo creo. Y entonces nos preguntamos: Dios mío, ¿va a durar mucho, va a durar siempre, va a durar toda la eternidad? ¿Y sabes qué es lo que nos libera de esa cautividad? Un afecto muy profundo y muy serio. Ser hermanos, ser amigos, el amor, eso es lo que abre las puertas de la cárcel. (Vincent Van Gogh)
Simplemente genial Cristina, como siempre.
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Queruda Cristina….impecables tus articulos como siempre!..no conocia de esta nueva denominacion PAS…aqui en Inglaterra a esta generacion la llamamos » snoke flake»..las tocas y se desarman!…y desafortunadamente solo se crece con el dolor.
Mil gracias por todo tu aporte a esta humanidad!
Abrazos
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Hola Gaby!
Yo creo que lo que vosotros llamáis «snoke flake» es lo que aquí se denomina la «generación de cristal», pero con ello nos referimos a una mentalidad social y colectiva. PAS en realidad califica más bien a un tipo de personalidad. A menudo confundimos sensible con susceptible, que no siempre van de la mano.
Un abrazo, siempre me gusta leerte!
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Hola a todo@s los lectores de Cristina, a la que sigo desde hace años. Siempre me gustan sus comentarios, pero este es maravilloso, para leerlo cuando estamos «» bien»» porque hay veces que me pasa esto, y puedo creer que soy inmortal. Por otro lado conoces cada especim@n, que viene bien, para pasar de modorr@s, y por lo menos los clasificas.
Un abrazo 😘
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Muy buen artículo, Cristina! Yo también tenía una compañera en el trabajo que un día nos hizo la gran revelación de que era una PAS (este gran descubrimiento se lo diría Internet, ya que siempre estaba enganchada con estas cosas). Bueno, bueno, qué pesadilla, sus comportamientos eran de lo más paranoicos y sus frustraciones las repercutía en los demás y si la contradecías es que, adivina qué, tú eras una insensible y no podías entenderla. Claro que yo nunca supe por qué ella era una PAS y la cajera del Mercadona (por ejemplo) no, porque ella lo único que reflejaba era ser una persona quejica, egocéntrica y totalmente voluble. Para mí la sensibilidad es otra cosa, ayudar a los demás, tener empatía, ser respetuoso y comprender….. luego seguramente cualquiera era más PAS que ella 😅. En fin, mucha tontería veo yo en esto de calificar a cada persona, como si eso fuera tan fácil, como si cada uno de nosotros no encerráramos distintas personalidades, ya mismo venden en los chinos pegatinas con las categorías personales , ay Dios 😳😄.
Un abrazo!
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Hola María!
Es que se confunde mucho sensibilidad con susceptibilidad…Y sin duda para ser susceptible, hay que ser sensible, pero ser sensible no siempre implica ser susceptible.
No son tampoco fan de etiquetar nada, salvo que hablemos de una enfermedad que requiera un diagnóstico y un tratamiento.
Abrazos
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Hola Cris;
Pues el artículo me resulta interesante, aunque creo que el tema PAS no es el mejor ejemplo.
Ser PAS supone tener un rasgo de personalidad con unas características que influyen de forma notable en la forma de procesar y sentir el día a día y es muy útil para quienes lo son conocer el rasgo. Tiene una raíz científica demostrada, y NO HAY QUE CONFUNDIR con hipersensibilidad, susceptibilidad o neurosis. Desgraciadamente, desde que este término es popular hay mucha gente con transtornos psicológicos que se atribuyen esta etiqueta PAS porque les resulta más liviana. Si observamos el amplio espectro de transtornos de personalidad, veremos que en muchos de ellos (histriónico, narcisista, etc) se atribuyen ese ser «especial» del que tú hablas… dejemos a los PAS tranquilos, que en general son gente empática que aporta equilibrio.
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Si, todos somos especiales, como dice Cristina, y particulares, no hay duda.
Esto de etiquetarlo absolutamente todo es un tanto absurdo. La etiqueta ‘PAS’ ha llegado con fuerza, aunque no conozco a ninguna persona que se defina como tal.
Me encanta el matiz entre sensible y susceptible. Me gustan las personas sensibles, pero las susceptibles pueden agotar un poco.
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Me ha encantado. Supongo que, muchas veces, los demás, nos hacen sentirnos ESPECIALES e incluso nos pueden hacer perder nuestra realidad como persona. Sí, estoy convencida que esto ocurre, unas veces nos influye positivamente y otras veces todo lo contrario.
Por mi experiencia, lo negativo nos produce en principio un malestar consigo mismo, pero si tienes algo de positivismo, meditamos y resurgimos como el ave Fenix o mejor diría que es la resiliencia, gran potenciador de la felicidad, la que nos capacita para superar las circunstancias negativas y hacernos menos observadores de nuestros ombligos, como tú bien escribes. Un saludo!!!
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Muy buen artículo, como siempre, todo un placer leerte!
Hace poco, hablando con mi pareja sobre estos temas, salió a la luz que él me comparaba con sus ex parejas, especialmente, en el aspecto sexual. Yo soy incapaz de imaginarme/recordar algo con alguien distinto que no sea él.
¿Crees que su actitud es normal (compararme con sus ex parejas y decírmelo)? Ahora mismo, estoy hecha un manojo de dudas…
Mil gracias!!!!
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Hola Cenicienta,
Lo de tu pareja un problema de madurez, dependencia y egocentrismo.
La gente no se «sustituye», porque no son cosas, y por tanto, no caben las comparaciones.
Las personas que normalmente comparan a sus parejas es porque no se dan tiempo ni a aprender a estar solos, ni a pasar sus duelos, sino que van tapando el vacío de una persona con la siguiente, por tanto, es como si estuvieran eternamente buscando comprar la versión mejor del mismo producto.
Abrazos
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