
Unas palabras que aparecen en el momento justo.
Un sueño que nos avisa de que algo va a suceder.
Un impedimento que te lleva por otro camino.
Una llamada de la persona en la que estabas pensando.
¿Qué son las señales? ¿De dónde vienen? ¿Qué quieren decirnos?
Reconozco que me fascina el tema de las sincronicidades. No soy la única. Últimamente he tenido muchas conversaciones de este tipo (¿será una señal?) y hay una creciente fascinación por lo que percibimos casi como fenómenos parapsicológicos. Atribuyo esta fascinación a dos cuestiones: que las personas nos sentimos naturalmente atraídos por los enigmas y las cosas inexplicables; y que en este bregado actual de vidas tan calcadas que parecen escritas por una IA, está surgiendo – en justo contraste- una creciente sed de espíritu que nos ofrezca algún tipo de magia entre tanta sosez.
La Historia funciona por ciclos muy contrastados: tiene todo el sentido que a una época muy, muy, materialista le tenga que suceder una especie de tendencia inversa hacia el planteamiento radicalmente opuesto. Muchos profetas e iluminados proclaman que estamos ya viviendo ese movimiento y tanto si es así, como si no, lo cierto es que los sueños y las sincronías han salido del ámbito de la rareza esotérica al chateo social comúnmente aceptado.
Pero ¿qué son las señales y las sincronías? ¿Existen sueños que realmente se cumplen? ¿Cuál es su significado?
Por lo general, cuando empezamos a percibir este tipo de fenómenos, hacemos con ello lo mismo que hacemos con cualquier cosa que no entendemos. ¿Y esto qué es? Preguntaréis.
Lo que estáis pensando: buscar en Google.
En internet hay, efectivamente, una considerable cantidad de páginas para poder interpretar todo tipo de místicos mensajes. Según la fuente que nos dé por consultar, pueden ser enviados por Dios, el cosmos, los ángeles, los guías espirituales o cualquier otra entelequia que nos resuene a título individual.
Desde el respeto a dichas creencias, yo no comparto estas teorías. Me cuesta imaginar que los ángeles o el universo no tengan cosas mejores que hacer que tirarte una pluma a las 14:14 del día 14 para avisarte de que tienes que coger el tren siguiente, porque el anterior va a averiarse misteriosamente en Cuenca y por tanto, no llegarás a tiempo a Bilbao. Mi visión del asunto está más relacionada con el concepto inicial de las sincronicidades, que no proviene de ningún ente místico, sino una de las mentes más extraordinarias y originales que han existido en el campo de la psicología y el psicoanálisis: Carl Jung.
Jung empezó a dilucidar sobre estos fenómenos a través de las experiencias de sus pacientes en terapia. Al parecer, todas estas señales y sincronías, si bien no parecían tener una relevancia práctica, sí eran muy importantes en lo que respectaba a la experiencia interna de estas personas, por lo que se dedicó a elucubrar una teoría que pudiese desenterrar el sentido de tan misteriosas coincidencias. Acabaría llegando a la conclusión de que la aparición de sincronicidades, señales y ciertos sueños premonitorios, estaba relacionada con la aparición de un movimiento arquetípico que solía aparecer en periodos de crisis.
Como no sé si estáis familiarizados con la teoría jungiana, explicaré a grosso modo que los arquetipos son algo así como una representación de los patrones inconscientes que operan en el mundo detrás del mundo.
Para entendernos: las personas nacemos con la posibilidad o el potencial de desarrollo. El desarrollo humano sigue diversas etapas. Las etapas, en la teoría jungiana, están encarnadas por una serie de personajes, que a su vez tienen una serie de misiones o tareas para resolver cada fase evolutiva. Cuando esto ocurre, dejan de encarnar la imagen del arquetipo y avanzan al siguiente.
El viaje arquetípico se conoce popularmente como El viaje del héroe: y describe el proceso de abandonar la tribu para partir a tierras lejanas, vencer a diversos enemigos, alcanzar dones y volver con todo ello para beneficio de la comunidad que dejó atrás en los inicios. Por tanto, los arquetipos no sólo pertenecen al proceso de individuación de cada ser humano, sino que también forman parte del inconsciente colectivo y del pálpito profundo del corazón de nuestra especie.
(Si queréis profundizar más sobre este tema, os recomiendo la que para mí es una de las obras imprescindibles de la simbología arquetípica: Jung y el tarot, de Sallie Nichols)
Así pues, las señales y las sincronicidades no vendrían de agente externos, sino de procesos inconscientes. Esto se entiende mejor desde la perspectiva de que todos vivimos en la mayor parte del tiempo en lo que yo denomino El País de la Consciencia. Debemos vivir ahí porque es donde se sitúa nuestro cuerpo y donde desempeñamos nuestra vida cotidiana, así que nos requiere mucha atención y energía.
Todos los acontecimientos de nuestros reinos visibles ocurren en un primer plano y suelen ser perfectamente observables, no necesitamos señales para verlos. Lo que desconocemos es que los sucesos no ocurren sin más, sino que forman parte de un gran entramado interno que llamo El Paisaje Dormido o el mundo detrás del mundo. Para entender cabalmente el significado de nuestras vidas, nuestras elecciones y decisiones, es preciso tender un puente entre ambos, hazaña que alimentó gran parte del corpus creativo y científico de Jung. El Paisaje Dormido contiene claves que permiten completar la narrativa externa. Este lugar permanece invisible hasta que un día empieza a asomarse y entonces, tenemos vislumbres de ese otro lado: un pequeño estanque, un pájaro de fuego, un árbol, un trocito de jardín. Cada una de ellas se corresponde, en el mundo visible, con algo mucho más prosaico: un número que se repite, por poner un ejemplo típico.
Estas fugaces visiones, sorprendentes y siempre inesperadas, es lo que identifico como señales y sincronicidades.
A mi parecer, estas manifestaciones no son mensajes: son microdespertares. Durante estos breves periodos, nuestra psique es capaz de detectar y poner el foco en ciertas cosas externas que coinciden precisamente, con este estado de súbita consciencia. Si no hacemos caso, las tratamos de encorsetar en lo que nos conviene o forzamos su búsqueda, inmediatamente nos volvemos a dormir. Entonces, las señales y las sincronicidades desaparecerán durante un tiempo, aunque no eternamente. El inconsciente, como la vida en Jurassic Park, siempre se abre camino.
¿Se pueden controlar estas señales? ¿Puedo abrir más la consciencia para percibirlas?
Las llamadas del mundo detrás del mundo son tan fascinantes que no son pocos los que se lanzan a la búsqueda de técnicas, sustancias psicodélicas o retiros espirituales para abrir ese acceso y acceder a una visión más cabal y panorámica del Paisaje Dormido, en el que se presupone el hallazgo de ciertas felicidades o plenitudes que el País del Consciente no logra ofrecer. Pero sin despreciar el encanto de tales aventuras, la verdad es que no hace falta tanta complicación, ni tanta parafernalia. De hecho, a veces acaban siendo más un franco estorbo, que una puerta de acceso.
Es tan sencillo como entender que hay un inconsciente que está empezando a darnos toquecitos para que nos empecemos a cuestionar cosas. De niños lo sabíamos muy bien. Pero los adultos estamos centrados en responder preguntas, que nos olvidamos de que lo importante es hacerlas.
Podemos facilitarnos la labor de acceso con dos estrategias adicionales:
- Evitando distracciones: nuestro País del Consciente está lleno de entretenimientos, dispersiones y evasiones, no necesariamente buenas o malas per se. Pero algunas de ellas cumplen una función anestesiante del mundo inconsciente. El problema es que en nuestro Paisaje Dormido puede haber felicidad y plenitud, sí, pero por lo general están custodiados por otras criaturas del inconsciente que no son tan agradables y con las que no solemos querernos encontrar. Si estamos dispuestos a lidiar con ambas cosas, tenemos que limpiar el camino para llegar ahí, sin detenernos en cada desvío que nos encontremos. Si los héroes se quedasen para siempre en las cómodas posadas, los castillos de las hadas o los remansos de unicornios, no podrían llegar a destino.
- Compilando conocimiento: si bien el mundo consciente está cargado de información enciclopédica, el viaje por el mundo consciente suele precisar otro tipo de sabidurías. Como antes de la práctica siempre necesitamos una fase teórica, lo que sugiero en este caso es una búsqueda libre de conocimientos, fuera de los parámetros conocidos y controlados. El Paisaje Dormido no usa el lenguaje lógico o físico: está bellamente sumergido en el rico acervo de cuentos, poesías, leyendas, filosofías, religiones y mitologías que podemos encontrar en infinidad de fuentes menos cartesianas.
Los seres humanos somos conocedores, desde el principio de los tiempos, de que existe el mundo y el mundo detrás del mundo. Existe una inmensa evidencia cultural de estas búsquedas y cabe pensar, por tanto, que la necesidad de abrir el tercer ojo forma una parte importante y trascendente de la historia de la evolución humana. Nuestra capacidad de atisbar ese algo más, a través de las sincronicidades, los sueños y las señales nos recuerda que hay un orden mucho más sutil y profundo que opera por debajo del reino consciente y que contiene algo mucho todavía más importante que las felicidades y las plenitudes: el encuentro con el sí mismo.
A veces, las señales no vienen con respuestas, ni con significados, sino como una invitación.
Una pregunta abierta para escuchar a un mundo que ya no quiere seguir dormido.
Pedimos milagros, como si no fuese el milagro más evidente el que los pidamos. (Miguel de Unamuno).
Precioso concepto el de «el mundo detrás del mundo». A mí últimamente me asaltan deja vu’s muy a menudo (conversaciones o situaciones que creo haber soñado o vivido). Coincide con una época de muchos cambios en mi vida.
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Le tengo mucho cariño a la expresión, porque así lo llamaba de niña.
Los cambios abren compuertas que normalmente están cerradas, son buenas etapas para sumergirse en esos misterios.
Abrazos!
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