¿Te han dicho alguna vez que para atraer abundancia solo tienes que repetir Quiero ser rico, quiero ser rico, quiero ser rico frente al espejo? Dejando a un lado el hecho de que tienes más posibilidades de que se te presente Candyman, que de que te caiga un millón de euros, la verdadera abundancia no se encuentra en esas fórmulas mágicas que prometen parabienes de la nada. La abundancia es mucho más que una afirmación. Vamos a explorarla.


¿Qué es el cuerno de la abundancia?

La historia del cuerno de la abundancia —también llamado cornucopia— se origina en la mitología clásica y tiene diversas versiones. La que me parece más bonita y simbólica es la que narra cómo el bebé Zeus fue amamantado por la cabra Amaltea, a la que rompió accidentalmente un cuerno. Cuando se hizo mayor, y para agradecer estos cuidados recibidos en su infancia, lo llenó de un poder singular: el de colmarse infinitamente de frutos y flores. Hay otra versión en la que Amaltea es una ninfa, pero prefiero utilizar ésta porque me gustan mucho más las cabras que las ninfas.

Con este mito, tenemos una buena primera pista de cómo funciona todo este asunto: la abundancia no empieza por recibir algo. Empieza por dar algo donde no había nada. Si la madre de todas las riquezas es la generosidad, su padre es y siempre ha sido, el vacío.

En un nivel aún más simbólico: para tener energía, hay que crear energía. Existe la opción de conseguir energía sin fabricarla, igual que existe la opción de robar en lugar de ganarse la vida. El problema de ambas cosas es que, por lo general, acaban —de una manera u otra— por llevarnos a algún tipo de cárcel. Y sin libertad, qué duda cabe que no puede haber mucha abundancia.

Puede parecer una utopía la idea de generar abundancia en un mundo que a menudo nos empuja a creer en la dolorosa falacia de que siempre nos falta algo, y que nuestra vida no tiene más opciones que concatenar un sinnúmero de búsquedas para conseguirlo. Búsquedas que, a menudo, no hacen sino reafirmar la idea de que aún hay que lograr algo más… y luego algo más… y después de todo ello, todavía no es suficiente.

No digo que no haya que buscar. La búsqueda con propósito es una de las cosas más magníficas que existen en esta vida, pero precisamente porque funciona igual que el cuerno de Amaltea: aunque no encuentres nada de lo que buscas, te va llenando desde dentro. Pero las otras búsquedas – que no son más que una recreación teatralizada y deformada de la verdadera búsqueda interior – generan el efecto contrario. El cuerno cada vez está más vacío, aunque no paremos de meterle cosas dentro.

Crear abundancia empieza a ser una posibilidad muy real en tanto que entendemos que es algo que no se gana ni se logra. La abundancia es algo que se permite.

Entonces, se activa ese flujo energético que empieza con generar la promesa de la abundancia. Que no es nada más (y nada menos) que aprender a respirar profundamente con la vida. ¿Y qué es la vida? Pues aparte de una ilusión y un frenesí, que diría Calderón, es una cadencia constante que va del dar al recibir y del recibir al dar. Así, sucesivamente, hasta que pasa de ser movimiento, a convertirse en ritmo.

Como respirar profundamente.

¿Así y ya? Sí, así y ya.

Pero si te parece sencillo, ahora párate un rato a pensar en cómo estás respirando ahora mismo… y te apuesto mi cabra a que no estás respirando profundamente. Si aprovechas para hacerlo (muy recomendable) convertirás mi texto en algo interactivo. Ya hemos creado un poco de energía.


La mentalidad de abundancia

Para crear nuestra cornucopia, es preciso adquirir un enfoque abundante. Esto no es fácil, porque no se trata simplemente de cambiar el mindset, sino de vivir experiencias que nos inviten a demostrarnos —a poder ser, empíricamente— que tenemos la capacidad zeuística de hacer que salgan flores y frutos de un cuerno roto. No es poca hazaña, pero nosotros podemos.

Este cambio es un acto de creación en sí mismo, pues requiere movilizar una inmensa cantidad de energía. Y ésta es la clave para entender porqué la abundancia no se adquiere porque uno se repita a sí mismo que es abundante o le suelte a un espejo vaya usted a saber qué místicas frases.

Verbalizar no mueve gran cosa, a pesar de esta extendida creencia casi supersticiosa de que todo lo que sueltas por la boca se cumple de alguna manera. Pues no, porque si fuera así, a mí ya me habría tocado 100 veces el millón de euros del inicio del artículo. Al cerebro se la sopla nuestro pensamiento mágico.

El cerebro sólo se sacude y se reacomoda cuando le obligamos a someterse a un reality check: cuando hacemos que algo exista, que lo tenga que ver con sus ojos y tocar con sus manos y admitir que indudablemente está ahí. Entonces, es cuando se da a sí mismo el mensaje de puede creérselo. Es un proceso de dentro hacia fuera, no de fuera hacia dentro.

En resumen:
¿Es viable cambiar a un enfoque abundante? Sí.
¿Es difícil? Mucho.
¿Merece la pena?

Para mí sí la merece, siempre y cuando se entienda que la abundancia es un enfoque activo y no pasivo. Que no es un disfraz espiritual para camuflar el conformismo, sino un compromiso con una manera de vivenciar la propia existencia como un agente movilizado y movilizador, actor y espectador, obra y artista, todo, en todas partes, al mismo tiempo, como enunciaba el título de una reciente película.

En caso contrario, es tanto mejor asumir lo que hay ahora mismo y valorar lo poco o mucho que sea, sin compararnos con nadie, ni pretender ser nada más que lo que somos, en ese momento; esto también es una forma de abundancia.

Ya véis que no hay muchos trucos y técnicas que yo os pueda contar, porque de hecho, no existen; y los que se pintan con ese mensaje, no son eficientes si no hay un recorrido interno alineado con ellos (en cuyo caso, tampoco suelen hacer mucha falta).

Porque el único y verdadero secreto de la abundancia proviene de las decisiones que tomamos en cada encrucijada, asumiendo los riesgos, las renuncias, la falta de garantías, el aliento constante del fracaso a la vuelta de la esquina, nuestros miedos y nuestras limitaciones; pero con la certeza vikinga de que la muerte no nos sorprenderá fuera del campo de batalla.


La verdadera abundancia no es un destino. Nunca lo fue.

Es una revolución interna.

Es dejar de mendigar migajas al vórtice de energía y convertirte en su aliado y, sobre todo, en su co-creador.

En el mito no nos cuentan si Amaltea esperaba algo a cambio de amamantar al pequeño Zeus.

Pero sí que sabemos que de su entrega nació un cuerno capaz de alimentar al mundo.

Esa es la esencia de la abundancia.

Sé que no tienes nada. Por eso te pido todo. Para que tengas todo
Antonio Porchia