vampiroTwilight

Están ahí afuera, disfrazados como gente normal hasta que sus necesidades internas los convierten en depredadores. No buscan vuestra sangre, sino vuestra energía emocional.

Tienen el poder no solo de exasperaros, sino de hipnotizaros, de obnubilaros la mente con promesas falsas hasta enredaros en sus hechizos. Los vampiros emocionales os atraen para luego vaciaros (Extracto de Vampiros Emocionales de Albert J. Bernstein)

Se habla de vampiros emocionales, o personas tóxicas en todos los ámbitos: familiares, laborales, sentimentales…En el terreno de la pareja, se refieren concretamente a las personas que «utilizan» a los demás para llenar su vacío, es decir, que extraen la energía de la persona que tienen bajo su poder como lo haría, efectivamente, un verdadero vampiro. La sensación de todas las personas que han estado en una relación con alguien que se comporta de esta manera son idénticas: confusión, depresión, pérdida de las ganas de vivir, disolución de la identidad propia, sensación de haber sido utilizados, tristeza, angustia y dependencia adictiva del «vampiro».

Por la profusión de libros de autoayuda, artículos de psicología y experiencias de personas cercanas, se diría que no hay ajo para tanto vampiro. Y en realidad ¿es posible que existan tantísimas personas desalmadas, desaprensivas y destructivas sueltas por el mundo? ¿no será que todos somos – o hemos sido alguna vez- un poquito vampiros?.

Pongamos un ejemplo: Ana es una buena chica, pero está en una época muy difícil porque Ricardo, su novio de toda la vida, se ha enamorado de una compañera de trabajo y ha dejado la relación justo cuando estaban a punto de casarse. Ana está un mes o dos llorando desconsoladamente, sufriendo lo indecible y cuando por fin consigue salir un poco del pozo, las amigas le dicen aquello de «un clavo saca a otro clavo». Ana conoce a un chico, Raúl y empiezan a salir, aunque ella no está demasiado convencida, pero todo con tal de no seguir llorando en casa. Mientras tanto, Raúl cada vez está más enamorado y Ana más dudosa. Pasa de él, un día está cariñosa y otro día está fría. Raúl siente que debe redoblar sus esfuerzos para conquistarla a la par que la consuela: finalmente, Ana decide que no está recuperada de la ruptura y deja a Raúl, que termina exhausto, deprimido y sin acabar de entender del todo si ha compartido cama con una chica o con el mismísimo conde Drácula.

Somos vampiros, o simplemente parásitos, cuando necesitamos sacar algo de alguien. Puede ser revalidar la autoestima, subir el ego, cubrir un vacío temporal o evadirnos de una situación con la que no tenemos capacidades para lidiar.  La mayoría de las personas vivimos situaciones de este tipo y nos comportamos de manera vampírica con los demás, sin consciencia del significado de nuestras acciones y dejando la empatía muy por debajo de la necesidad urgente que impele a buscar desesperadamente algo, lo que sea, con tal de aliviar ese vacío o ese dolor.

Ser vampiro no es una cuestión de maldad. Lo somos a veces mientras no hemos madurado lo suficiente como para fomentar amistades y amores desde la plenitud, no desde la necesidad.

Pero ¿existen los verdaderos vampiros? ¿existen las personas cuya forma de relacionarse es siempre parasitaria?

Existen ciertamente personas cuyo vacío interior es tan grande, que nada ni nadie puede llenarlo. Son personas enredadas en laberintos emocionales y agonías internas que las personas normales no conciben ni comprenden. Por algún motivo, esas personas nacieron o se educaron con una manera distorsionada de relacionarse con los demás. Pueden ser personas con trastornos de algún tipo, o con deficiencias en determinadas áreas de su cerebro o simplemente personas con vivencias traumáticas que se han ignorado o no se han superado adecuadamente.

A veces, estas personas dan con otras personas que también tienen un pequeño vacío temporal y por medio de esta necesidad mutua, conectan en una relación de dependencia donde se parasitan mutuamente. Aunque al menos uno de ellos piensa que esa necesidad es amor y en nombre de ese mal llamado amor, decide luchar por la relación, en lugar de huir de ella al advertir los primeros indicios vampíricos.

Este tipo de relaciones son pasionales, con enormes altibajos y con la persona entregada perdiéndose en complacer a otra persona que es virtualmente incapaz de amar, porque ni siquiera ve al otro como un ser humano, sino como un proveedor de servicios. que se utilizará hasta que se agote.

Los amores vampíricos, lejos de las historias edulcoradas a lo Crepúsculo, acaban  invariablemente en batalla campal, maltrato psicológico o físico, desaparición repentina o consulta de psiquiatra. Se llega, en algunos casos, al suicidio. Y una sensación de estupor por parte de los damnificados: «¿Qué me ha pasado?».

Pero ni hombres ni mujeres son vampiros, ni monstruos, ni criaturas de leyenda. Somos seres humanos, con nuestras limitaciones y potenciales y según se desarrolle nuestra vida, podemos recluirnos en unas o despegar con otros. Los mal llamados vampiros, no son más que personas que no saben, ni pueden, ni se atreven a amar. No tienen poderes, ni son seres malvados. Son personas ancladas en patrones tóxicos que hacen y les hacen daño y de los cuales se encuentran incapaces de salir.

¿Hay alguna manera de dar esquinazo a los supuestos vampiros? Por supuesto. Una persona con una emocionalidad sana y una buena autoestima, está a salvo de amores paranormales. Y aunque nadie está exento de pasar por un momento delicado en su vida, podemos evitar involucrarnos en situaciones para las que no se está aún recuperado o preparado.

¿Y si soy yo el vampiro?

Si ves que a tus espaldas has dejado demasiadas relaciones tóxicas, si estás cansado/a de generar amores o amistades que terminan en tragedia griega, si te sientes como si fueses un pozo interminable que nada ni nadie puede llenar, si piensas que todos piden demasiadas cosas que tú no eres capaz de dar…quizás sea el momento de plantearse que lo que buscas no está ahí fuera, sino dentro de tí. Una vez que lo encuentres, nadie tendrá que acercarse a tí con ajos y crucifijos y podrás acceder a relaciones más sanas y satisfactorias.