Antes, cuando algo se rompía, se arreglaba, no se tiraba. Divorcios, separaciones, rupturas, relaciones que duran lo que el Depor en primera división, ¿cuál era el secreto de nuestros padres? ¿por qué ellos aguantaban y nosotros no?
Es indudable que todo ha cambiado desde la época en la que la pareja era como una fortaleza indestructible construida sobre los pilares de la obligación moral, social e incluso religiosa.
Nosotros pertenecemos a otra generación, a otra educación y a una sociedad diferente. Sabemos que cuando una pareja no funciona, tenemos la posibilidad de marcharnos e iniciar otras etapas, incluso con personas diferentes. Sobre el papel, parece fácil, cómodo y estupendo. En realidad, para la mayoría de las personas, las relaciones suponen una zona de confort – no un ejercicio constante de desafío y crecimiento- por lo que cuesta mucho más renunciar a esta comodidad que enfrentarse al dolor de una pérdida y al cataclismo de una ruptura.
Porque una ruptura es un cambio: quizás uno de los cambios más drásticos y difíciles que podamos vivir. No sólo porque supone despedirse de alguien a quien, mal o bien, has querido, sino porque nos enfrenta con la sensación de fracaso, nos obliga a renunciar al ideal de pareja eterna que mamamos de nuestros padres y nos pone por delante lo precario de nuestra ilusión de seguridad.
Y ante esta implacable amenaza de lo desconocido, volvemos la vista a los amores de antaño, idealizando una manera de hacer las cosas que tenía más que ver con la necesidad y la falta de libertad personal, que con una elección consciente.
Lo que acentúa aún más el dolor de sentir que hemos fracasado.
En un curso reciente al que acudí, sobre técnicas de liberación emocional, me llamó la atención una pareja de unos 65 años, muy agradables, educados y abiertos. Ella venía aquejada de muchos problemas de ansiedad y depresión y era evidente que la iniciativa de acudir al taller era suya, mientras que su cónyuge se mantenía más distante y escéptico, como si la cosa no fuese con él. Ambos provienen de una época en la que no había más huevos que echar para adelante, estuviese uno bien o mal, fuese compatible o no fuese compatible con el otro.
Pero al parecer, esa tampoco había sido la clave para estar tranquilos y felices en esa etapa de su vida. En todo caso, era una pareja que se encontraba en un curso de autoayuda alternativa con el afán de aprender y evolucionar. ¿Cuántas parejas de su generación se habrán estancado en las mismas peleas, en los mismos conflictos, en las mismas toxinas durante años sin crecer en lo más mínimo porque, total, el otro me va a tener que a aguantar haga lo que haga?
Resulta alentador que haya quienes a pesar de tener esa seguridad de mantener a su pareja, se esmeren por mejorar a nivel individual para su propio bienestar y el de la relación que mantienen. Pero en muchos otros casos, las relaciones de nuestros padres son relaciones en las que prima la inmadurez y donde podemos encontrar los mismos problemas de los 20, en los 50 y los 60. Ha existido una evolución personal dada por las circunstancias de la vida, pero no se han trabajado las carencias, las dependencias o los patrones tóxicos heredados de las generaciones anteriores. En cierto modo, el amor para toda la vida impuesto por las circunstancias, puede resultar muy castrante.
¿Qué pasa con nosotros? Que en lugar de aceptar que seguimos arrastrando las deudas emocionales de nuestros padres y agradecer que estamos en una época en la que nos es posible saldarlas porque tenemos libertad para escoger lo que deseamos vivir, nos fustigamos por no poder reproducir el patrón que nos han inculcado. Y no sólo eso, sino que aún encima lo idealizamos.
En plan: vale, yo ya no creo en Disney, pero papá y mamá siguen siendo Disney ¿no?
¿Resultado? Nos sentimos inútiles, insuficientes, débiles o superficiales.
Las rupturas duelen. Y duelen mucho. Tanto que nos rompen un poquito, o nos rompen todo y con esto, nos obligan a descubrir quienes somos por debajo de todo lo que hemos heredado y que no es intrínsecamente nuestro. Es momento de dejar atrás la película Disney de nuestros padres y asumir que nosotros sí que tenemos que crecer para poder amar más y mejor a personas que en todo momento eligen si quieren o no quieren estar a nuestro lado.
El triunfo personal no se mide por los años de una relación, sino por la calidad de la misma.
No nos lamentemos por no cumplir un ideal. No somos ideas, somos personas. En lugar de ello, aprovechemos la oportunidad que nos brinda tener que adentrarnos en territorios desconocidos en los que jamás se pudieron internar nuestros padres. Como pareja, tenemos en nuestras manos la opción de evolucionar para amarnos, no para aguantarnos.
¿Sigues creyendo que esta época es peor que la de tus padres?
Muy bueno!
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Precioso, como siempre… Fan TOTAL
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Pues sí.Hay que abrir los ojos! Disneylandias las justas..o ninguna!!jiji Saludos!! 🙂
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Excelente. Aun asi creo que en estos tiempos nos hemos desbalanceado para el otro lado y hemos creado una sociedad de lo descartable, de lo desechable… Asi las cosas, las parejas se consumen como mercaderia y cuando el compromiso que significa estar en pareja comienza a implicar (ademas de amor) coraje, esfuerzo, fuerza y (porque no) tambien malos tragos; aqui ya muchas personas optan por terminar todo y como se dice en mi pais «a la primera de cambio, patada en el culo»… Considero que eso no es sano, ni maduro, ni constructivo. Es mi punto de vista. Saludos
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Hola George Harrison,
Cuando una persona decide no seguir adelante con sus relaciones porque esto implica esfuerzo, es que realmente no esta preparada para un amor más adulto. Necesitará vivir pérdidas y valorar a las otras personas antes de conocer esta etapa madura de las relaciones.S Si dicha persona aprende finalmente a invertir y construir en una relación, entonces, lo hará en plena consciencia y por propia elección, no por imperativo social. Y eso siempre es constructivo.
Abrazos!
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Pues a mi si que me gustaría tener el día de mañana una relación como la de mis padres. Mis padres llevan juntos 25 años y aunque han tenido problemas (como la mayoría de los matrimonios) han sabido solucionarlos y eso les ha fortalecido como pareja, se apoyan en los momentos difíciles, siguen compartiendo sueños e ideas, se respetan, se conocen perfectamente, se aceptan tal y como son , siguen haciendo el amor, se hacen reir, son unos padres muy cariñosos y también siguen queriéndose como el primer día ¿Cómo no voy a querer eso yo tambien?. De la misma manera en que me tengo que querer a mi misma, tambien estoy en mi derecho de no conformarme con menos y de no tener a mi lado a una persona inmadura con sentimientos volátiles, simplemente porque los tiempos de ahora no son los de antes y la gente tiene una filosofía de vida en que «hay muchos peces en el mar».
Esto no quiere decir que no respete lo mencionado en el post, pero creo que al igual que tenemos que marcar unos límites personales en nuestras relaciones también tenemos que tener una idea de lo que creemos que es una relación saludable.
Saludos.
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Hola Taly,
Prefiero no preguntarte cómo sabes de la vida sexual de tus padres 😀
Ahora hablando en serio, el artículo invita a no idealizar el tipo de relaciones que había antaño porque al igual que existían buenas relaciones, también las había menos buenas y con el agravante de que no existía la libertad para separarse en caso de que las cosas fueran mal y no tuvieran arreglo por diversas causas.
Ni idealizar lo de antes, ni demonizar lo de ahora, porque ambas sociedades tenían ventajas e inconvenientes, siendo que prefiero la de ahora porque existe una mayor libertad. No obstante, ni antes todo el mundo era serio y profundo, ni ahora todo el mundo es volátil e inmaduro.
Abrazos
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Hola Cristina, puedo preguntarte algo?
no se si tiene mucho que ver aqui, pero tengo un problema muy serio y necesito ayuda. acabo de terminar una relacion donde hice demasiadas proyecciones de mi pareja en la etapa de enamoramiento y cuando esta paso pues vi a la persona desnuda que era, y a la que se me hacia imposible de amar. Tenia demasiados defectos, algunos me afectaban de una manera demasiado profunda, asi por ejemplo empece a notar que se mimetizaba mucho para llevarse bien con ciertas personas de su entorno laboral, de esa forma se convertia en un homofobico, racista, etc..luego empece a encontrar un hombre agresivo, poco tolerante, malagradecido, me imitaba, que me gritaba y me empujaba cuando estaba bajo estres, me decia cosas como que no era muy lista, me decia siempre mis errores y defectos, y poco a poco me di cuenta que no tenia muchas cosas en comun con esta persona….y que nos aborreciamos…no habiamos construido ni siquiera una amistad. La relacion tuvo que terminarse…yo no era feliz. Sin embargo, las proyecciones siguen ahi, apesar que ya no tengo esa venda de los ojos, la fantasia sigue vigente y encarnada en esta persona, lo veo como el hombre que viene a salvarme de mis miserias que me da amor, proteccion, felicidad. Y pienso en mi ex con todas estas proyecciones y lo anhelo y lo perdono y me perdono mi misma me digo como soy un persona altamente sensible (PaS) quizas me lo tome todo ml, en otros momentos pues le hago mucho rechazo y hasta repudio todo lo que me hizo pasar y hasta puedo escupir el suelo solo de pensar en el.
Como puedo borrar todas estas proyecciones?.. Se que la unica persona que puede salvarme de mis miserias soy yo misma, que los amores de pelicula no existen…y que definitivamente ha sido una relacion muy mala, la mas mala que he tenido. Gracias
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Hola Madi,
¿Cuánto tiempo llevas desde la ruptura?
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3 semanas, cris. Muy poco?
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Muy poquito, madi. Esto significa que es normal que todavía sigas manteniendo parte de esa idealización del principio. Es el que el cerebro crea patrones y necesita un mínimo proceso para transformarlos. Suele ayudar que cada vez que te vengan recuerdos del principio (idílico) de la relación, recuerdes también los defectos, los rasgos negativos…no hace falta que recrees escenas desagradables, simplemente detalles que te resultaban zafios, vulgares, desilusionantes…
Pero vas muy bien. Utiliza tu sensibilidad en tu favor, mimando y cuidando de tu cuerpo y alma, atendiendo y escuchando tus emocionales y sanarás antes de lo que crees.
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Gracias de nuevo por tus artículos. Te leo mucho, Cristina. Desde hace unos años ya, y la verdad es que tus posts me han ayudado en un proceso de crecimiento personal que, supongo que como a otros lectores, me pilló desprevenida tras una ruptura. Y retomo ahora este post porque resulta que a los que se les está rompiendo Disney ahora es a mis padres. No es nada nuevo, de hecho es algo que se ha visto venir durante muchos años, con mucho sufrimiento de parte de uno de los dos cónyuges, y con mucho morro por parte del otro (que ha sabido jugar, a partes iguales, con el amor y el miedo de su pareja a quedarse sola).
El tema es que con casi 40 años, me encuentro con que mis padres, mayores ya, están pasando una crisis de pareja muy gorda y no sé cómo actuar. Estoy posicionada, por desgracia, pero no me gustaría, dentro de que ese posicionamiento es inevitable por mi parte, estropear un proceso de separación que me temo va a ser muy doloroso (sobre todo para mí madre y para mi) Aunque en el fondo creo que, cuando salga de esta odiosa zona de confort y pase el duelo, puede ser lo mejor para ella, la verdad es que no sé cómo puedo ayudar a que tomen buenas decisiones. Quizá sea absurdo, pero me siento culpable por no haber ayudado a mi madre a salir de una relación como la que tiene, y, sin embargo debe ser ella la que tome la decisión de cortar de raíz una relación malsana que está coartando su libertad y su ilusión por vivir.
Perdona el desorden de ideas…el tema es que creo que tengo una responsabilidad, como hija, de evitar verles sufrir más, sobre todo a ella. Pero, por otro, no sé hasta qué punto tengo que «ponerle las pilas» para que decida dar ese paso. Cada pareja (y cada ruptura) es un mundo, pero si tú en tu experiencia, tuvieras algunas claves de cómo puedo afrontar este tema, te lo agradecería mucho. Un abrazo
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