Quiere saber adónde vas, de dónde vienes, con quién hablas. Necesita que vistas de una determinada manera, o que adelgaces, o que engordes, o que tengas unas determinadas aficiones y no otras. Es especialista en ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio. ¿Estás con una pareja controladora?
La pareja controladora no pide, exige. No negocia, chantajea. No sugiere, ordena. Su mensaje indirecto es: tú debes hacer esto para que yo esté bien.
Para la pareja controladora, no hay un momento de reposo. Todo debe ser supervisado, gestionado, atajado, asegurado y contenido. Rara vez se contenta con tus acciones; le angustiará no poder intervenir igualmente en tus pensamientos. Hace suyas las palabras del poema de Pablo Neruda cuando andas o reposas, cuando cantas o duermes, cuando sufres o sueñas, siempre,cuando estás cerca o lejos, siempre, eres mía. ¡Qué agobio!.
La pareja controladora puede entender que tú seas una persona libre y autónoma. El problema no es que no lo entienda (desde su cabeza). El problema es que sus emociones y sentimientos, que es lo único que no consigue controlar, le dicen lo contrario. Esto es: si no ejerzo el control sobre mi compañero/a, sucederá algo horrible.
¿A qué teme la pareja controladora? Parece evidente que su miedo tiene que ver con el abandono del otro, su propia orfandad emocional. Pero, sólo es la fachada. Debajo de ello, el verdadero terror es a su propia autonomía emocional. Si el otro no es libre, yo tampoco tendré que serlo.
Al principio, ese afán de controlar puede ser confundido como una forma de amar tan halagadora como melodramática. No en vano hemos crecido con multitud de referencias cinematográficas o literarias que promulgan el tú me perteneces como el mayor de los paroxismos románticos. En la cruda realidad, el amor sano se fundamenta en la libertad y no en el sentido de la propiedad.
La pareja controladora puede parecer la panacea a todas aquellos quienes que se sintieron desubicadas y que alguna vez desearon ser parte de algo o de alguien. Pero a medida que se van capitalizando los pensamientos, los sentimientos, las actitudes y las decisiones, esa posesión que en un principio parecía arrebatadora y pasional, acaba por resultar asfixiante.
¿Tienes una relación con una persona que te controla?
Sé honesto/a. ¿Cuántas veces te quejas de no poder hacer tal cosa o tal otra porque a tu pareja no le gusta o no te deja?
Independientemente de los miedos y los problemas internos que lleven a tu compañero/a a necesitar controlarte, si has abandonado amigos, aficiones, actividades y vida propia por sus exigencias, es tu responsabilidad y decisión haberlo hecho: nunca la de la otra persona.
Comprende que tu pareja se guía por lo que siente y cree, pero que esto no incluye que tú tengas que guiarte también por sus referencias, ni mucho menos esclavizarte por sus neuras, sean las que sean.
Una parcela de independencia y autodeterminación es esencial para que una relación sea sana y pueda prosperar resultando positiva y enriquecedora para ambos. Si has aparcado todo para tener a tu controlador/a contento y ahora estás acusando la falta de libertad, recuerda que no eres un niño pequeño al arbitrio de las órdenes de un adulto.
Eres una persona libre y autónoma con poder de elegir. Si sientes que no tienes esa capacidad y que estás atrapado/a, piensa que tu pareja tampoco es capaz de elegir no sentir el ansia de controlarte. Sois dos prisioneros en la cárcel de un amor disfuncional que os impide crecer.
Si estás decidido/a a intentar mejorar y cambiar la relación, empieza por hacer lo que nunca has hecho antes. Pon límites.
¿Quieres quedar con un amigo? Pues queda. ¿Quieres hacer un deporte? Pues hazlo. ¿Te apetece desconectar una tarde y quedarte viendo la última temporada de Breaking Bad? Pues desconecta.
¿Esto desencadena un sinfín de reproches y discusiones? No entres en ese juego. Si la otra persona no es capaz de dialogar de forma razonada y adulta, proponle aplazar la conversación hasta que se tranquilice.
¿Sientes que te están anulando? No te equivoques. Quien se está anulando eres tú.
La necesidad de control, los celos y la posesión son características de personalidades inmaduras. Pero el vivir en función de la necesidad de control, los celos y la posesión de otra persona, también lo son.
El complejo de culpa es habitual en estos casos. ¿Cómo voy a dejar a fulano o a mengana? Le voy a destrozar, no puede vivir sin mí. ¿Es que antes de conocerte no vivía?
No está en tu mano que el otro cambie o evolucione. Pero sí está en tu mano cambiar y evolucionar tú.
¿Decides o sigues dejando que decidan por ti?
Excelente entrada. Por desgracia últimamente observo demasiadas relaciones con esta premisa de controlador controlado.
También es verdad que es difícil darse cuenta si no te ha pasado anteriormente, ya que el control es paulatino y las cesiones se hacen en nombre de la «buena convivencia» el amor y el deseo de hacer feliz al otro. Y para cuando te das cuenta, ya estás metido de cabeza en una relación tóxica.
Blogs como este son necesarios para estar y no pensar que tal vez estes lo exagerando y que lo que ocurre es
normal. Gracias Cristina
Me gustaMe gusta
Hola Anónima2,
Efectivamente, la falta de experiencia en esas lides y la forma en que se suele desenvolver una relación de este tipo, dificultan la detección de ciertos patrones, aunque retrospectivamente si nos fijamos se puede identificar el momento en que se empezó a detectar la conducta inquietante y se produjo nuestro primer autoengaño. Curiosamente ese momento fue previo al enamoramiento por nuestra parte. Esto es importante porque significa que la elección es nuestra desde antes de lo que pensamos y por tanto, está en nuestra mano evitar repetir vivencias tan opresivas como ésta de la pareja controladora.
Un abrazo y gracias a ti 🙂
Me gustaMe gusta
Hola Cristina
Mi novio considera que soy una persona controladora, pero yo no estoy de acuerdo con eso, por lo tanto, quisiera saber tu opinión. Él a mi criterio es un ser libre, aunque el aclama que «no le doy espacio» o «no lo respeto»: yo no le digo qué vestir, qué comer, con quién verse o no verse, no cuestiono donde está y con quién, ni qué hace o deshace y porqué. Solo en una cosa fallo, y es en mi demanda de vernos. Por ejemplo, cuando él tiene que preparar un final para la universidad, el afirma que necesita concentrarse y que en consecuencia yo no puedo ir a su casa a cenar y a dormir, sino que solo me puede ver un rato en la facultad. U otro ejemplo similar, cuando necesito hablar algo importante con el por whatsapp o telefónicamente, si tiene que estudiar, el me dice no puedo hablar ahora porque «no te puedo dedicar tiempo porque estoy ocupado», y ni siquiera muestra interés o me manifiesta que desearía hablar más tarde.
Pienso que es injusto aceptar como pareja el hecho de no verlo (en el primer ejemplo) porque el no puede hacer dos cosas en simultáneo, a mi me hace bien compartir, me gusta sentir que tengo una pareja presente, que quiere estar conmigo aunque esté en situaciones que requieren mucha concentración. Entonces, en este caso, lo que sucede es que me enojo y acabo exigiéndole de vernos, aunque él maltratándome me dice que no quiere hacerlo con cosas tales como «no es el mejor momento», haciéndome sentir rechazada. Por otro lado, en el segundo ejemplo, me hace sentir muy mal, siento que desmerece la importancia de mi necesidad anteponiendo la propia, y ademas, no maneja bien la situación, tratándome como si fuese una empleada o un desconocido. Cuando si él me necesitaría, o bien lo escucharía y dejaría mis cosas momentáneamente para escucharlo, o bien le diría de hablar mas tarde, tranquilos. Entonces, me enojo y le recrimino sus malos modos y falta de interés, y el me dice cosas como «respetá mis tiempos», etc.
¿Acaso soy una controladora como el afirma por querer compartir o tener atención pidiendo un mínimo de cordialidad?
Me gustaMe gusta