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Tras una mala experiencia amorosa, es normal cerrar el corazón a cal y canto contra nuevas relaciones. Pero, a pesar del miedo, el impulso de amar y ser amados muchas veces nos hace asomarnos al campo de batalla incluso antes de estar realmente preparados. Entonces, empiezan las dudas…

Las rupturas normales ya generan heridas que requieren su tiempo, pero dejar atrás una relación tóxica incluye nuevas variables que afectan a nuestra manera de enfocar una nueva historia.

Creemos erróneamente que las relaciones tóxicas son la enfermedad. No lo son. Cuando aguantamos y soportamos maltratos emocionales o físicos por dependencia hacia otra persona, es la señal de que nuestro patrón sentimental está dañado o es inadecuado. Las relaciones tóxicas sólo son un síntoma. 

Un amor patológico se mueve siempre en extremos de pasión y odio, enganche y ganas de huir, sufrimiento y éxtasis. Se pasa de lo increíble a lo horrible como el alcohólico pasa de la euforia, a la depresión de la resaca. Y como sucede con los ex-alcohólicos, pasa a los supervivientes de relaciones tóxicas: tras haber vivido ese enamoramiento adictivo, eternamente alimentado por obra y gracia de las cien de cal y las dos de arena, las relaciones posteriores se antojan aburridas, grises y carentes de emoción.

Y la gran pregunta es: ¿esto es lo que me espera a partir de ahora? ¿No volveré nunca a amar de aquella manera intensa, gozosa, terrible y maravillosa ?

Bajo esa premisa, no es de extrañar que haya quienes enganchen relaciones tóxicas durante años. Ser adictos a una persona es la única manera que conocen de sentirse vivos. 

Pero amar así también satura. Como toda adicción prolongada en el tiempo, va generando estragos profundos que nos encaminan por una senda cada vez más tortuosa, en la que acabamos por creer que todas las personas son malas, no se puede confiar en nadie y nosotros somos unas pobres víctimas indefensas de un mundo cruel. En este punto, algunos optan por la soledad; pero no una soledad constructiva y terapéutica, sino un manifiesto rencoroso contra el resto de la humanidad.

Otro camino nos lleva al lado contrario. Pasar de una relación que nos ha generado profundas heridas a otra que no suponga ningún tipo de amenaza. Con alguien que difiera de nuestro patrón, es decir: que no nos engancha, pero tampoco nos daña. Algo así como pasar de las drogas duras a los caramelos mentolados.

¿Tienes miedo del amor? Quizás piensas:  me irá mal, le haré daño, saldrá mal, y si me hace lo mismo que los demás, tiene este defecto u el otro, pero al mismo tiempo me cuida y me trata bien, pero no siento lo que sentía por el otro o la otra, pero necesito a alguien que me quiera; y finalizamos con el ya clásico ¿qué está fallando en mí? ¿por qué sólo me enamoro de personas que me tratan mal?

En realidad, no tenemos miedo de los demás. El miedo siempre es a nosotros mismos. 

En el fondo sabemos que el enemigo no está ahí fuera. El miedo es a no poder controlar; a dejarse invadir de nuevo; a no saber poner límites. A ser atrapados de nuevo en esa pegajosa telaraña de deseo, necesidad e impotencia tóxicos.

Si tu autoestima es precaria, eres dependiente del cariño ajeno y te cuesta mucho, o no eres capaz de alejar de ti a personas que te causan daño, es el momento de empezar a trabajar estos aspectos de ti, antes de emprender una nueva relación.

La meta debe ser aprender a valorarse lo suficiente como para saber apartar de tu vida a todo aquello que no te reporta ningún bien. Muchas veces proclamamos el ¡merezco algo mejor! sin plantearnos si nuestros actos demuestran que realmente nos creemos merecer algo mejor. 

Si estás a las puertas de iniciar una relación y estás entrando en modo pánico, angustia, temor y dudas, tus emociones te están indicando que en el amor, no es lo mismo estar dispuesto que estar preparado. La alternativa más saludable es dedicarte a ti, a reconstruirte sin brechas ni grietas; a dejar un rato la práctica y estudiar la teoría.

Es normal que lamentes o te cause miedo dejar pasar oportunidades, sobre todo si provienen de potenciales parejas que crees que te darán lo que tu relación tóxica te fue quitando. Pero recuerda que hay muchas personas estupendas que te tratarán bien; de hecho, lo normal es que te traten bien. Pero ¿te estás tratando bien tú o sigues aceptando en tu vida situaciones que en el fondo, no deseas o te aportan nada?

Es difícil renunciar a aquello que creemos necesitar para estar bien. Pero, hagas lo que hagas, no dejes de ser consciente y responsable de lo que eliges vivir, pues te reportará algo aún más valioso que la experiencia: el conocimiento. Tarde o temprano, será tu mejor guía. 

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