Tener pareja no implica tener que renunciar a disfrutar de la amistad con otras personas, pero ¿qué ocurre cuando esa amistad parece absorber demasiado tiempo, energía e intensidad?
Vivimos, indudablemente en una época compleja en lo que respecta a las relaciones humanas. Por una parte, seguimos teniendo el impulso de emparejarnos, de conocer y experimentar el amor con otra persona; por otra parte, estamos en pugna con nuestro propio miedo a depender de esa otra persona y a perder nuestra identidad por el camino. Construir una pareja es, ahora más que nunca, un delicadísimo baile entre lo de ser uno mismo, y lo de aprender a ser uno mismo, con alguien.
Muchas personas buscan una pareja para tenerlo todo; otras tantas personas huyen de tener pareja para evitar quedarse sin nada.
Todo esto viene a cuento con el tema de hoy. Vamos a exponer un caso concreto para entendernos mejor.
Xana vive con su pareja desde hace 7 años, en una relación donde todo -aparentemente, va bien- Pero desde hace unos meses, ha irrumpido una nueva situación en la que Xana se siente bastante inquieta. Su pareja ha conocido a una compañera de trabajo. Al parecer, han conectado muy bien, hasta el punto que esta nueva amistad ha ido subiendo de intensidad a lo largo del tiempo. Empezaron yendo a tomar café a la salida del trabajo. Un poco más adelante, descubrieron su afición común por el running, y ahora también quedan para correr juntos antes de entrar a la oficina. Y poco a poco, cada vez es mayor el tiempo que la pareja de Xana dedica a chatear por whatsapp con esta nueva amiga.
El dilema de Xana es típico: no quiere situarse en el antipático rol de «novia celosa y controladora». Todos tenemos derecho a tener amigos, la pareja no es una cárcel ¿no es así?. Pero lejos de estar tranquila con la situación, cada vez se siente más inquieta, dolida y enfadada. En secreto, se compara con la chica del trabajo, encontrándose menos interesante, menos atractiva o menos inteligente que ella. Se cuestiona si es demasiado dependiente de su pareja. Quizás ella misma debería buscarse amigos, nuevas aficiones y mantenerse distraída para no centrarse tanto en lo que hace él.
Pues no. Xana no es celosa, ni controladora por sentirse desplazada e inquieta por la situación que está viviendo con su novio y la compañera de trabajo. De hecho, lo primero que debería hacer es validar sus emociones, porque son totalmente normales en un escenario como el que acabamos de describir.
Volvemos al planteamiento inicial: las relaciones sentimentales se nos pueden complicar, mucho, cuando no sabemos establecer el límite entre ser individuos libres y ser pareja comprometida. A menudo nos situamos en incómodos lugares intermedios para no apostar por ni lo uno, ni lo otro.
Por poner un ejemplo en términos que todo el mundo puede entender fácilmente: mi vida no es la misma cuando trabajo, que cuando no trabajo; cuando tengo hijos, que cuando no los tengo; cuando cuido a mis padres mayores que cuando me voy a vivir a Malasia y los veo 15 días cada 3 años.
Conclusión: una relación de pareja, al menos una que pretende ser sana y satisfactoria, implica una buena inversión de atención y compromiso. La cantidad de ambos, depende de cada cual. Pero por lo general, cuanto más atención y compromiso mutuos, más potente y satisfactoria será esa relación. Si pretendo invertir poco de mí en un vínculo, obtendré más o menos lo mismo que si me gasto poca cosa en una compra importante: o una relación cutre o un producto barato.
Si tu pareja está dedicando una cantidad considerable de atención y compromiso a la amistad – o lo que sea – con otra persona, es inevitable que tenga que retirar parte de esos recursos en su relación de pareja. La pareja, que por lo general está acostumbrada a que le den, y no a que le quiten, lógicamente experimenta una sensación de carencia y si la autoestima viene tocada, lo más normal es que se sienta en desventaja en una competición en la que ni siquiera eligió entrar.
¿Qué podría hacer Xana? En primer lugar, hacer una evaluación meditada sobre su relación. Por lo general, cometemos el error de medir el estado de una relación de pareja con parámetros que son irrelevantes. Por ejemplo, que sigan existiendo relaciones sexuales. Mucho me temo que es perfectamente posible estar desconectado emocionalmente de tu pareja y seguir teniendo buen sexo con ella. Otro parámetro erróneo es creer que todo está bien porque la pareja se comporta correctamente en el día a día. Mucho me temo también que el hecho de que una persona ejecute sus tareas y rutinas parejiles con total corrección no implica que esté verdaderamente presente.
El parámetro que hay que examinar en este caso, siempre es la calidad de la comunicación. Una pareja que se abre plena y profundamente, que confía, que puede hablar de todo sin miedos, que sostienen una amistad verdadera e íntima, rara vez tiene hueco o necesidad de albergar una amistad intensiva y constante con una tercera persona. Ocurre de forma frecuente que dos personas se enamoran y mantienen un vínculo romántico, pero sin embargo, nunca llegan a ser dos grandes amigos. Es cuestión de tiempo que esa deficiencia derrumbe el romanticismo y genere profundas grietas camufladas por arranques de pasión.
Si lo pensase bien, Xana se podría dar cuenta de que el hecho de tener miedo de hablar abiertamente con su pareja de lo que está sucediendo, ya es un problema de comunicación importante. La siguiente cuestión es ¿por qué tiene miedo?. En este caso, su miedo proviene de ser percibida como una novia controladora, es decir, alguien asfixiante y pesado al que su pareja acabará abandonando. Su respuesta es la de inhibirse y sufrir en silencio, quizás esperando que el furor de la nueva amistad amaine con el tiempo y el problema se resuelva – mágicamente – solo.
El problema de este tipo de situaciones es que no suele desaparecer por sí solo. Si una persona conecta fuertemente con un tercero fuera de la relación y no se pone ningún límite al respecto, es fácil que esta amistad se convierta en un enganche. Podría no ser una amistad; podría ser un deporte al que se dedica atención obsesiva, o chatear incesantemente por las redes sociales, o una adicción al trabajo. Sea lo que sea, es un factor que hace que, de forma progresiva, vaya abandonando emocionalmente la relación de pareja. A partir de ahí, es cuestión de tiempo que acabe llegando la ruptura, sin que muchas veces ninguno de los dos sepa exactamente cómo se fue al carajo todo.
¿Qué podría hacer Xana – o cualquiera en su tesitura – al respecto? Después de calibrar con realismo el estado de su relación, sería el momento de hablar con su pareja. Hay dos abordajes distintos. El primero de ellos, es el que nos va a resultar más cómodo. Esta primera conversación puede ser un planteamiento asertivo. Aunque por dentro nos bulla la rabia, el drama y el chantaje emocional no son buenas herramientas. El drama y el chantaje emocional son corazas para esconder nuestro miedo y nuestra vulnerabilidad y si queremos recuperar una conexión con nuestra pareja, no es el momento de ponerse corazas.
De modo que un buen acercamiento implica, sobre todo, honestidad. No me molesta que tengas una amistad, pero sí me afecta que dediques tanto tiempo e intensidad a esta persona, porque siento que esto hace que nosotros perdamos conexión y la relación se está resintiendo. Me gustaría hablar de la relación, de cómo nos sentimos el uno con el otro y de cómo podemos gestionar esto que está pasando (por ejemplo).
Este tipo de conversación se tiene una sola vez, no 520. A buen entendedor…
Con suerte, quizás la otra persona se dé cuenta de que se está yendo de madre (y si estamos a este nivel, es que se está yendo de madre) y recapitule. Pero a veces, esto no ocurre. De hecho, lo que suele ocurrir es que la otra persona, que está con todo su enganche nuevo y no lo quiere soltar, recurre a la invalidación, a la negación o incluso a la mentira.
Llegados aquí, debemos plantearnos las cosas no desde el miedo a ser abandonados, sino desde si somos nosotros los que queremos permanecer en una relación donde nos sentimos desplazados y ninguneados. Donde no se nos escucha y en la que no hay interés en profundizar y hablar de los problemas existentes. Y en la que estamos dando una prioridad a nuestro compromiso con el otro, que no es correspondida.
Sólo desde este enfoque es posible plantear a la pareja una elección contundente. No soy fan de los ultimátums. Yo creo en las relaciones sanas donde ambos trabajan activamente por mejorar como personas y como pareja. Pero entiendo que hay muchos tipos de relaciones en diversos estados de evolución y que a veces se conforman de personas que tenemos inmadureces que pulir o aprendizajes que hacer. De modo que si la vía del diálogo asertivo no sólo no es funcional, sino que además se responde de forma manipuladora, el ultimátum es el siguiente paso. Ojo con ello: no debemos recurrir a esta opción jamás, si no estamos dispuestos a llevar a cabo lo que estamos diciendo. Si no, perderemos toda credibilidad y el respeto a nosotros mismos.
La clave es entender si uno está dispuesto a tragar con la relación a cualquier costo o no. Si está dispuesto, pues paciencia y a seguir. Si en cambio, uno no quiere la relación a cualquier costo, si no que sólo se mantendría en ella si se cumplen unos mínimos, entonces, es tiempo de plantearle al otro que escoja. O está en la relación, o está fuera de ella (con su afición, su obsesión, su adicción o su colega del trabajo).
En ocasiones, este toque de atención consigue despertar al otro y hacerle darse cuenta de que se está jugando algo que le importa. En otras ocasiones, se descubre que en realidad, el otro no está preparado o capacitado para ese crecimiento y ese nivel de compromiso y, de hecho, opta por abandonar la relación para dedicarse sin limitaciones a lo que realmente le apetece hacer.
Y aunque sea doloroso, es mejor averiguarlo cuanto antes que consumirse presenciando cómo se deteriora esa pareja, que en algún momento, dejó de serlo.
Como decíamos en un inicio, tener amigos no es incompatible con tener pareja. Pero no nos confundamos: una relación de pareja y una relación de amistad no son lo mismo, ni requieren el mismo nivel de energía o inversión emocional. Recordemos que los amigos tienen su vida al margen de nosotros y nuestra pareja comparte su vida con nosotros. Un pequeña gran diferencia.
Si no estamos preparados para establecer prioridades, quizás es mejor que de momento, nos centremos en desarrollar nuestra individualidad y libertad a tope, de modo que sólo nos involucremos con alguien cuando estemos dispuestos y preparados para entregar parte de ellas. En cuyo caso, nos será muy fácil mantener el foco en algo que hemos elegido porque realmente lo queremos.
El amor, por encima de todas las cosas, es un compromiso con tu elección. (Rob Liano)
Ohh qué bueno, me ha encantado la historia y la descripción de lo que es una de las líneas rojas en un relación sana (bajo mi punto de vista) y sobre la que algunas parejas bailan en algún momento de su vida.
Personalmente, no me he visto en esas pero tengo muy claro dos cosas: lo primero, quiero que ambos podamos cubrir nuestra necesidad de pertenencia con amigos a un buen nivel, claro que sí; pero no a costa de una merma drástica en la atención, cariño y energía que nos dedicamos.
Y lo segundo, honestidad pura y dura ante todo. Verdad y verdad, aunque duela. A veces no resulta agradable, pero oye, tener una conversación clara es como echar agua oxigenada a una herida: escuece pero sana. En esta historia y como Xana, prefiero mil veces que reconozca que hay enganche y que toca hacer algo al respecto que no camuflar con relatos los sentimientos que se tienen.
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En efecto, la verdad es la clave, pero en primer lugar, debemos decírnosla a nosotros mismos. Y después procurar que las conversaciones incómodas puedan desarrollarse en un espacio seguro. Es más fácil que yo conecte con mi pareja diciéndole que tengo miedo a perderla, o que mi pareja reconozca que tiene un enganche que no está pudiendo controlar, que si nos hacemos los suecos y «aquí no está pasando nada» (cuando está pasando de todo).
Abrazo!
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Soy la pareja de Xana, con amigos, trabajo y aficiones que me hicieron dejar a mi pareja de lado en los últimos dos meses de una relación de menos de dos años (de los cuales él estuvo sin trabajar ni hacer nada un buen tiempo y yo ya me estaba desmotivando… mi comportamiento «pareja de Xana» no surgió de un repollo, tenía una explicación. Después empezó a trabajar, hacer cosas… se activó, y yo no quería romper la relación, me gusta mucho y lo extraño, pero modifiqué, más o menos como se dice en este artículo, mi manera de relacionarme). En mi caso, directamente él rompió la relación. «Necesito un tiempo, tomar distancia»… entendí que lo había lastimado y acepté ese tiempo, que interrumpí con un mensaje de navidad, y otro de año nuevo. Me dijo que valoraba lo que habíamos tenido, y siento que no da la relación por finalizada, me propuso volver a vernos después de las vacaciones ( cada uno se va por su lado con sus hijos).
No sé qué va a pasar, quizá es el preludio de una ruptura definitiva como decís en tu artículo referido a esto (me tengo este blog reeee estudiado). Quisiera tomármelo con calma, imaginar mi vida sin pareja, pero en cambio me la paso haciéndome mil películas de reconciliación y teniendo mil conversaciones imaginarias con él, sobre cualquier cosa, el calor, los precios de las cosas. Corto y digo basta, tengo que imaginarme una vida feliz sin él y sin pareja, pero ni yo me la creo, y así va mi cabeza mareada como una calesita y el ánimo como el caballito que sube y baja.
Ojalá podamos reconectarnos, pero la verdad es que yo veo que a mi alrededor los vínculos no paran de romperse, somos todos un desastre, nos separamos, nos volvemos a emparejar y otra vez romper y romper, estamos rompiendo todo, y se nos pasa el.tiempo estando todos solos. Ya voy para 50 años y tengo el corazón un poco cansado, pienso que si esto no se da ya no voy a buscar más nada y me quedaré sola y chau, porque cómo puede una persona sufrir tanto y seguir viviendo. Pero al mismo tiempo me parece triste estar sola… y no sé como trabajar eso, porque en verdad, me parece algo anti natural, en contra de la naturaleza social del ser humano, por algo la gente tiene que trabajarse tanto eso de estar solo/a, porque las personas somos dependientes… yo no veo eso como problema, lo veo como parte de la naturaleza humana, somos seres sociales y dependemos de los demás en muchos sentidos. No pareciera ser que sale naturalmente eso de andar solo/a. Tengo hijos, amigos, trabajo, aficiones… pero no es lo mismo que tener un compañero de vida. Para mi que tooodos nos pusimos reee exigentes. En fin… comparto algunas de mis reflexiones. Sería bueno intercambiar con otros y otras sobre todo esto, en una de esas alguno le encontró la vuelta que yo no le estoy encontrando a esto de estar sola y bien. Gracias por leer. Un abrazo!
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Hola lectora!
No hay que renunciar al deseo o al propósito de compartir la vida con otras personas, «aprender a estar solo» no va de hacerse monja 😀
Es más, pasar por un proceso de acomodarse en la soltería puede ahorrarte mucho tiempo posterior en relaciones infructuosas.
Me explico: si yo tengo rechazo a la idea de estar conmigo misma, no tendré mucho criterio a la hora de escoger parejas, ni de meterme en relaciones.
Ignoraré a mi intuición y a mi instinto, a mis emociones, todo con tal de cubrir rápido la necesidad.
La relaciones que surjan bajo este estado serán infructuosas, decepcionantes o infelices, porque no las hemos elegido con el corazón, sino con el miedo.
Entonces ¿para qué sirve darse un descanso afectivo y el aprendizaje de estar solo?
Por ejemplo:
Para quitarme la ansiedad de encontrar a alguien y por tanto, no perder el tiempo en elecciones que no me convencen.
Para disfrutar de otros ámbitos de mi vida o desarrollarlos.
Para cultivar los vínculos que ya existen en mi vida y optimizarlos. No sólo compartimos con parejas. No sólo las relaciones de pareja nos producen refuerzo positivo o sensación de plenitud.
Para ahorrarte un montón de rupturas innecesarias con personas mal escogidas.
Y para encontrar precisamente a ese compañero de vida que buscas.
El tiempo para aprender a estar solo (entiéndase soltero) hay que tomarlo como una inversión. Si inviertes en ese crecimiento, podrás aspirar a cosas mejores, porque tu estado, tu nivel de necesidad y tu manejo de la dependencia lo van a permitir. Cosa que no ocurre cuando hay ansia de emparejarse.
Abrazos!
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Cristina, esta respuesta es un post en sí mismo. Te lo agradezco, vuelvo a leerlo hoy como una lección que tengo que aprender, en la práctica es tan difícil. En esos devaneos estoy otra vez. Volvimos, y a los dos meses, otra vez lo mismo… no logro poner el compromiso que se merece, soy la mala de película pero lo padezco de manera infernal. En ese modo de estar, que es a medias, pero que no puedo dejar, en ese miedo aterrador a dejarlo ir, se me juegan muchas cosas:
– la edad, llegando a los 50.
– el ver muchas mujeres siempre sieeempre solas,
– la sensación de dejar ir a alguien con quien comparto muchísimas cosas, muy muy inteligente, es un tipo brillante, y disfruto conversar, pasear, compartir momentos, sentir su cuerpo, sus besos. Es cierto que hay cosas que me desconectan un poco (dinámicas de vida muy distintas, yo con muchas ocupaciones, hijos, amistades, él no tanto, mucho tiempo libre, y a veces me cuesta compatibilizar; y las pavadas que supongo todos tenemos, en este caso, cierto lenguaje soez, muy ocasional en su hablar, claramente vocabulario no le falta, pero a veces me cuesta asimilarlo), pero a la vez, no me pasa frecuentemente que encuentre estas cosas en una persona.
– El miedo de estar adoptando una postura exigente, y rígida, que podría alejarme de la posibilidad de conectar y amar de verdad. Es decir, la sensación de que el problema no es que no encontré a LA persona indicada, sino que estoy proponiéndome unos ideales inhallables. Y por consiguiente me quedaré solterrisísima for ever.
Pienso que él va a terminar esta relación, porque no es tonto y no quiere sufrir. Y yo voy a sufrir como una condenada y atravesar la soltería como si fuera el trencito del terror.
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¡Hola de nuevo, lectora!
Pues volvemos al quid de la cuestión: mientras no estés a gusto con la soltería, no sabrás si escoges para no estar sola, o porque realmente la persona te encanta. Todas estas experiencias que estás viendo te llevarán, tarde o temprano, a ese mismo punto de partida. No podré amar hasta que ame a mí misma lo suficiente como para estar feliz en mi propia compañía.
Hay que reflexionar y reexaminar la propia vida. Tener muchos amigos y actividades no implica una vida plena y muchas veces esa vorágine de ocio no es escogida en libertad, sino que es una adicción para esconder la incapacidad de estar cómodo con uno mismo. Esa fase, que también la viví en mi época solteril, es lo que yo llamo «la fase evitativa» y la mayoría de las personas pasan por ahí. Cuando más cosas necesites hacer para distraerte, menos emocionalmente disponible estás. Hasta que esas cosas empiecen a saturarte y les dejes de ver el sentido, y empieces a elegir qué realmente quieres hacer con tu tiempo, no podrás compartir con nadie sanamente, porque no eres dueña de tus elecciones.
Para mí el equilibrio llega en el momento en que te proponen un plan de fin de semana que ni fu, ni fa, y tú te das cuenta de que, mira, casi que prefieres quedarte en casa y leerte una buena novela policíaca, o pintar un cuadro, o cuidar de tus plantas.
No es tener mucho, es tener mejor.
No es consumir muchas cosas, actividades y personas, es ser quizás menos cosas, pero que sean profundas, significativas y te llenen.
Obvio que tienes dudas porque este chico te suple de más estímulos que te distraen del miedo a estar contigo misma. Una relación para ti, ahora mismo, es una actividad más de las muchas que tienes para combatir tus vacíos. Está el senderismo, el pádel, la escalada, los viajes, las fiestas singles y el novio, todo al mismo nivel. ¿Cómo puede estar al mismo nivel una persona con la que quieres construir una vida, que una actividad recreativa? Si lo está, no estás preparada, o no es la persona. A efectos prácticos, es lo mismo.
Cuando estás bien de verdad con tu vida (y estar bien implica hacer cosas que te enriquezcan, ser selectiva, saber estar en equilibrio con lo exterior y lo interior, producir energía en lugar de consumirla…), te va a pasar que te vendrán oportunidades y te darán pereza.
Escogerás a una persona que te guste tanto como para arriesgar esa plenitud que ya tienes, alguien que mejore algo que ya es muy bueno, no que te saque de algo que es regular.
Es verdad que es síntoma de nuestros tiempos toda esta inestabilidad emocional y que en cierto modo todos somos permeables a ella, pero yo te animo a ser librepensadora y descubrir tu propia versión de tu realidad.
En mi entorno veo y veía muchas personas que se quejaban de lo mal que estaban las cosas, lo difícil que era encontrar a alguien, metidos una y otra vez en relaciones que no funcionaban o eran tóxicas y obsesionadas con buscar cual era su fallo y porqué no daban con la solución.
En cambio yo, que no buscaba nada, que no estaba metida en redes, ni grupos, que vivía centrada en mis estudios, que pasaba de que me presentasen hombres y no tenía una intensa vida social, ni cien aficiones, conocí a mi pareja, de la manera más inesperada posible y en el momento en que menos cabía imaginarlo, y jamás tuve ni una duda de lo que quería y sentía con él (ni viceversa).
Funciona así, se le pueden dar muchas vueltas, pero en realidad es así de sencillo.
La solución de tu inquietud no está en ninguna pareja, está en ti.
Abrazos
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Muy bueno.! y real.! muy real .. quizá si yo me hubiera abierto y hubiera dicho que me molestaba que estuviera tan implicado en su ensayos y en su vida paralela, quizá o no … seguiriamos juntos. La coraza me hizo no preguntar , por miedo a parecer controladora.
Pero tengo claro que hubiera mentido por su nueva relación.
La vida… es esto aprender y seguir adelante
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Quizás con otra persona sí que te hubieras sentido lo suficientemente cómoda y segura como para hablarlo.
Nunca sabemos todas las variables, pero lo esencial es que siempre aprendemos algo que nos hará ir a donde necesitemos ir.
Un abrazo!
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Hola Cristina,
Gracias por continuar este blog tan pedagógico sobre el amor. Me alegro mucho de haber buceado en google y encontrar tus posts. De esto, hace ya más de 8 años.
Supongo que Xana, al final de todo eso, algo aprendería (o eso espero, por la cuenta que me trae).
Casi siempre tras tantas «desepsiones» , la misma conclusión: La peor soledad que hay es darse cuenta que la gente, es idiota.
No me gustan los tatuajes pero tras este último episodio, mientras me encontraba en el retiro, pensé en hacerme uno. Pensaba en un pájaro. Y justo, un compañero de retiro, me dijo mientras mirabamos a través de la ventana que un pajarillo del jardín, el arrendajo, era el más inteligente de las especies de aves y pensé en ese, ese mismo quiero.
Pero en rockfm me dieron otra idea :D:
https://youtu.be/lI8Q5qZWhR0?si=9_ucN3cBmQw6abYf (Espero que haga reir)
Un abrazo,
Lola.
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Veo que le habéis tomado cariño a Xana 😀 Pues la protagonista de esta historia no es una sola persona: son muchas personas y muchas historias parecidas. Entre ellas, hubo quien aprendió de la experiencia y hubo quién la repitió hasta la saciedad….pero al final, todas llegaron al mismo sitio: a ellos mismos.
Abrazos! Muy interesante la charla.
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Gracias por tomarte el tiempo en responder Cristina. Que quede dicho que al final lo del tattoo del pájaro quedó en nada porque volviendo a mi misma en realidad no me gusta profanar la piel. Pero es buenisimo el tattoo de «muy poco», aunque sea de henna, solo por las risas ya vale la pena. Un abrazo grande!
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