
Mantener relaciones de pareja saludables cuando hay problemas de salud mental puede ser todo un reto, pero ¿es un reto imposible? No necesariamente. Realismo, autoconsciencia y responsabilidad son las claves.
Conseguir una relación sana se ha convertido en uno de los #trendingtopics de nuestros dosmiles. Para tal hazaña, parecen ser necesarias un montón de condiciones: haberse curado las heridas de la infancia, empoderarse, llevar una vida exitosa, tener un amor propio de titanio, etcétera, etcétera, etcétera. Me recuerda todo esto al estupendo discurso final de la película Barbie, que refleja perfectamente el zeitgeist de estos tiempos de estándares imposibles e imágenes perfectas e inalcanzables.
La carrera por convertirnos en seres que merecen amor por sus méritos y no simplemente por lo que son, está arrojando pocos ganadores. Por no decir, ninguno. En primer lugar, está promoviendo una sociedad llena de personas que entran en la necesidad de falsearse constantemente, con consecuencias muy duras para ellos mismos y para los demás. Y en segundo lugar, la realidad innegable es que cada vez se dan más problemas de salud mental y de mayor gravedad ocultos bajo las fachadas más vistosas e impecables.
La realidad es la siguiente: no se necesita tener una salud mental idílica para ser amado. No se necesita tener resueltas las heridas de la infancia para mantener una buena relación de pareja. No es preciso fingir que está todo bien para que no te abandonen. Y tampoco hace falta estar empoderado o tener una vida de éxito para que quieran estar a tu lado.
Hace falta algo mucho más sencillo. Y mucho más complicado.
Aceptarte tal cual eres y con esa verdad y vulnerabilidad, salir al mundo con la confianza de que hay amor para ti. Porque en el acto de soltar la imagen de ser alguien que no eres, en el acto de ser honesto contigo mismo, ya estás creando amor. Tú solito o tú solita. Y ese amor ya resonará con lo de ahí afuera.
Lo mismo vale para el resto del mundo. Pero aún más esencial en estos casos.
La persona con problemas de salud mental que deseen establecer conexiones íntimas debe tener este punto en primer lugar muy en cuenta. Sin ello, todo lo demás pertenece al terreno de la más pura imposibilidad. He recibido cantidad de consultas de lectores que están implicados emocionalmente con parejas que padecen trastornos de diversa índole o que tienen trastornos, pero están intentando formar vínculos sentimentales estables. Y el problema no suele ser tanto el trastorno en sí, sino el ocultamiento y pretender fingir que no se tiene esta condición. Cosa que además no es efectiva, porque aunque uno no quiera reconocerse estos problemas, los comportamientos desadaptativos son totalmente visibles desde fuera.
El estigma social que aún arrastran estos temas no ayuda demasiado y si además estamos en un entorno que fomenta una falsa imagen de éxito o perfección y donde todo el mundo se comporta como los personajes de American Beauty, vamos apañados. La disonancia entre lo de afuera y lo de adentro acaba siendo insoportable y ocurre lo peor que le puede ocurrir a las personas en general y a una persona con una salud mental delicada en particular: aislarse y desconectarse.
Aislarse obviamente fomenta y agrava la sintomatología de cualquier cosa (ya sea depresión, ansiedad, trastornos de personalidad, trastornos del ánimo, etc). Si la persona tiene pensamientos distorsionados, dificultad para autorregularse e inestabilidad emocional, estar encerrada a solas consigo misma es como estar lidiando las 24 horas con tu peor enemigo. Obtener apoyo y ayuda sería el movimiento más sensato. Pero por otra parte, el miedo a evidenciar el problema mental ante otras personas, fomenta el aislamiento. Acaba siendo un callejón sin salida.
Es importante recordar que el proceso de reconocer un problema de salud mental y asumirlo no es fácil. Para muchas personas, puede llevar tiempo y ser una bajada a los infiernos muy dolorosa, con muchos altibajos. Si estás en esta situación, es fundamental ser paciente, tanto contigo mismo como con los demás, entendiendo que este no es un camino lineal, que admite avances y retrocesos y siendo esencial realizarlo por voluntad propia y sin presiones, ni expectativas externas.
El siguiente paso a atreverse a reconocer el problema y ponerlo sobre la mesa, es autorresponsabilizarse. Si yo tengo una depresión crónica, una adicción grave o un trastorno obsesivo-compulsivo (por poner algunos ejemplos nada infrecuentes), debo ser consciente de que no puedo dejarlos correr libremente cual gamos en el bosque, en primer lugar por mí mismo y en segundo lugar, por mi familia, mis amistades, mis parejas o con quién sea que me relacione íntimamente. Me tendré que gestionar mi problema con los tratamientos adecuados para no desregularme en exceso y establecer pactos con mis seres queridos para sepan gestionar en lo que ellos les afecte.
Por aquí volvemos a chocar con el terror a tener que admitir que tenemos un trastorno o un problema de salud mental y que esto implique un rechazo o un abandono. Lo irónico es que ocurre más a menudo que nos rechazan y nos abandonan por forzar falsos equilibrios, que por tener desequilibrios. La mayoría de la gente que sale del armario psicológico obtiene una consideración más cálida y positiva de lo que esperaban y descubren que la falta de verdad repele mucho más que la falta de salud.
El ejercicio de responsabilidad y honestidad son los padrinos de lo posible. Su desarrollo no sólo beneficia a la persona que padece el problema, sino a la pareja, porque posibilita una comunicación mucho más abierta y eficaz sobre las necesidades y expectativas de ambos. En muchas relaciones que surcan estos problemas, hay un sentido del propósito común que es muy positivo para el desarrollo personal de ambos.
No hay que idealizar, no obstante, una relación en estas tesituras. Los problemas de salud mental que no están bien gestionados deterioran frecuentemente el vínculo y desde luego no favorecen ni la integración de la persona enferma, ni el equilibrio de la persona que acompaña en esta situación.
Suele suceder, cuando la cosa deriva por el mal camino, que quien adolece de trastornos considere a su pareja una especie de salvador que le va a sacar de sus sentires distorsionados (cosa que no va a pasar porque la gente no tiene tales poderes) y tampoco es extraño que tienda a vincularse con gente que tiene este patrón de conducta, que también es otro problema en sí mismo.
Aunque en nuestra cultura se glorifica este tipo de situaciones, son el germen de muchas relaciones destructivas. La persona que tiene cuestiones de salud mental debe entender que su pareja puede ser un apoyo importante, pero no obsta de responsabilizarse de su problema y tomar las medidas que correspondan.
Las buenas noticias es que sí, si es posible tener una buena relación amorosa en estas condiciones, siempre que no hablemos de situaciones que impliquen violencia o peligro para la integridad de los allegados. Si eres la persona que está al lado de alguien con problemas mentales, recuerda que amor no se trata de fusionarse con el otro ni de desaparecer en sus problemas. Es un acto de equilibrio entre cuidar de uno mismo y ser capaz de cuidar al otro. Si no practicamos el auto-amor, si no ponemos límites saludables y no nos podemos abrir sin que nuestra identidad se disuelva en la relación, es probable que el desgaste sea inevitable.
Y para quienes padezcan de alguna condición de ese tipo, recordad que lo que realmente precisa el ser humano no es que nos curen, ni un salvador, sino personas que, sin juzgar ni pretender arreglar, nos vean y nos ofrezcan lo que realmente necesitamos: comprensión, apoyo y amor incondicional. Todos tenemos nuestras heridas y nuestras búsquedas, pero sólo cuando somos capaces de reconocer nuestra vulnerabilidad y permitirnos recibir lo que realmente necesitamos, podemos encontrar la verdadera sanación: la apertura a ser amados tal cual somos.
La historia del Rey Pescador comienza cuando, siendo niño, el rey tiene que pasar una noche solo en el bosque para demostrar su valor y poder convertirse en rey. Mientras pasa la noche solo le sorprende una visión sagrada: en la hoguera se le aparece el Santo Grial, símbolo de la gracia divina de Todopoderoso, y una voz le dice al niño: Tu custodiarás el Grial para que pueda curar el corazón de los hombres. Pero el muchacho quedó cegado por la visión más impresionante de una vida llena de poder, gloria y belleza. Y en un estado de inmenso asombro sintíose no como un niño, sino invencible. Como Dios. Se acercó a la hoguera para coger el Grial y el Grial desapareció, quedando su mano en el fuego que le produjo grandes quemaduras. A medida que el niño crecía, la herida se hacía más profunda, hasta que un día la vida perdió aliciente para él, ya no tenía fe en los hombres ni en sí mismo. No podía amar ni ser amado. Estaba hastiado por sus experiencias y empezó a morirse. Cierto día, un tonto entró en el castillo y encontró solo al rey. Y al ser tonto era un ingenuo y no vio que era el rey. Sólo vio a un hombre a solas, lleno de dolor, y le preguntó al rey: ¿Qué te aflige, amigo?. Y el rey le respondió: Estoy sediento. Dame agua para refrescar mi garganta. Y el tonto cogió una copa que estaba junto a su lecho, lo llenó de agua y se lo dio al rey. Y cuando el rey comenzó a beber se apercibió que la herida estaba curada. Miró a sus manos y allí estaba el Santo Grial que había buscado durante toda su vida. Se volvió hacia el tonto y le dijo: ¿Cómo has encontrado tú lo que mis más valientes hombres no han podido?. Y el tonto respondió: No lo sé. Sólo sé que tú tenías sed (El Rey Pescador, Terry Gilliam)
Hola, Cristina.
Estoy casado y tengo 64 años.
En el año 2013 , a los 52, me enamoré como un niño (sic) de otra mujer, amiga. En el años 2016, a los 55, me diagnosticaron «depresión mayor crónica». Ese mismo año, mi amor y yo nos fuimos a vivir juntos después de muchas dificultades. Duramos tres meses. Pero seguimos enamorados, aunque viéndonos como amantes y de mala manera. Discutíamos mucho. Yo tengo envidia de una relación que tuvo justo unos meses antes de casarse (con otro). Eso nos trajo muchos problemas: me contaba cosas para que no me sintiera mal, hasta que se «destapó» en un momento determinado que todo lo contado era mentira, tergiversación. Después vinieron discusiones agrias y silencios por su parte. Dice que resuelva el problema con mis psicólogas, que es mi problema y que no me va a «ayudar» a comprender(me). La verdad es que siento cierto desamparo, falta de intimidad y de comunicación por su parte, aún sabiendo que sigo mal (de hecho me dieron una incapacidad absoluta y una pensión). Sigo en terapia y con medicación. Mantenemos una extraña relación en la que siento que me manipula y que me «intoxica». Ella es poderosamente narcisista y yo soy psicológicamente «dependiente». La amo, pero ella está diluyendo su ilusión y su amor por mí (pienso si alguna vez me amó como decía: el amor de su vida).
Vivo solo en otro lugar de España, cerca del mar, y veo a mi familia (mujer y dos hijos) periódicamente. Los quiero con locura, pero es otro tipo de amor: el deseo está de parte de este amor tardío en el que pienso cada día obsesivamente y con tanta tristeza.
Supongo que debo de romper completamente con ese amor, pero no puedo. Ni sé.
Un saludo cordial.
Dr. A
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Hola Andrés,
Mi pregunta es si no te estabilizaría y ayudaría vivir más cerca de tu familia, aunque sea con espacios para cada cual. Como comentaba en la entrada, para los trastornos en general y para la depresión en concreto, el aislamiento no es precisamente el factor más equilibrante y es fácil suplirlo con obsesiones y enganches, pero eso sólo empeora el problema.
Un abrazo, no es una situación nada fácil.
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Gracias, Cristina.
Tienes razón. Estoy valorando esa posibilidad desde hace unos meses.
Y, también, cortar radicalmente la relación/comunicación con esa otra mujer.
Saludos cordiales.
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Me enamoré sinceramente de alguien que tiene un trastorno de salud mental considerado grave, aunque gracias a tratamiento lleva una vida bastante autónoma y funcional. Por temores, retos que planteaba, comparaciones con «la normalidad de otras parejas» decidí dejar la relación en el mes de septiembre. Y estoy rota de tristeza pero a la vez aliviada. Una mezcla confusa y muy dolorosa.
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Es una decisión dura la que has tomado, pero es totalmente entendible. Quedarse en una relación de este tipo debe ser un compromiso libre y responsable, eximido de culpas y de forzamientos. Es valiente quedarse, pero también es valiente irse.
Un abrazo muy grande y mucho ánimo.
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gracias Cristi, este post es un tesoro,bien acompañamiento tras la sesión contigo.A mí y a mí pareja nos están yendo muy bien tus pautas,de momento viviendo el día a día con sus retos por su salud mental, pero ya empezamos a ser equipo. Abrazos!
Mario
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Me alegro un montón. A veces es una pura cuestión de cambiar el enfoque, pero cambiar en enfoque puede ser todo un mundo. Un abrazo y que siga así de bien.
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Muchas gracias por tu blog, me gusta muchísimo tu forma de escribir y transmitir. Con respeto, apertura, ternura y amor.
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Soy una profunda creyente de «la letra, con amor entra». Gracias por comentar 😀
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