En esta sociedad hipersexualizada, fenómenos como 50 Sombras de Grey son el barómetro por el cual se mide una de las grandes preocupaciones de la humanidad de ahora y de siempre: cómo hacerlo mucho y sobre todo, bien.
Tras la breve apoteosis de cuerdas, antifaces y esposas de peluche rosa, la vida vuelve a su cauce. Toda práctica agota la novedad y llega el momento en que el sexo se convierte en una carrera contrarreloj en la que se lucha contra la verdad que reside bajo todo el sinnúmero de posturas del Kamasutra, perversiones de andar por casa e incluso intercambios con otras personas, la misma que subyace en todos los aspectos de nuestra sociedad: las cosas se consumen y cuando no dan más de sí, se tiran y se compran cosas nuevas. El consumismo también incluye a las relaciones sexuales.
Muchas parejas asisten a la debacle de su vida sexual mientras buscan incansablemente miles de soluciones y prácticas para entretener el aburrimiento con una ilusoria sensación de novedad pasajera. El agotamiento emocional que supone tratar de conservar la llama, se traduce finalmente en problemas diversos; inapetencia, insatisfacción crónica, sensación de obligación, disfunciones, infidelidades, etcétera. Las consultas se llenan y proliferan los anuncios de tratamientos para rendir más y mejor.
¡Qué cansancio! Finalmente, el imperativo de mejorar la relación sexual, acaba convirtiéndose en otro nuevo problema, añadido a la hipoteca, la crisis, la salud, el trabajo, la familia y los hijos.
Agregamos «practicar el bondage» a una lista imaginaria, justo un poco antes de «comprar berenjenas» y «llevar al niño al dentista».
La vida ya está llena de retos, problemas, luchas y dificultades. El sexo con tu pareja no debería convertirse en otro quebradero de cabeza más. Debería ser, en cambio, un paréntesis de placer en el que las personas deciden hacerle por un rato un corte de mangas al mundo y dedicarse nada más que a disfrutar.
La pornificación de las relaciones sexuales reales tiene una doble vertiente: por un lado, aporta variedad, inspira ideas y libera prejuicios. Pero el problema empieza cuando el porno deja de ser fantasía y se convierte en la única vía de educación sexual. Entre el porno y las asépticas explicaciones de colegio, preferimos el porno. Con el tiempo, nos preguntamos si hay algo más que no nos hayan contado.
La pornografía es divertida, al igual que las comedias románticas pueden ser entretenidas. Pero ambas dibujan una visión idílica de dos aspectos de las relaciones humanas que poco o nada tienen que ver con lo idílico. En la reciente película Don Jon’s Addiction, se nos relata la relación que establece un adicto al porno con una adicta al romance. A pesar de su toque moralista, es un interesante apunte sobre cómo afectan estas expectativas idealizadas a una pareja real.
El erotismo requiere un esfuerzo pero dicho esfuerzo nada tiene que ver con empollarse manuales, hacer un cursillo o tragarse (nunca mejor dicho) diez millones de vídeos pornográficos para emular a Rocco Siffredi o a Sasha Grey. Requiere autoconocimiento, evolución y dejar de un lado las reglas y las ideas preconcebidas para aprender a jugar mejor.
La intimidad acaba soportando mal las expectativas irrazonables, las prisas, o simplemente el peso de una mente necesitada de constantes estímulos y cargada con otras preocupaciones. El cuerpo, sin embargo, es mucho más sencillo: sólo precisa sentir.
Pero ¿cómo se practica el erotismo?
El erotismo no tiene nada que ver con la ñoñez. No exige andar pisando huevos, ni estudiar tantra, ni hacerlo a cámara lenta, ni declamar cursilerías a menos que a uno le apetezca. El erotismo significa ser tan degenerado, cachondo, vicioso o salvaje como uno desee y el otro consienta, pero siempre desde la libertad de no tener que llegar a ningún sitio ni cumplir ningún exigente estándar.
El erotismo es un arte que se aprende, se refina y se mejora día a día. Una buena manera de empezar es guardar por un ratito (luego ya habrá tiempo de volver a sacarlos) los juguetes, los manuales y las ideas impuestas por otros. Resetea todo lo que crees saber y empieza de cero. Inicia por lo básico. Tocar, saborear, oler, escuchar y mirar. Experimenta las sensaciones que te provoca hacer esto con tu pareja y no te impongas un ritmo o un objetivo. Disfruta del placer por el mero placer de hacerlo. Regresa a un estado sencillo: sin condicionantes, ni traumas, como un niño que descubre el mundo. En el placer, todos somos medio animales, medio niños.
Averigua lo que realmente te gusta, no lo que se supone que tenga que gustarte. A partir de ahí, el camino es libre. Ve a donde quieras. ¿Qué descubrirás?
Como siempre Cristina, se aprende mucho. Te vas superando día a día…..Un saludo de Víctor
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La verdad es que imaginar a la vecina cincuentona siendo esposada por el barrigón de su marido es una escena escalofriante.
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«Entre el porno y las asépticas explicaciones de colegio, preferimos el porno.»
Y tanto, ya te digo que lo preferimos. Es gratuito, fácil de conseguir, y nunca dice no. Todo son ventajas.
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Yo siempre que oigo lo de la «eduación sexual» me viene a la cabeza la imagen de un profesor muy serio con un plátano y un preservativo…
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Reblogueó esto en elblogdeldrunko.
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¡Qué desilusión! Y yo que pensaba que alguien, ¡por fin!, me iba a explicar la diferencia entre porno y erotismo. Algo que ha eludido a mentes brillantísimas desde la antigüedad. Y en vez de eso me encuentro con una defensa del sexo sabor vainilla. Habrá que seguir buscando…
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Como toda cuestión que ocupe/haya ocupado mentes brillantísimas y no tanto, la respuesta es siempre personal, improvisada y provisoria.
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La diferencia entre porno y erotismo es fácil y creo que cualquier persona puede explicarla sin mayor problema. El quid de la cuestión es que todos sabemos hacer sexo chocolate, fresa, dulce de leche y hasta menta piperita (y esto nos inculcan para cumplir el estándar masters of sex que se une a tantas otras metas de perfección inalcanzable y frustrante), pero de tanto sofisticarnos, en muchos casos olvidamos que todo empieza por lo esencial, que es: hacer el mono. En el porno llega un momento en que se agotan las prácticas, en el erotismo, todo se basa en disfrutar simplemente del cuerpo y el placer del cuerpo es incansable, las ideas…a veces se acaban.
Abrazos 🙂
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Pues si cualquier persona puede explicar la diferencia entre el porno y el erotismo, ¿por qué no lo hace tú? Porque hasta ahora no lo has hecho. Un juez del Tribunal Supremo de EE.UU. dijo «No sé explicar lo que es el porno, pero cuando lo veo, lo sé». Lo que no es decir mucho. Así que quiero ver qué explicación propones y luego ver si se tiene en pie. Como dice Anónimo, la explicación es siempre personal, improvisada y provisoria. Dudo mucho que nadie pueda dar criterios objetivos sobre esto.
Yo creo que en el tema del sexo sí se puede dar un aprendizaje y una sofisticación, hasta límites insospechados. Estoy teniendo conversaciones con otras personas sobe estados alterados de consciencia que se alcanzan con prácticas BDSM, lo que puede ser tremendamente enriquecedor. Y si se practica el BDSM, más vale hacerlo informado, porque si no puede ser peligroso. Cada cual sigue su camino. Si tú quieres quedarte en lo de «hacer el mono» y «ver, oír, oler y tocar», pues muy bien. Pero no critiques a los que queremos explorar y profundizar por otros caminos. No digas que «Tras la breve apoteosis de cuerdas, antifaces y esposas de peluche rosa, la vida vuelve a su cauce», porque somos muchos lo que hemos jugado con látigos y con cuerdas durante décadas y aún no nos hemos cansado.
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El post anterior es mío. WordPress no me reconoce automáticamente.
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La diferencia está explicada, una y otra vez. El porno pertenece al territorio de lo explícito: ofrece ideas acabadas, hurta el espacio a la imaginación. El erotismo tiene más que ver con la parte puramente sensual y sensorial, con lo fabulado, no con lo concreto. Es como la diferencia entre ver una película y leer un libro. La película oferta el impacto de lo inmediante: el libro requiere proyectar.
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O sea, que si escribo una escena de sexo realista, detallada, metiéndome dentro de los personajes y explicando lo que sienten a cada momento, estoy escribiendo porno porque dejo poco sitio a la imaginación del lector. Por el contrario, si escribo la misma escena desde lejos, usando un porrón de metáforas para evitar ir a lo concreto, sin mojarme, sin meterme dentro de los personajes, estoy escribiendo erotismo. Y si me limitara a decir «hicieron el amor», eso sería lo más erótico de todo pues le dejaría el mayor campo a la imaginación del lector. No me convences. Estás simplemente prejuzgando un estilo literario sobre otro, marcando a uno con el peyorativo de «porno» y al otro con la alabanza de «erótico», sin ningún razón clara y objetiva que respalde esa decisión.
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¡¡muy bueno éste artículo también, aprendo mucho contigo, gracias por compartirlo!!
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Aunque es fácil discutir sobre la diferencia entre porno y erotismo, yo le diría a anónimo y solenzol que no se compliquen la vida: Porno es sinonimo de explicito y en el canal plus tienes todos los fines de semana su más pura expresión. En ninguna película porno hay belleza (alguna de las modelos son indudablemente muy guapas), el argumento es inexistente y las sensaciones para el lector se alojan en el bajo vientre nada más. Hacer una pelicula porno es muy fácil y se ruedan en pocas horas pero tratar el erotismo es algo mas complicado pues implica un nivel superior e incluso implica sentimientos como el arte o la auténtica belleza porque afecta a sensaciones y estímulos que nada tienen que ver con lo burdo, con lo mordaz, en definitiva con el porno aunque eso si introducir en el erotismop algunos elementos pornográficos, puede ayudar a mejorar, animalizar y banalizar el erotismo y de paso hacerlo muy divertido. No estoy en contra del porno en absoluto, es una opción más para ver disfrutar o rechazar, pero sin duda un vino peleón no sugiere el feeling que te da un Vega Sicilia Gran reserva. Solamente se parecen en las cuatro letras con las que se designa a ambos.
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