Adquirir mayores compromisos, dejar una relación, apostar por otra nueva, quedarnos solos…todos nos hemos visto enfrentados alguna vez al miedo de tomar una decisión cuyas consecuencias no podíamos prever. ¿Y si tomo la decisión incorrecta? ¿Y si me equivoco y no hay vuelta atrás? El bloqueo es una situación paralizante en la que finalmente nos quedamos atrapados en una encrucijada de caminos en la que no vamos ni a la derecha ni a la izquierda.
Pues bien, existen buenas y malas noticias. Las buenas son que tarde o temprano saldrás de la encrucijada (o te obligarán a salir de ella). Las malas son que, hagas lo que hagas, acertarás… y te equivocarás.
¿No nos han dicho desde que tenemos uso de razón que todo tiene ventajas e inconvenientes? ¿Por qué olvidamos este inalterable principio de la vida y que toda vivencia se basa en esta polaridad?
Cuando somos niños, nos dicen lo que está bien y lo que está mal. Nos educan para saber lo que debemos hacer. Nos dibujan un plan de vida que se considera adaptado, correcto y normal y que sobre el papel, garantizaría el equilibrio y la felicidad. Tienes que ir desde B, escogiendo la opción A para conseguir C. Establecemos un sistema de aprendizaje rígido, orientado a unos resultados, no a una verdadera evolución interior.
En el momento en que empezamos a enfrentarnos a los eventos que aparecen fuera de programa estamos, por fin, avanzando hacia el autoconocimiento real. Al vernos en una situación en la que sólo podemos obtener un conocimiento mediante un riesgo, estamos abriendo la puerta a una vida de Verdad.
Si estás en un bloqueo y no sabes qué camino tomar, toma cualquier camino. Si no actúas, no podrás comprender lo que te sucede ni porqué te sucede. Ve hacia adelante, ve hacia un lado, ve hacia arriba o hacia abajo. Pero, ¡muévete!.
Tu vida es tu responsabilidad. Escoger opciones, equivocarse, acertar, volver a equivocarse, caerse, levantarse, pasarlo de pena, pasarlo de fábula y volver a equivocarse hasta saber quién eres y qué quieres. ¿Tienes miedo de fracasar? Pues recuerda esta frase de Benjamin Franklin: No he fracasado. He encontrado 10,000 soluciones que no funcionan.
¿Y tú? ¿Sabes equivocarte?
Enhorabuena por los artículos, van al grano y en mi opinión son bastante razonables.
En este caso, no se dice nada acerca de las personas afectadas por nuestra decisión. Somos libres de cometer los errores que nos afectan, pero cuando tienen relación con otras personas las cosas no son tan sencillas. Eso sí, en una encrucijada al final tendremos que elegir porque la inacción también afectará a nuestro entorno… ¿o es la inacción una tercera vía a tomar?
Me gustaMe gusta
Hola Au, bienvenida y gracias por comentar.
Dependiendo del caso en que nos situemos, la cuestión se puede matizar.
En mi opinión, al tomar una decisión, se ha de priorizar la propia felicidad. De nada sirve preocuparse por las otras personas, si no nos preocupamos por nosotros mismos.
Por ejemplo, en un caso de un matrimonio conflictivo, con constantes peleas, faltas de respeto o una profunda infelicidad personal, a veces se continúa por los hijos. Y a la larga ¿realmente es más positivo que los hijos se críen con esa referencia de pareja tan disfuncional o mejor con unos padres separados pero más felices? El optar por la felicidad propia puede ser positivo también para los demás, aunque requiera cambios. Sin embargo, no conozco a nadie cuya infelicidad brinde nada positivo a los demás. En todo caso, como tú dices siempre está la inacción, pero ¿a qué te lleva? A que otros acaben decidiendo por tí. Un abrazo muy fuerte 🙂
Me gustaMe gusta
Así es, se puede decir mas alto pero mas claro imposible.
Me gustaMe gusta