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Tienes una relación con alguien. O más bien, una pseudorelación. Hay ternura, sexo, cariño, confidencias…pero no sois pareja. Y tú eres la parte que te has pillado hasta las trancas. Y la otra parte hace su vida como si nada. Al final te acabas sintiendo como el número de teléfono de emergencias: sólo se acuerdan de ti cuando te necesitan. ¿Estás en una relación de renting?

Esperar por una persona que lleva un ritmo algo más lento que nosotros, pero en pos de un mismo objetivo, es razonable hasta cierto punto. Pasarse meses y meses (y hasta años) enganchados/as a una historia donde tu función se limita a ofertar unos determinados servicios sexuales y emocionales, es un indicador de alarma de bajísimos niveles de autoestima: vale, puede que no te quieran. Pero ¿por qué estás con alguien que ni siquiera te ve como a un ser humano?

Una relación de servicios denota carencias en ambas direcciones. Quienes la mantienen comparten un mismo problema: el miedo a estar solos, que para ellos significa no tener a nadie, ni siquiera a un nadie que no les importa.

Muchas consultas que recibo versan sobre las relaciones de renting sentimental. Se podría decir que la mayoría de nosotros hemos pasado alguna vez por el trance de ser el telepizza emocional de otros. ¿Los síntomas?. Siempre estás dispuesto/a a dejarlo todo y salir corriendo a la llamada de esa persona. Cuando estáis juntos disfrutas. Cuando estáis separados, te comes la cabeza. Esa relación casi invariablemente llegó en un momento de tu vida en que tenías miedo o la autoestima por los suelos y una especie de aventura informal parecía ser la fórmula perfecta para entretenerte sin implicarte.

A día de hoy, hablas más de esa persona que de ti mismo/a. Y cada vez te cuesta más autoconvencerte de que pasar por todo esto te compensa.

¿Estás en esta situación? Sé sincero/a contigo. Si desde el principio pensaste que en el futuro la relación cambiaría, vas mal. Porque las cosas se viven en el hoy, no en un futuro hipotético que quien sabe si existirá nunca. Siendo consciente, es momento para detenerte y empezar a observar lo que está sucediendo en tu vida. ¿Quieres esto realmente? ¿Esa relación es lo que te llena? ¿Eres feliz con esa persona? ¿Es la clase de historia que deseas vivir ahora?

Si esto es lo que quieres, ¡adelante!. Pero si no es así, empieza a poner lo que tú quieres y sientes en el primerísimo puesto de tu lista.

Porque lo que va a suceder es que seguirás tragando para mantener lo poquito que te están dando. Y como esa persona, como todo ser humano, deseará amar de verdad algún día, acabará conociendo a alguien. Y entonces tú, el follamigo/follamiga fiel, te quedarás con un palmo de narices: porque no será contigo. Tú habrás sido la historia de transición, el peor es nada y no podrás culpar a nadie: desde el principio aceptaste plegarte a ese papel al negociar con tus deseos y tus principios.

Puede que tengas muchas dudas. A lo mejor has tratado de alejarte y han vuelto a buscarte, lo cual te sigue alimentando ciertas esperanzas. Pero abre los ojos y observa la realidad: verás que una vez vuelves a acercarte, todo sigue igual. ¿Por qué lo hacen? Porque la otra persona quizás no te ame, pero eso no obsta para que siga requiriendo de tus prestaciones.

No se te va a amar por ser un proveedor de servicios. Se te amará por lo que tú eres. Así que si lo que quieres en tu vida es amor y no un apaño de conveniencia con el que matar el tiempo mientras no llegue algo mejor, empieza a recuperar tu humanidad en esa relación y atrévete a exponer con claridad lo que realmente desees. No aceptes mediocridades que no van contigo. Ten amor propio y apuesta por ti. Si no te gusta, no te gusta. Y no hay más.

En caso de que esa persona tenga sentimientos, actuará en consecuencia. Y actuará de verdad, no con mensajes, tentativas ni tonterías. Moverá el culo e irá a por lo que le interesa como hacemos todos cuando estamos verdaderamente enamorados. Haga lo que haga, sales ganando. ¿La recompensa? Te harás un precioso regalo de autoestima, energía y tiempo.