¿Qué es un flechazo? ¿Una señal cósmica de que hemos encontrado a nuestra alma gemela? ¿Un mero revoltijo hormonal? ¿Física o química? ¿Prosa o poesía?
Un estudio científico de la Universidad de Syracuse (Nueva York) nos explicaba recientemente que el proceso del enamoramiento implica 12 áreas de nuestro cerebro, que en conjunto, liberan una serie de sustancias químicas como la dopamina, la oxitocina, la vasopresina o la adrenalina, en un proceso químico similar al que produce tomarse una dosis de cocaína: la conclusión final del estudio era que la sensación de enamoramiento o el flechazo era exactamente la misma que se producía en el cerebro de una persona adicta a cualquier otra cosa.
¿Suena poco romántico, verdad?
Si nos atenemos a los datos científicos, cabría añadir que la misma compulsión y necesidad que llevaría, por ejemplo, a un ludópata a engancharse a las tragaperras es lo que nos lleva a nosotros obsesionarnos con la persona amada hasta el punto de no comer, no dormir y necesitar de constante acceso a su presencia. La diferencia es, quizás, que el ludópata no formaliza su adicción.
Desde un punto de vista menos científico, el enamoramiento es un chute maravilloso que logra lo increíble: que dejemos caer miedos, cortapisas y barreras acumuladas a lo largo de toda una vida y que por unos instantes (minutos, semanas, meses) podamos saborear la increíble sensación de vivir libremente lo que sentimos. Hay sólo dos cosas que nos desnudan hasta la médula, dejándonos totalmente expuestos: el dolor y el placer. En el enamoramiento, se unen ambos.
Todo el mundo puede experimentar un flechazo. Puedes estar en la cola del supermercado comprando el pan, subir la mirada y encontrarte con los ojos de alguien con quien se produce una especie de conexión instantánea que cuesta explicar. O puedes conocer a alguien en algún momento, prender una conversación entusiasta y darte cuenta de que pareciese que conoces a esta persona de toda la vida.
¿Qué significa?
Los flechazos no los tenemos, a pesar de las explicaciones místicas, con un alma o una personalidad. Los tenemos con un cuerpo y una cara.
Uno puede tomarse un flechazo como lo que es: una atracción física a primera vista que no conlleva mayor trascendencia mientras no se conoce verdaderamente a la otra persona. Tenemos nuestra vida, nos sentimos a gusto con lo que somos y lo que hacemos y esta nueva ilusión añade sabor a lo que ya es un sustancioso estofado. Puede que nos enamoremos o puede que no. Nos podemos permitir darnos tiempo para disfrutar de desenvolver tiernamente a esta nueva persona y valoramos además del flechazo, su forma de ser, su madurez, lo que nos aporta y lo que podemos aportar nosotros.
El enamoramiento hipoglucémico y obsesivo, pertenece a otra esfera emocional. Si yo me siento solo, si en mi vida hay una dolorosa carencia, si no me motiva nada de lo que hago o si estoy en un mal momento, el flechazo se desarrollará de una manera diferente: veo a una persona, siento atracción física y acto seguido, mi cabeza echa a rodar un atropellado carrusel de expectativas desaforadas que incluyen desde un polvazo a lo 9 semanas y media, hasta un chalet en la sierra con dos niños y un perro.
¿Y si ambas personas están en la misma situación de carencia y se cruzan como los proverbiales barcos en la noche? Que se produce algo que sólo puedo describir como Nabokov describía la existencia: un cortocircuito de luz entre dos eternidades de oscuridad.
Relaciones que empiezan a velocidad de crucero, en las que todo son promesas (¿cómo no haber promesas en una relación nacida de expectativas?): relaciones que se derraman pródigamente en el muro de Facebook, que asombran a amigos y conocidos, que se viven exaltadas, intensas y apasionantes.
Y que repente, tal y como empezaron, se fueron. ¿Qué pasó?
Seamos realistas. Empezar una relación por una atracción física y por un sentimiento de tristeza o soledad, no quiere decir que de ninguna manera vaya a funcionar, pero que funcione es una auténtica lotería.
Si una persona que, por ejemplo, arrastra problemas de dependencia, baja autoestima o duelos por resolver, en cuanto las nubes rosas empiecen a disiparse, se encontrará de nuevo con esos mismos problemas.
Para tener una relación, no basta con enamorarse. Al igual que para correr una maratón, no basta querer hacerlo. Para ambas cosas, es preciso que haya unas condiciones mínimas. Si yo estoy traumatizado porque acabo de salir de una relación horrorosa, un enamoramiento puede evadirme durante un tiempo, pero tarde o temprano, me toparé de nuevo con mi realidad: que estoy mal, que tengo heridas de guerra, que debo curarme y que debo estar a bien conmigo mismo antes de meterme en una nueva historia con ganas, voluntad y compromiso de crecer y construir. Si yo estoy deprimido desde hace tiempo porque mi vida está hecha un desastre, seguiré teniendo que ponerme manos a la obra para cambiar mis circunstancias y una nueva relación no va a solucionarme nada de esto.
Y si yo idealizo a una persona por su fachada o por sus promesas de futuro, no me extrañe que luego cuando la conozca mejor, no se corresponda con las altísimas expectativas que me había construido sobre él o ella. Nadie podría hacerlo.
Todas las personas pueden enamorarse. No todas las personas está en disposición de amar en todos los momentos y etapas de su vida.
Así pues ¿qué hacemos con los flechazos? ¿Los vivimos? ¿Los rechazamos? ¿los aceptamos o los tememos? Ni una cosa ni la otra. Si tienes ocasión de vivir un enamoramiento, disfrútalo a tope. Simplemente, hazlo con presencia, correspondencia y centrándote en lo que estás viviendo ahora mismo, y no en el chalet, en los niños y en el perro. Pregúntate no qué es lo que te va a dar esta persona, sino lo que puedes dar tú. Sueña…pero sueña despierto.
Recuerda que el amor (si llega) llega después de conocerse, no antes.
Fantástico, como siempre
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Excelente. Mejor imposible.
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Muy bueno y cierto!!
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Genial !!!
Gracias por seguir ahí Cristina
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¡¡Vivan los flechazos!! …pero con los ojos bien abiertos y sin nubecillas rosas…
Yo sigo con mi duelo, se me van arreglando los frentes abiertos a nivel personal y quien me dijo que no me quería ni como amiga, me ha escrito despues de dos semanas, me ha pedido vernos y hablar… Como diría mi fallecido padre… «Este huevo quiere sal»… No se cuando será el encuentro, no se lo que sentiré.. solo espero que la niebla rosa no este en ese momento, sino que mi mente este fría y despejada, para lo que venga… sea lo que sea 😉
Besos Cristina 🙂
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Muy bueno eso de este huevo quiere sal….
lo tomo prestado…
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Jajajaja, ¡Bego! Genial lo del huevo.
¿Te apetece ese encuentro realmente?
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Esto me recuerda a algo que, muy sabiamente, me dijiste hace poco:
«El problema es que tal y como vas, es como si caminases eternamente por un desierto, muerto de sed y de repente, ves un vaso de agua. Joder, ese vaso de agua te va a parecer Dios. Y sólo es un vaso de agua.»
Es curioso también leer esa relación entre las adicciones y los flechazos, siendo como soy una persona con tendencia a la adicción (tabaco, alcohol…). Una vez más, es casi imposible no verse reflejado en muchas de las cosas que comentas. Conozco a alguien, me atrae, me hace un mínimo de caso, caigo, y me vuelvo dependiente. Si la cosa va a más, me creo unas películas que ríete tú de Spielberg, y así me va, que prefiero un buen dramón que una comedia ligera. ¿Sabes qué? Cuando era muy jovencito solía pensar que el único amor posible era el amor a primera vista… creo que por ahí vamos mal.
En fin, va más de un mes desde la última vez que escribí, y aunque muchas cosas hayan empezado a disiparse, creo que no acabo de salir de la negación. Espero poco a poco ir bajando de las nubes y, sobre todo, espero tener la enteraza suficiente de no volver a caer si me tientan, no tener prisa, disfrutar, conocer antes de idealizar y aprender a racionalizar los impulsos y las neuras…
Saludos a todos!
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Jejejeje, Calimero, me he visto reflejada en eso de ir sedienta. Y lo de las peliculas ni te digo, me ha pasado lo mismo. Pero lo bueno es que voy aprendiendo y cada vez tengo menos sed en ese sentido. Se trata de ir «bebiendo» de otras fuentes que no sean sólo las relaciones de pareja y llenar los propios vacios uno mismo. Ahora mismo las fuentes de la amistad, el trabajo, la familia, los proyectos personales, mis propios hobbies, me llenan bastante y no tengo la necesidad de ir corriendo a encontrar a alguien que me diga lo maravillosa que soy y que me distraiga de mis propios problemas centrandome en los suyos. A veces queremos una pareja para huir de nuestro propio vacio, que nos suba el ego/autoestima y nos de la felicidad que nosotros no sabemos darnos a nosotros mismos. Pero como dice mas abajo reina, cuando estas pleno y a gusto y sabes hacerte feliz a ti mismo, esa necesitis de amor de pareja desaparece y sabremos escoger mucho mejor y disfrutar de las personas poco a poco…No es un camino fácil, pero ahi estoy 😉
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Me identifico completamente con tus palabras y con tus intenciones finales, Calimero.
Por cierto, esta entrada de Cristina y sencillamente excelente.
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Cada vez estoy más convencida de que la grandeza de los duelos, una vez superados, es aprender a mirar a las personas tal como son, sin idealizaciones, de forma que nos demos cuenta antes de su verdadera esencia. Además, creo que el actuar libre de necesidades sirve para estar dispuesto a disfrutar de las personas poco a poco, sin expectativas, sólo deseando pasar un rato agradable deleitándose con la compañía del otro 😉
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Es una reflexión muy bonita. La belleza de un amor en realidad está en desnudarse de ropajes, status, promesas, expectativas…y mirar frente a frente al alma de la persona.
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Interesante gracias por la recomendación con entusiasmo de mirar y como alguna vez comenté no todas las parejas están preparadas para llevar una amistad es un tema para debate sería interesante si se escribiese sobre ello creo que será divertido, saludos 🙂
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Cristina el comentario es para el post anterior, un abrazo
https://locosdeamor.org/2015/05/01/quedar-como-amigos-celeste-jesse-forever-lee-toland-kriever/
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Voy a amarte, olvidando que duele.
Tomaré solo la felicidad.
Dejaré que esta emoción me mueva e intentaré esconderme para que no lo veas.
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Maravillosa entrada. Pero la leo un poco tarde, no alcancé tu consejo y me apresuré. Ahora solo queda el enganche, el despecho y la culpa por no haberlo tomado con calma. ¿Alguna recomendación para esos casos?
Muchas gracias, Cristina.
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