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¿Por qué me dijo que me quería cinco días antes de dejarme? ¿Por qué me sigue llamando si no quiere volver conmigo? ¿Por qué si me amaba no luchó por lo nuestro? ¿El amor se puede esfumar en un mes? Y lo más importante ¿conoceré algún día  las respuestas a todas estas preguntas? 

Una de las actitudes más habituales después de haber sido dejado por una pareja es embarcarse en una maratón infructuosa de preguntas sin respuesta. En esta etapa, la mente parece convertirse en nuestra enemiga. 

Es como si estuviésemos atrapados en un bucle en el que rebobinamos incansablemente conversaciones, actitudes, agravios y detalles esperanzadores, sin sacar ninguna conclusión satisfactoria de ninguno de ellos y el resultado inmediato de todas estas disquisiciones es un aumento de la ansiedad, puesto que mientras tu cabeza está apoltronada en los regios salones del pasado, tu cuerpo sigue estando en el presente y la vida a tu alrededor se encarga una y otra vez de recordarte que todo sigue adelante, menos tú.

La frecuencia e intensidad de las preguntas sin respuesta son inversamente proporcionales a la capacidad de dejar ir y asumir la pérdida. Cuanto mayor es el ego, más se aferra a lo que considera sus posesiones, incluyendo a la ex persona amada; pues el ego se alimenta con el deseo y la necesidad; no entiende de aceptación, ni de dignidad.

De alguna manera sentimos que la clave de todo es encontrar esas respuestas. Que todo se alineará mágicamente y recuperaremos el control.

¿Conoceremos alguna vez las respuestas a las preguntas sin respuesta? 

Las respuestas, en efecto, suelen acabar por aparecer. Pero al contrario de lo que creemos, los ex no disponen de ellas.

Para obtenerlas es preciso en primer lugar mirar profundamente dentro de uno para comprender cuál fue nuestro papel en la relación: qué hemos aguantado y porqué, qué actitudes tuvimos y a qué se debieron, qué carencias portamos y porqué creemos que otras personas tienen el deber de llenarlas.

Comprendemos tarde o temprano que la relación que construimos es un autorretrato emocional y que podemos utilizar la reflexión para poder conocernos. Cuanto más cultivemos el autoconocimiento, más misterios serán despejados.

Si estás en esta etapa del duelo y no puedes dejar de hacerte preguntas referentes a los comportamientos de tu ex, tienes dos opciones: o bien optimizar este proceso para aprender sobre ti mismo de modo que te sea posible evolucionar, o bien desarrollar tácticas para evitar perderte una y otra vez en los mismos pensamientos:

-Si optas por la primera opción, es recomendable hacer uso de la empatía. Aunque tu ex ahora te parezca un ser extraño y de otra dimensión, lo cierto es que es humano y sus emociones y actitudes pertenecen a una esfera terrenal y por tanto, comprensible.

Actuar de psicólogo a título póstumo no te reportará nada que te sea de la menor utilidad: comprenderte tú y por tanto, comprender al otro, te ayudará a evolucionar en tu duelo, mejorar tu autoestima y no cultivar el triste arte de tenerle miedo a los demás.

 Como decía John Seymour Las preguntas sobre el cómo le llevarán a comprender la estructura de un problema. Las preguntas sobre el porqué probablemente le proporcionarán justificaciones y razones, sin producir ningún cambio.

Si identificas tus propias emociones, las observas e incluso contactas con ellas, tendrás mayor facilidad para empatizar con las emociones ajenas. No cierres las puertas a tu ira, miedo, rabia o dolor: conviértelos en tus maestros y deja que también liberen la parte oscura, enferma y asustada que hay en ti. Es tu yo frágil, tu zona en sombras, y no es la otra persona quien la ha creado: es la ruptura la que la está sacando a la luz. Intenta acogerla. Lo que necesita es tu respeto, aceptación y cariño, no tu rechazo.

Cada vez que caigas de cabeza en el pozo de las preguntas sin respuesta, recuerda que lo que te mete allí no es el amor, sino el ego. No es casual que haya tantas personas que prefieran diagnosticar problemas mentales a su ex pareja antes de asumir que simplemente, no les quieren.

-Si optas por la segunda opción, esto es lo esencial: cuando empieces con el bucle, no huyas de esos pensamientos. Deja que en tu mente se sucedan, pero no te detengas en ninguno en particular. Que fluyan y se desvanezcan poco a poco. Esta es una forma de meditación para poder encontrar el reducto de paz que aún subsiste en alguna parte de ti.

Identifica cuáles son los momentos de tu día a día en los que te sientes, aunque sea por un breve instante, tranquilo/a y sin comerte tanto la cabeza. Encuentra qué es lo que haces o piensas en esos momentos que te hace centrarte en el presente y no enredarte en la trampa de tus pensamientos. ¿No lo encuentras? Prueba a escribir una larga carta con lo que estás sintiendo. Y después, cuando termines, piensa: ¿qué ha pasado en tu mente mientras lo hacías?.

Busca el encuentro contigo: lo que haga y diga tu ex ya no es de tu incumbencia desde el momento en que no quiere estar a tu lado como pareja. Ahora sois dos personas en dos caminos distintos. Responsabilízate del tuyo. Nadie más lo hará por ti.

Otro buen ejercicio, es desarrollar un mecanismo de «parada técnica» cuando se inicie el bucle. Un chico que me estuvo consultando durante un tiempo me contaba que cada vez que no podía detener los pensamientos obsesivos, se imaginaba un muro de piedra para detener el incesante flujo de preguntas sin respuesta. El escritor y terapeuta Walter Riso proponía decir en voz alta STOP! cuando empezásemos a caer en el círculo vicioso. Sea cual sea la táctica, te invito a desarrollar la tuya.

En el proceso de duelo, las preguntas del principio nos sorprenderán con el tiempo al transformarse en otras muy distintas. A veces los árboles no dejan ver el bosque y el ego no nos deja ver las cuestiones que realmente importan. Es entonces cuando empiezan a llegar unas respuestas que hace tiempo ya han dejado de ser importantes.