¿Somos su pareja, su víctima, su complementario? Lo que define el estado de una persona que ha estado o está involucrada en una relación con un psicópata es: confusión.
LA PAREJA DEL PSICÓPATA
Era la persona más vital, alegre y extrovertida que he conocido nunca. Tenía una sensibilidad extrema. Supongo que esto le ayudaba, porque de cualquier cosa, ya fuera un paisaje o una casa en ruinas, se inventaba historias que acababan siendo aventuras fantásticas, llenas de magia, en las que siempre ganaban los buenos; qué paradoja. Era tan elegante que la miraba durante horas mientras se arreglaba y se maquillaba.
Nunca me cansaba de repetirme que de mayor quería ser como ella. Supongo que todo lo que estoy escribiendo son recuerdos que muchas mujeres deben de tener de sus madres, y a esto me refiero: era una persona como cualquier otra de las que nos encontramos cuando vamos a trabajar.
Carta de Xantal Rodríguez hablando de su madre, Rosario Endrinal. Indigente golpeada y quemada en un cajero automático por tres chavales de familia acomodada.
Podrías ser una persona luchadora y positiva; podrías ser apocado y tímido; puedes estar satisfecho o puedes no estarlo; puedes ser dependiente, puedes no serlo; puedes tener un físico llamativo o ser discreto como un ratoncillo; puedes ser intelectual o vital; puedes ser racional o emocional. La pareja del psicópata puede ser de muchas y variadas maneras, pero siempre, siempre, es una persona con un alto grado de empatía. Sin empatía, es imposible iniciar el juego.
La empatía es el ingrediente secreto sin el cual tendríamos una alianza de conveniencia y no la particular interacción de poder y sumisión que se produce entre el psicópata y una persona aparentemente funcional.
¿Tiene el psicópata una especie de místico radar depredador con el que mágicamente puede ver las carencias y debilidades de otras personas para poder seducirlas y dominarlas?
S.L, afirma ser, supuestamente, un psicópata integrado. Está casado, tiene dos hijos mayores y desempeña un puesto de responsabilidad en un organismo público; a la vista de todos, es un hombre sociable, carismático, cumplidor. Comenta que ha tenido varias amantes desde antes de su matrimonio, y presume de haber podido mantener incluso tres relaciones clandestinas al mismo tiempo perfectamente organizadas y compartimentadas para que su pareja oficial no supiese de su existencia. Todas las relaciones extramatrimoniales que ha sostenido, han sido tóxicas. Por ejemplo, dice que obligó a una de sus amantes a abortar un hijo suyo, algo a lo que ella habría accedido por miedo a perderle.
Al preguntarle cómo selecciona a las mujeres y si ve en ellas algo en particular que le haga saber si son vulnerables o dependientes, responde que no siempre. Que él simplemente va probando, probando…y si la mujer responde, es adecuada. Puro ensayo y error, sonríe.
La pareja del psicópata cree profesar un amor inmenso, un amor de cualidades casi divinas: todo lo perdonas, todo lo aceptas, todo lo consientes. En realidad, lo que experimentas es una adicción, reforzada por el sistema de premios y castigos que inflige el otro para mantener su provisión de estímulos. A veces, eres consciente y tratas de desengancharte de la relación, enfrentándote con el temido y temible síndrome de abstinencia. Pero en general, tu sensación es la de una extraña inercia. Es como si algo te obligase a permanecer allí en contra de tu voluntad.
¿Cuáles son las mayores dificultades a la hora de desengancharse?
- El síndrome de abstinencia: un conjunto de síntomas ansioso-depresivos habituales en cualquier ruptura. En una relación adictiva, los síntomas se multiplican y las sensaciones pueden llegar a alcanzas cotas de angustia muy altas, con constantes impulsos para retomar la relación.
- El ego: tu peor trampa. Piensas que el psicópata «se ha ido de rositas», que no puede ser que tanta mentira, daño y abuso quede sin castigo. Aplican el contacto cero con la mera intención de cambiar el equilibrio de poder o aplicar una revancha. Es esencial recordar en estos momentos que el único enemigo real es la propia adicción a la relación y es con ello contra lo que hay que luchar. Tú no puedes retar al psicópata, como tampoco puedes retar a la botella si eres alcohólico, o a la droga, si eres drogadicto. Necesitas retarte a ti, a la vida, a tu psique porque todas las herramientas que precisas, se encuentra allí.
- El miedo: miedo a no poder amar, a no ser feliz en una relación, a tener profundas taras mentales que impidan tu estabilidad, culpa, miedo al vacío…Son sensaciones autodestructivas que están vinculadas a una experiencia traumática, pero no son pensamientos, ni percepciones realistas. Sean cuales sean los pensamientos negativos que alimentes en tu proceso de desenganche: NO SON REALES. NO TE DEFINEN.
¿Qué factores pueden ayudar a la hora de desengancharse?
- Al pan, pan y al vino, vino: si sufres, te desgastas, te enfermas, te obsesionas y te anulas y destruyes, no es amor. Es una enfermedad o una adicción y estás experimentado el mismo tipo de proceso que vive cualquier otro adicto.
- No confundir el proceso de conquista con sentimientos verdaderos: es habitual que te obsesiones con recuperar la primera etapa de la relación. Como eres una persona normal cuya cabeza funciona normal, crees que la fase de seducción fue lo REAL, mientras que los comportamientos posteriores son consecuencia de las acciones erróneas de la pareja del psicópata, acciones que deberá arreglar para que vuelva el príncipe o la princesa de los inicios. Que en realidad no existen. La fase de seducción es IRREAL. Son REALES las conductas abusivas, son reales las mentiras, las infidelidades, los insultos, los comentarios despreciativos…Y nada de ello es culpa tuya.
- Mirar alrededor: amigos, amigas, familiares…ver que otras personas van evolucionando vitalmente, se emparejan, forman familias, pasan malos y buenos momentos, se recuperan…puede reforzar la consciencia de que esto no es un juego, que se pierden años y experiencias de vida en algo que por su propia naturaleza, no puede progresar nunca.
- Escoger un terapeuta adecuado: si se decide buscar ayuda profesional, no hay que caer en el desánimo y no hay que temer descartar opciones. No todos los terapeutas conocen este tipo de vinculaciones ni adicciones emocionales, ni saben cómo abordarlas; es preferible tomarse el tiempo preciso para encontrar a un profesional adecuado y con el que haya una comprensión del caso, antes que perder dinero y sesiones en una terapia que no convenza. El psicólogo Iñaki Piñuel, que se dedica desde hace años a este tipo de terapias, recomienda en especial la EMDR, que está especializada en tratar recuerdos traumáticos.
Un encuentro breve, puede dejar un mal sabor de boca y el breve escalofrío de un niño que despierta de un mal sueño. Una vínculo largo y sostenido en el tiempo, puede generar unos mayores estragos, principalmente por el increíble trabajo de adaptación a lo anormal que ejecuta la pareja del psicópata para poder tolerar los aspectos negativos de la relación sin volverse loca en el intento.
Las secuelas a corto y medio plazo pueden ser tanto físicas como psicológicas: dolores, migrañas, sensación de insatisfacción crónica y de vacío, sentimientos persistentes de depresión, miedos y algunas fobias (por ejemplo, agorafobia o claustrofobia), ansiedad, ataques de pánico, insomnio, fobia social, estrés postraumático…
El trabajo de recuperación pasa por diversas fases, siendo las iniciales las más intensas y aliviándose parte de los síntomas físicos de forma natural al alejarse de la situación conflictiva. Posteriormente, el reconectar con uno mismo, con el propio mundo interior, reconstruir la autoestima y reaprender una manera de vivir estimulante sin necesidad de constantes descargas de intensidad, es una labor que puede conllevar más tiempo y esfuerzo, no obstante los frutos con la debida constancia, son muy positivos.
El proceso de sanación y reconstrucción es muy similar al de cualquier otra persona adicta. El escollo más persistente en el desenganche es aprender a convivir con la vida misma, sin necesidad de infligirse estímulos extremos. La relación adictiva, al igual que cualquier otra droga, produce, en sus picos más altos, una impresionante sensación de plenitud, conexión y vivencia plena del presente. Muchas personas que han vivido este tipo de experiencias se enfrentan a la frustración de no encontrar algo similarmente estimulante en otras fuentes más inocuas, como la meditación, los ejercicios espirituales, el deporte, incluso en otras relaciones sentimentales, véase Las relaciones normales me aburren.
Las mejores herramientas con las que se ha de contar en esta etapa son principalmente, las mismas que precisa el viaje del autoconocimiento. Ver, dejar estar, reconocer y verbalizar los propios momentos de vacío y de frustración, ser plenamente conscientes de que estos son estados y sensaciones temporales y que poco a poco encontraremos la manera de ir lidiando con ellos sin que nos precipiten a la angustia.
Liberarse de la culpa.
Des-responsabilizarse de la otra persona y dejar de justificar sus comportamientos. Da igual lo que sea: sus traumas de infancia (nota: usan a menudo esta excusa, aunque no sea cierta y provengan de un entorno familar totalmente normal) su relación con sus padres, su malvado jefe…sea lo que sea, NADA justifica el maltrato.
Trabajar en la aceptación. No regodearse en pensamientos de revancha o redención. No puedes salvar a nadie de sí mismo. No todo el mundo debe ser salvado, cambiado o redimido. A su vez, encuentra tu propia oscuridad. Tus momentos de ira, egocentrismo, impulsividad, necesidad de estímulos. Imagina a una persona que no puede aprender valores, que no puede aprender autocontrol, que está destinado a vivir permanentemente en estas emociones y sensaciones sin capacidad para crecer por encima de ellas. Perdona y perdónate por todo.
Un día estarás en algún sitio, quizás en tu casa, de viaje, con tus padres, con tu hijo, solo o acompañado. Y no estará pasando nada de particular, salvo una sola cosa alucinante. Que por primera vez en mucho tiempo, sientes paz.
(Esta pequeña monografía sobre psicópatas, vínculos y sus parejas, no se basa principalmente en estudios profesionales de expertos, si bien han servido de inspiración los libros El maltrato psicológico, de José Luis González de Ribera, el clásico Sin conciencia, de Robert Hare, Amor Zero de Iñaki Piñuel y ¿Es usted un psicópata? de Jon Ronson.
He preferido no obstante emplear los cientos de testimonios que he ido compilando durante años sobre experiencias de este tipo, contados desde el punto de vista de las víctimas, más entrevistas que he podido realizar y documentación que he ido reuniendo testimonios y otras fuentes que no cito por cuestiones de privacidad.
Tengo que agradecer especialmente la aportación de una persona en concreto, que fue quien me señalo la importancia de no caer en las luchas de poder y varias ayudas para el apartado del contacto 0. Actualmente está persona se encuentra todavía en estado de recuperación. Mucho ánimo y millones de gracias por querer compartir y ayudar a otras personas con tu experiencia. Ya sabes quién eres :))
Hola Cristina,
Empecé una relación con una persona y al principio todo parecía ir bastante bien. Ahora, con el tiempo y con perspectiva entiendo que determinadas cosas no eran normales. Pero bueno, así lo sentía.
Todo empezó a volverse una locura cuando él decidió alejarse completamente y «volver a ser amigos». Ahí empezaron las cosas raras aunque yo, por aquel entonces, tampoco sabía mucho a qué atenerme y las empecé a ver como normales: aparecer en mi lugar de trabajo o incluso en mi casa y un largo etc. Finalmente volvió, supuestamente arrepentido de haberse alejado. Yo llevaba esperando esa vuelta mucho tiempo así que me alegré mucho e inmediatamente volvimos a retomar la relación.
Pero nunca volvió a ser lo mismo del todo, ya a las pocas semanas me decía que «poco a poco» y que en ese momento no le salía nada conmigo pero que quería seguir manteniendo el contacto. Cuando yo decidía alejarme empezaban las locuras: muchísimas llamadas al móvil, contacto a través de las redes sociales que yo ni siquiera utilizaba ya, hablar todos los días, cuentas en redes sociales falsas, e-mails incluso escribir a mis seres queridos.
Por unas cosas o por otras, yo siempre acababa volviendo. Acabé viendo esas cosas como gestos «de amor» sin embargo, él seguía manteniendo que no le salía nada más conmigo.
Finalmente, hace casi 3 semanas decidí alejarme del todo. Contacto cero.
En un momento, él continuó hablando como si nada. Ahora hace una semana que él tampoco me dice absolutamente nada. Algo en mi, me dice que sigue «jugando» y esperando a que yo reaccione, que sigue esperando agazapado.
Evidentemente están siendo días duros. Aunque la razón me dice que estoy haciéndolo bien, a veces no puedo evitar tener ansiedad, nervios y ganas de que vuelva a contactar conmigo. Entiendo que parece un sinsentido. Ni yo misma a veces me entiendo.
¿Qué opinas Cristina?
Muchas gracias y un abrazo
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Hola María,
Hay una parte de tu cerebro, la que está funcionando en unos parámetros de normalidad, que es la que te reafirma que has hecho bien. Hay otra parte de tu cerebro que ahora mismo está secuestrada por un enganche emocional, que te manda mensajes de autoengaño para que vuelvas a buscar la «droga». Es un proceso absolutamente normal y tú cabeza con el tiempo recuperará el equilibrio. Para ese síndrome de abstinencia, que es lo que describes, viene muy bien buscar desahogos y ocupaciones. Un simple paseo durante un bajón de ese tipo ya es un alivio. Sigue en ello, el tiempo te dará la razón.
Abrazos
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