Te adoro, te odio, te dejo, te adoro otra vez. Pero no soporto estar a tu lado. Te dejo. Me siento sol@. Lloro porque ya no quiero estar sol@. No me dejes. Pero no te quedes. Pero quédate. Aunque en realidad, es mejor estar sol@… ¿Pero para qué vivir, si estás sol@?

¿Te suena todo esto? Quizás hayas conocido a una pareja con trastorno límite de la personalidad.

Tuve una racha larga donde una parte sustancial de las consultas que estaba recibiendo versaban sobre rupturas con personas con trastorno narcisista y personas con trastorno borderline. ¿Tienen algo que ver lo uno con lo otro? Sí, tienen muchos rasgos en común y sospecho que a veces se confunden. Ambos trastornos pertenecen al llamado clúster B, que es el grupo en el que el DSM-V clasifica las personalidades erráticas, emocionales, dramáticas e intensas. Ambos tienen anomalías en los neurotransmisores, particularmente de serotonina y de dopamina. Ambos suelen ir acompañados de problemas de adicción. Ambos tienen problemas de regulación emocional y ambos tienen una autoestima más fluctuante que las cotizaciones del IBEX. Ambos tienen un manejo muy deficiente de las relaciones íntimas. Ambos muestran comportamientos desadaptativos para llamar la atención y obtener validación.

Entonces, ¿no son lo mismo? Pues no. Mientras que el trastorno narcisista se relaciona más bien con la herida del rechazo, compensada con una autoimagen grandiosa, exageración de logros y cualidades, falta de empatía y otros etcéteras, em el trastorno límite se marca la herida del abandono, expresada con autosabotaje, autoagresión, intensos altibajos emocionales, hipersensibilidad y una sensación de vacío persistente y constante. Además, pueden ser personalidades muy creativas y artísticas (el TLP está muy asociado al arquetipo del artista maldito): incluso el psiquiatra Mario Acevedo, autor de La herida límite, postula la posibilidad de que las personas borderline pudieran haber sido niños PAS expuestos a situaciones de maltrato.

También existe un narcisismo de tipo borderline, en el que coexisten tanto la herida del abandono, como la herida del rechazo y en el que la persona manifiesta síntomas de ambos trastornos.

Se contabilizan muchos más diagnósticos del TLP en mujeres, no obstante, dado que en general son menos los hombres quienes acuden a consulta psiquiátrica, es posible que los datos estadísticos de los que se dispone actualmente estén muy sesgados.

Un ejemplo de personalidad narcisista clásica podría ser (especulativamente) Donald Trump y un ejemplo de personalidad con TLP podría ser (también especulativamente) Amy Winehouse.

El tema es mucho más extenso pero como tengo que ir al grano, os dejo con estas pinceladas y si os interesa profundizar, podéis tirar más del hilo en un montón de artículos y estudios que encontraréis en Google Scholar.

Estas personalidades del clúster B pueden generar muchos estragos en las relaciones de pareja por un curioso funcionamiento que es muy típico en la mayoría de ellos y que se conoce como ciclo de idealización y devaluación. Los compañeros de estas personas pasan de ser subidos al más alto de los pedestales, a terminar convertidos en los villanos de una película en la que ni sabía que estaban participando. La razón por la cual sucede este ciclo es que estos perfiles tienen un problema de identidad, que forma parte de la base del trastorno.

Al no tener cómo autodefinirse, cada uno por sus razones, lo que ocurre es que se intentan construir a partir de los rasgos de otras personas que consideran que tienen cualidades de las que ellos carecen (narcisismo) o buscar a aquellos que les van a dar algo que les falta (borderline). Este es el mecanismo que detona la idealización.

Como es imposible crearte una identidad apropiándote de la de otra persona e igualmente es imposible llenar un vacío personal profundo con algo externo, en algún momento, ambos perfiles empiezan a experimentar un malestar (el otro no cumple la función para la cual fue escogido) y en lugar de ver la realidad, creen que la pareja o no es perfecta, o no les ama como debería; y despliegan una serie de conductas para evidenciar su frustración, su ira y su desprecio por tamaña traición. Este es el mecanismo que detona la devaluación.

La diferencia entre el ciclo de un trastorno y el ciclo del otro se puede resumir muy bastamente en lo siguiente:

Narcisismo: razonamiento inconsciente.

  • Si consigo estar con Pepito, al que percibo como alguien superior, significará que yo también tengo valor, pero si Pepito quiere estar conmigo, que no valgo nada, es porque no es tan superior. Me enfado y le castigo porque ahora es inferior mientras, me busco a Juanito que sí es superior. Replay.

Límite: razonamiento emocional caótico.

  • Necesito absolutamente a Pepito para sobrevivir, él es yo, yo soy él, nos pertenecemos, nos fusionamos, pero tengo miedo a que esa persona me vea como soy y me abandone, pero si no me ve como soy no me puede querer de verdad porque soy horrible, así que le odio porque en realidad no me quiere, pero no quiero que me abandone, así que me busco a otro que sí me va a querer, pero me pasa lo mismo y me acuerdo de Pepito y y le voy a buscar para que no me abandone y luego, le abandono y me busco a otro que no me va a abandonar. Replay.

La idealización TLP, que cobra magnitudes operísticas, puede ejercer una especie de hechizamiento de la incipiente pareja, y potenciarán su resistencia para el Chernobyl que se avecina. Para sorpresa de ambos.

Porque la historia no parece empezar tan mal, con la persona borderline viviendo a tope su fantasía romántica con la persona ideal (o Persona Favorita) con la que suele soñar en sus ratos a solas y la persona ideal sintiéndose muy halagada, pero muy desconcertada porque no era consciente de tener tales encantos.

Aunque el amorío cobra tintes extremos e intensos que ríete tú de Anna Karenina, lo cierto es que la persona idealizada no es consciente de que la cuestión es algo menos romántica de lo que aparenta: ya que, en realidad, su existencia no importa demasiado, siempre que cumpla su papel de figurante en la película del otro. Pero ¡ay, si no lo cumple! (lo que sucede, tarde o temprano).

Cuando mayor la subida, más dura será la caída y aquí vamos a hablar del splitting, o división, en idioma cervantino. Lo explico: en una relación más o menos normal, cuando pasa el furor de los inicios y la gente empieza a conocerse, se van cuadrando los desacuerdos y las diferencias, se ven los defectos de la otra persona y se aceptan como parte del pack, se intentan manejar terrenos intermedios, etcétera. Ni cuando se conocen se ven como divinidades, ni luego se ven como seres demoníacos. Hasta aquí, bien.

Con el TLP, sucede lo contrario. Es típico que pasen radicalmente de embelesarse hasta la extenuación con su crush, a caer en el pánico suicida porque un día su pareja les dijo que iba a llegar tarde porque perdió el autobús. Del pánico suicida bastan unos pocos segundos para alcanzar vertiginosamente el ya no me quiere, me va a dejar, seguro que me engaña, le odio, siempre me traicionan, pero ¡se va a enterar!. Todo en una sucesión rapidísima de acontecimientos mentales que si lo pudiéramos ver por un agujerito, sería algo parecido a un recopilatorio de las mejores escenas de Scarlett O’Hara en 30x. Esto es el splitting.

Si son del tipo expresivo, la guerra está servida, a menudo con insultos, ataques verbales, amenazas de suicidio, llantos tremendos, objetos voladores, bofetones y otras lindezas; también los hay que introyectan la ira, y recurren a autolesiones, comportamientos compulsivos o a diversas estrategias más solapadas para vengarse del supuesto abandono.

Si la pareja no ha dado la espantada para entonces, suele empezar un baile habitual en este tipo de relaciones: el que no tiene TLP desarrolla una conducta basada principalmente en pisar cáscaras de huevo para evitar los comportamientos disruptivos de su compañero/a y hace por intentar adaptarse a un escenario caótico e imposible que se podría definir como lose-lose. Haga lo que haga, está muerto.

Sobra decir que son relaciones altamente estresantes: tanto para la pareja TLP, a la que el amor dispara todos sus mecanismos reactivos, sus terrores y sus patrones traumáticos; como para quien acompaña, que no se sabe si al día siguiente se va a despertar con su pareja querida o con su trastorno temido.

¿Se dan cuenta estas personas de lo que les sucede?

Sí. El TLP, al contrario que el narcisismo, no se considera egosintónico, lo cual quiere decir que las personas con este trastorno son conscientes -a posteriori, en el momento no miden- de las consecuencias de sus comportamientos y acciones, pudiendo sentir remordimiento y culpa e incluso tratando de disimular lo que les pasa (recordemos el miedo al abandono).

A menudo, para compensar la barbaridad del turno, hacen uso de la proyección (atribuir la responsabilidad al otro: Fulano me provocó) o bien desatan – otra cosa en común con el TPN – un síndrome de arrogancia donde se montan una autoimagen de grandiosidad para no afrontar el concepto de tener el problema. Como no son de términos medios, si no hacen esto, se van al extremo opuesto y se machacan, maltratan y castigan, muchas veces de maneras terribles.

En muchos casos, las parejas del TLP salen de estas relaciones como si hubieran sobrevivido a la guerra de Vietnam, sin entender gran cosa de lo vivido, con un enganche monumental y diversos grados de estrés postraumático. Esto se agrava porque no es infrecuente que una persona con este trastorno desconozca su diagnóstico, lo que favorece el florecimiento de una dinámica muy dañina; en el caso de la pareja TLP por su condición, y en el caso de su compañero o cónyuge, porque aunque tenga el talante del Santo Job, a la enésima vez que se le ponen los cuernos, se le daña, se le manipula o se le maltrata, acaba reaccionando mal. Y si no reacciona, es aún peor, porque significa que ya tiene la psique tan reventada que ni respira.

Mención aparte merece el hecho de que la persona con TLP, que arrastra una dependencia emocional compulsiva, tiene un enorme riesgo de caer en manos de personas que abusen de ellos, cosa que les retrotrae a los escenarios de la infancia y les genera cierta zona de confort horrible y aliviadora al mismo tiempo, como si estuvieran en familia.

En ellos, hay mucho vínculo entre amor y dolor y aun si no están en relaciones con dinámicas sádico-masoquistas (curiosamente, en los circuitos BDSM hay mucho TLP), pueden intentar forzarlas para entrar en el circuito de compensación que necesitan para sentirse regulados, aunque a largo plazo tienen consecuencias desastrosas. Es importante entender que no son mecanismos conscientes, ni es que a la persona le encante sufrir, como a la persona que tiene TOC tampoco le encanta lavarse las manos 100 al día hasta dejárselas en carne viva, pero la compulsión subyacente es similar: son intentos de regulación emocional muy disfuncionales, muchas veces aprendidos en entornos o situaciones inmanejables e insoportables.

A la hora de ayudar a entender este tipo de condición, yo suelo establecer una diferencia que me parece esencial: una persona NO es un trastorno; es una persona y TIENE un trastorno.. La persona con TLP, como cualquier otro sujeto con problemas, tiene su propio ser real, aunque ese ser pueda estar distorsionado o fragmentado y a veces cuesta discernir qué parte es él o ella, y qué parte pertenece a la enfermedad. Si eres la persona que acompaña a alguien con TLP – ya sea pareja, hijo, progenitor, amigo – con este problema es esencial que separes ambos conceptos para evitar demonizar esta enfermedad y a su vez, poder lidiar con ella sin dejarte arrastrar por su caos.

¿Puede funcionar una relación con alguien que padece TLP? ¿Y si yo soy quien lo padezco?

La respuesta es la misma para ambas preguntas. Sí, existen relaciones exitosas y funcionales con personas con este trastorno, pero como siempre, con responsabilidad, tratamiento, compromiso e información. Lo que se describe en este artículo es el peor de los escenarios posibles, no pretendo generalizar.

La premisa básica que permita un proceso de sanación de la relación para ambos miembros de la pareja es la misma: el caos emocional no es amor, es trauma sin procesar.

El TLP no se puede tratar únicamente con amor, ni apoyo, ni sacrificio, entre otras cosas porque es un trastorno que conlleva déficits cognitivos y distorsiones del pensamiento, necesita un enfoque clínico, rehabilitación neuropsicológica y a veces un tratamiento farmacológico. El acompañante también puede necesitar ayuda, ya que, aunque exista un amor real (y muchas veces lo hay), también puede desarrollar problemas de codependencia, baja autoestima, agotamiento emocional, etc…

Las perspectivas pueden ser mejores o peores depende del grado (leve, medio, grave) del trastorno y si hay complicaciones añadidas como adicciones, que también suelen ser parte del cuadro borderline y conllevan también sus propias sintomatologías y problemáticas.

Si el enfermo TLP no acude a un tratamiento, no desea diagnosticarse, ni se responsabiliza de lo que le sucede y en cambio opta por destruir y autodestruirse, está en su total derecho: pero mi recomendación para cualquier pareja/pariente es que se proteja o se marche. Acompañar a alguien que quiere caminar a los abismos, sólo sirve para destruir dos vidas, en lugar de una.

Aunque por lo general, en los contenidos sobre temas de pareja y TLP que podemos encontrar habitualmente se tiende un poco a desahuciar a las personas con este problema, no quiero terminar con un nota amarga. Yo tengo a una persona muy querida que convive con su TLP y ha conseguido la hazaña de tener una vida plena y satisfactoria, a pesar de los retos con los que aún tiene que lidiar. Es verdad que tocó mucho fondo, tuvo un replanteamiento vital radical y no descarto que alguna deidad no le lanzase un milagro de emergencia, pero el resto es todo mérito suyo y de un equipo de buenos profesionales que supieron dar con la tecla y el tratamiento que necesitaba.

Hay muchos casos conocidos de personajes famosos (Ben Stiller, Jean-Claude Van Damme, por citar un par) que han reconocido tener este diagnóstico y que han podido sostener una vida bastante estabilizada, sin perder ni la intensidad, ni la sensibilidad por el camino. Tampoco quiero con esto lastrar a nadie con falsas esperanzas: si la situación sobrepasa tus recursos y tu salud mental, debes priorizarte tú; y si hay hijos de por medio, también debes priorizarlos a ellos. No es fácil porque indudablemente una persona con borderline sufre mucho y el terror al abandono es muy real, pero precisamente el abandono es, a veces, su mejor posibilidad de que enfrente lo que le pasa y busque ayuda.

Me gustaría cerrar el artículo con una frase de la que podría haber sido una de las artistas con TLP más famosas del mundo: Marilyn Monroe. Acaso estas palabras pudieran ser la expresión más pura y hermosamente honesta de la fragilidad del corazón borderline.

Soy buena, pero no un ángel. Cometo pecados, pero no soy el demonio. Simplemente soy una pequeña chica en un mundo grande tratando de encontrar alguien a quien amar.

——————————————————-

Postdata: He tardado mucho y he hecho un artículo más extenso que el de La pareja narcisista o el de La pareja histriónica. La razón es porque desde mi punto de vista el TLP es un trastorno bastante más complejo e interesante y porque tengo varios amigos con este perfil, de modo que he intentado integrar tanto las experiencias de las parejas, como el sentir de una persona que padece esta enfermedad, para hacer justicia a ambas partes.

Es un equilibrio complicado, pero espero haberlo transmitido lo mejor posible.

Lectura recomendada: Diamantes en bruto (Dolores Mosquera)

Película recomendada: Bienvenidos a mi mundo (Shira Piven)