Protagonistas de muchísimas consultas sentimentales, las parejas con apego evitativo parecen constituir uno de los grandes enigmas del siglo XXI: ¿se alejan o se acercan? ¿quieren o no quieren? ¿tienen empatía? ¿estarían mejor solos? y sobre todo ¿tienen arreglo?

He utilizado la palabra protagonistas con mucha intención. Cuando una persona contacta conmigo para intentar entender algunos comportamientos de su compañero sentimental, es muy común que empiece su consulta con un es que mi pareja tiene apego evitativo. Y a partir de ese punto, puede verse como esta persona dedica toda su sesión a analizar a su pareja. Porque le ama. Porque uno intenta comprender profundamente a aquello que ama. Pero su relación le causa tal obsesión, tal intensidad angustiosa, que se ha olvidado por completo de sí. Toda su vida ha pasado a girar en torno a resolver el acertijo de su pareja para no tener que abandonarla.

¿Qué ocurre con una pareja evitativa? Ante todo, vamos a hacer una distinción importante entre el apego evitativo y la conducta evitativa. El apego evitativo (o evasivo) es un estilo afectivo que se origina en la infancia. La importancia del apego es fundamental en la historia del ser humano: es gracias a los mecanismos con los que las crías buscan la atención y la presencia de sus cuidadores que hemos sobrevivido hasta hoy. Crías desatendidas y abandonadas hubieran significado una muerte segura en épocas en las que las amenazas físicas inmediatas eran mucho más numerosas que en nuestra civilización actual. Si todos los padres prehistóricos hubieran ejercicio un estilo de apego evitativo, hoy no existiría nuestra especie.

Como el apego está tan imbricado en nuestro instinto más básico de supervivencia, nos resulta tremendamente extraño que existan personas que no parezcan necesitar vincularse. Pero esta percepción suele ser errónea: la mayoría de individuos con apego evitativo de base sí que necesitan vínculos y también necesitan a otras personas. Lo vemos en muchas ocasiones en relaciones donde se une un individuo evitativo con alguien con unas demandas de afecto e intimidad mucho mayores. La pareja evitativa vive un proceso de enamoramiento similar al de casi todo el mundo, incluso con sus mariposas, su idealización y sus ganas de intimidad. Al pasarse la intensidad de la novedad, de repente empieza a hacer conductas de evitación, que pueden ser de muchos tipos y a partir de este punto hay muchas posibles variables, pero casi todas ellas acaban con la pareja de estas personas, en alguna consulta terapéutica, intentando entender qué demonios le pasa a la persona que quieren.

Sin preguntarse, sin darse cuenta, de que esa persona a la que quieren jamás iría a una consulta para preocuparse por lo que les pasa a ellos.

El apego evitativo puede ser de dos tipos: apego evitativo temeroso y apego evitativo desdeñoso. En el temeroso encontramos a estas personas por lo general tímidas, de perfil bajo, con una personalidad más bien ansiosa y aprensiva. Estas personas suelen reconocer la necesidad de ser amados, pero tienen una desconfianza y miedo patológicos hacia los vínculos, con lo cual en ellos se produce el desconcertante baile de idas y venidas que caracteriza a sus relaciones (o cuasi-relaciones).

Entre los desdeñosos, nos encontramos a perfiles más seguros de sí mismos y con mayor autoestima, pero que al contrario que los anteriores, no reconocen una necesidad afectiva. Se consideran más fuertes y con más valía, al no depender de las relaciones con otras personas y asumir una cantidad considerable de soledad, incluso de aislamiento. Son personas que a menudo tienen un buen desarrollo intelectual, pero un desarrollo emocional muy pobre.

Existe un tercer grupo de personas que no tienen apego evitativo como tal, pero sin embargo, pueden detentar conductas evitativas. Son personas no disponibles emocionalmente. Quizás estén capacitadas para vivir relaciones con intensidad y entrega, pero han vivido una ruptura muy dolorosa, o una experiencia afectiva traumática y no nos las encontramos in the mood of love. Que muchas de estas personas intenten emparejarse a pesar de su no disponibilidad emocional responde a otras necesidades. No sabemos estar solos, los domingos de soltería son muy largos, la noche es oscura y alberga horrores y además el Tinder se abre rápido y está muy a mano.

En este tema ahondamos otro día. Volvamos a los evitativos, que es lo que nos ocupa.

Si tengo una pareja evitativa…¿cómo entiendo sus mecanismos? Bueno, aceptando en primer lugar que no es un reloj suizo y no puedes entenderlo todo. ¿Entiendes todo lo que tú mismo/a haces o piensas? No ¿verdad? Pues lo de otra persona que no eres tú, aún menos.

Dicho esto, y a modo de consolación, sí vamos a explicar a grosso modo cómo funciona un estilo de apego evitativo. Me pongo en la piel de alguien con este patrón afectivo. Digamos que soy una persona con unos traumas infantiles que me han impedido desarrollar vínculos afectivos cercanos. Digamos que me gustaría tener una pareja, siento atracción física por otras personas, e incluso de vez en cuando me llega una conexión especial con alguna. Empiezo una relación, me entusiasmo porque por fin voy a conseguir que me amen, ser amado, que me den aquello tan esencial que siempre me faltó. Mi fantasía se dispara, mi idealización está al máximo. Alguien maravilloso ha aparecido a adoptar a este triste huerfanito abandonado.

De repente, algo en mi inconsciente me recuerda todas las veces que, cuando era un niño, anhelé cercanía y conexión y me sentí una y otra vez lleno de dolor y vacío, cuando nadie venía a dármelos.

Me inhibo.

Ya no me parece maravilloso.

Hago cosas para evitar necesitar a esa persona que dice que ama y me quiere dar todo lo que necesito.

No quiero necesitarlo y que cuando yo me abra por fin, me rechace…

Así que le rechazo yo.

El otro se pone intenso.

Huyo.

Quizás regrese. Ojalá entienda que no quería irme, sólo necesitaba alejarme un poco.

Quizás sigo ahí en presencia, pero algo de mí nunca estará del todo presente, algo de mí se tiene que encerrar y proteger.

(Este es el mecanismo del reloj suizo.)

Y ahora, la pregunta más interesante ¿tiene solución?.

Existen pocas cosas en lo que respecta a la psicología humana con las que no pueda trabajarse, siempre y cuando la persona desee y pueda iniciar un proceso de este tipo. Si tienes una pareja con este estilo de apego, posiblemente estés deseando que tu compañero/a vaya a alguna terapia, pero no depende realmente de ti que esté preparado o dispuesto a hacerlo y su proceso no os va a encaminar a un final de cuento de hadas donde él o ella cambien totalmente de estilo afectivo y se convierta en la persona de tus sueños, sino que será un proceso de ajustes, avances y retrocesos donde ambos tendrán que ceder terreno y moderar expectativas.

En cualquier caso, si además de la evitación hay conductas de maltrato, humillaciones, maniobras agresivas, manipuladoras, refuerzos intermitentes y otras toxicidades, es mejor retirarse del ruedo y asumir la realidad. Una cosa es tener un estilo de afecto evitativo y otra comportarse como un psicópata.

¿Qué ocurre si soy yo quien tengo un apego evitativo?

Si te reconoces un estilo de apego evitativo y te gustaría trabajarlo, tendrás que aceptar que te ayuden.

La ayuda es una forma de amor y el amor está relacionado con tus miedos más íntimos, de modo que necesitas abrirte poco a poco ya que hay que separar lo bueno (la intimidad), del temor con el que va entrelazado tan estrechamente que no los distingues. Es como aprender a quitarle las espinas a la rosa.

Tienes que abrir una puerta, aunque sólo sea una rendija, para abrir un poco la perspectiva de la neurosis con la que te proteges.

Las personas y sobre todo las personas que te quieren, suelen ser mucho más comprensivas si les explicas claro lo que te sucede y lo que necesitas. Si no dices nada y en lugar de explicar tus límites y necesidades, haces conductas extrañísimas, saboteas, desapareces de pronto sin avisar y muestras actitudes pasivo-agresivas, estás fomentando el tipo de relación espantosa que te hará reafirmarte en tu idea neurótica de que todas las relaciones son una amenaza. Y que los demás son muy intensos y muy locos, o tú muy malo y sólo sabes hacer daño. Póngame doble ración de victimismo.

Tu gran asignatura pendiente no es cambiar tu personalidad, sino expresarte y perder el miedo a existir, ser y sentir. El evitativo también se evita a sí mismo.

Con cariño me despido de los evitativos, de sus parejas y de los no disponibles emocionalmente. Sea de dónde sea cada cual, todos estamos en el mismo barco, que es la vida. Y la vida…no se puede evitar. Así que vivámosla en plenitud. ¡Buen viaje!

Todos cometemos los mismos errores. Huir de nuestros fantasmas en lugar de aprender a vivir con ellos. «El taller de las ilusiones» (2013), Valérie Tong Cuong